Estamos desde hace unos días que no damos crédito a tanta mierda. Así, como suena. De cero a Los Manolos, ¿cuánto asco están dando los medios de comunicación desde que el pasado domingo una persona fuera asesinada (A-S-E-S-I-N-A-D-A … A-S-E-S-I-N-A-T-O) en el entorno de un partido de fútbol?
No, no vamos a hablar de si esto es fútbol, ideología o un problema social. Una vez más, vamos a hablar de humanidad. Y es extraño que en este santo país, en el que los dictadores mueren en la cama, se ensalzan duquesas que matan de hambre a sus jornaleros, los ministros de Franco son héroes de la Transición, etcétera, etcétera, etcétera… Vamos, que es extraño que en este santo país en el que todos los muertos son buenos, se criminalice a la víctima de la manera tan bestial en que se está haciendo.
A la víctima la llamaban Jimmy, y era padre, y marido, e hijo, y amigo, y persona. Y ha muerto. Al dolor por la pérdida de un ser querido se une las malas palabras, las faltas de respeto que desde los medios se están lanzando hacia ella. Y nos da igual lo que fuera, si es que lo era. Nos da igual. Porque era padre, marido, hijo, amigo y persona. Y Jimmy ya no está. Pero están ellos, su familia, seguramente rota de dolor.
No hemos hecho un estudio en profundidad, pero tenemos la sensación de que se ha hablado mucho de los Riazor Blues y muy poco de los nazis del Frente Atlético. De Jimmy sabemos todo, hasta dónde jugaba con su hijo de cuatro años, y, mientras tanto, —con tantos y tantos y tantos vídeos que se grabaron en la batalla campal del domingo—, del asesino, o asesinos, no sabemos absolutamente nada. ¿Lo sabremos algún día? ¿Se está protegiendo a alguien? ¿Se está protegiendo a los que se ha protegido siempre en esta España mía, esta España nuestra?
La única verdad es que un hombre, que era padre, marido, hijo, amigo y persona, ya no está. Y que por respeto a esos que le querían, muchos deberían callar. Y después, ya si eso, empatizar. Pero primero callar y respetar, no al fallecido, que ya no se entera, a sus familiares. Como cuando dictadores mueren en la cama, duquesas que matan de hambre son ensalzadas o ministros de Franco se convierten en héroes de la Transición.
¡Que os calléis ya, coño!