Pavofrío y el “feminismo flojito”

Recientemente me ha llegado el nuevo spot de Campofrío de cuya buena intención no dudo, pero que creo que falla en forma y fondo. Como mujer me irrita el falso barniz feminista que le aplican los publicistas. Pero, además, me preocupa que a través de ese escaparate que es la televisión se propague un mensaje perverso. Leí en el muro de Yolanda Domínguez una cita que decía: «Es sólo un anuncio (que sumado a millones de anuncios que vemos millones de veces nos dice cómo tenemos que ser, cómo comportarnos, qué nos hará felices y por medio de qué productos)». Domínguez, fotógrafa y artista visual, es muy crítica, entre otras cosas, con el papel que desempeña la mujer en la publicidad.

El mensaje de ‘Deliciosa calma‘ es este: «Las mujeres modernas estamos muy hartas [dato preliminar: el 66% de las mujeres españolas aseguran sentirse estresadas… (¿según qué estudio, disculpe?)]. Cargas familiares, estrés doméstico y laboral, presión social, expectativas que los demás depositan en nosotras, preocupación por la apariencia física… estamos exhaustas buscando nuestra realización personal y profesional sin que se nos escape la vida. Así pues, vamos a comer comida sana, de calidad, y a empoderarnos públicamente unidas por una falsa sororidad. Mientras nos relajamos, aprovechamos para que todo el mundo se entere de que nosotras, ‘el día menos pensado cogemos la puerta y se acabó’ madre, se acabó directiva, se acabó esposa y amante, se acabó mujer esculpida por el gimnasio que lucha contra la celulitis y la gravedad. ¡Ey!, somos imperfectas, queremos serlo y nos da igual todo». El eslogan de esta campaña es, además, ‘Alimentando a otro modelo de mujer’. Toma ya.

Esa falsa sororidad, aparte de ser impostada, es superficial. Encontramos aquí el primer problema: un anuncio hecho por mujeres y para mujeres que, curiosamente, no es representativo. ¿Veis alguna mujer negra? ¿Alguna mujer física o mentalmente discapacitada, con cuerpo heteronormativo? ¿Alguna mujer que en vez de reafirmarse en su estatus social como mujer empleada y poderosa, se presente como desempleada, precaria y, en una palabra, jodida? ¿Alguna inmigrante o perteneciente a colectivo en riesgo de exclusión social? ¿Alguna anciana? ¿Alguna que se declare abiertamente homosexual? ¿Alguna transexual? ¿Alguna trabajadora no cualificada? ¿Alguna que no aparente tener la suficiente solvencia como para una cena de varias estrellas Michelin? Ajá, ya vemos que feminismo sí, pero sólo para unas pocas, sólo para las blancas, sólo para las sanas, sólo para las que trabajan, sólo para las que no son gordas, sólo para las que no quieren serlo, sólo para las que tienen autoconsciencia y saben que pueden empoderarse. Este es tu auténtico “nuevo modelo”, Campofrío: el feminismo flojito. Un feminismo que, como no es transversal, poco ayuda en la tarea de visibilizarnos a todas (todos) y que nos sintamos convocadas a una lucha común contra, precisamente, la objetivización, que es lo que hace esta empresa y tantas otras. Mujeres estereotipadas que pelean por salir del estereotipo. Qué (irritantemente) increíble, y desquiciada, es la publicidad.  

Y, al final, ¿qué tienen en mente los publicistas? Pues lo único importante: que, al cabo, hablemos una y otra vez del mensaje, del spot, de la interpretación, independientemente del producto: la mejor campaña de un anuncio es la que hacemos en la barra de un bar, en la sobremesa del domingo, en el metro. Poco importa que nos quieran vender pavo, un automóvil o un perfume: ¡lo protagonizan mujeres! Mujeres que, además, están hastiadas de las prisas, de que les recuerden a todo momento que se les va a pasar el arroz, y deciden ir a un restaurante a darse un homenaje con jazz de fondo. No voy a entrar en el debate «Si eres feminista y comes carne no eres una feminista de verdad porque el feminismo no es especista y las vacas también están oprimidas», porque ya sabéis que los carnés de feminista son como los puntos del carné de conducir, que te los quitan a la mínima cagada que cometes; y porque creo que el feminismo, como ideología, es compatible y combinable con otras ideologías y opciones de vida que atañen a, por ejemplo, la sexualidad, la alimentación, el consumo o la política, siempre que no entren en conflicto con la búsqueda de la igualdad de la mujer respecto al hombre. Entiendo que cada una de nosotras, cada uno de nosotros, alcanza el grado de coherencia que puede o quiere. Y sí, si me apetece como pavo, y no me creo ni más ni menos feminista que nadie.

‘Deliciosa calma’ no somos nosotras. Yo, al menos, no. Pueden ser algunas mujeres, pero muchas no nos vemos en ese pretendido espejo. Simplemente no nos vemos. Y nos dicen: «una sociedad equilibrada también ayuda a reducir el estrés». Como si no lo supiéramos. Como si no fuera eso por lo que llevamos batallando años; qué digo años… siglos. Cuando vemos un anuncio simpático de “mujeres al borde de un ataque de nervios” sonreímos y decimos: «pues un poco sí soy yo, qué gracioso, la verdad es que llega un momento en el que lo único que te queda es mandarlo todo a tomar viento e irte a comer rico con tus amigas». Bueno, eso si no vives en la zona oscura de España de 2016, tienes apoyos sociales, “consciencia de que como mujer tienes que luchar contra todo lo que te oprime”, trabajo del que quejarte (lo que equivale a decir que tienes un unicornio domesticado) y algo más maravilloso aún: guita para ir a comer a un restaurante pijo. ¿Representativo? Señores publicistas, a mí me pasa lo mismo con el feminismo que con el café: si es flojito no me sirve de nada.

bluebird Comunicación
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1 Comentario

  1. Antes de llegar a esto hay un camino a recorrer. Lo que no podemos es decir «pío pío que yo no he sío» que aducen muchos políticos actuales, si vamos dando pasitos para atrás llegamos a esto: un mundo anti-hombres…
    No amiga, no.

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