Los peajes de ser periodista

Decía mi padre “quiero que seas de todo menos albañil”. Sabias palabras que con ellas hoy estoy donde estoy. A punto de acabar una carrera y con todas las oportunidades que él me ha brindado y no ha disfrutado en su vida.

Mi camino se decantó por el periodismo. Qué profesión esta de periodista. Quien lo diría que en EE. UU. sea la segunda peor valorada, solo por delante de leñador. En estas estamos, intentando cambiar la mala concepción de un mundo servido a un poder mediático que silencia y manipula a los verdaderos profesionales del oficio.

Los campos de minas, aduaneras y peajes se han convertido en lo normal de una profesión que está viendo cómo la crisis económica se quiere cargar la esencia de esta apasionante profesión que no es otra que el PERIODISTA. Aquel al que despiden, lo precarizan, le espían y le investigan su vida privada mientras se le pervierte en su vida laboral con unas condiciones mezquinas y miserables.

La publicidad, esa bonita palabra y que tanto ha dado ha sido la burbuja donde el periodismo ha vivido en estos años. Como el gobierno con el ladrillo. Hasta que explotó la burbuja y ahora no hay dique que lo pueda soportar tal rotura de aguas. Venga publicidad, si así me pagarán más sueldo y viviré mejor. A la mierda la publicidad y el desenlace: redacciones vacías, otras cerradas y la esencia, la base de todo, el periodista ninguneado y asqueado.

Por no decir toda esta estructura política y mediática corrompida hasta el tuétano que se desvive por el control y la censura periodística. Tienen tanto miedo que por coartarle la independencia y libertad de información y expresión que recoge ese bonito documento prostituido cada día como es la Constitución. Y los redacta como derechos fundamentales en el artículo 17, lo que quiere decir que son inviolables. Toda esta estructura política no tiene otra misión que controlar los medios, subvencionarlos y atraerlos en su maraña. Colocar de directores de redacción a personas muy cercanas a ellos, tener en la punta de la pirámide a personas de confianza y no profesionales de la comunicación.

En este mundo estamos. Y aquí es donde la teoría de la facultad debemos revisarla. A mi me parece muy bien todo eso del mundo real y que veamos hasta con naturalidad que te controlen tu vida privada, pero todo tienes unos límites. La sociedad de un país debe estar informada con rigor, la sociedad de un país debe saber lo que hacen sus poderes públicos, la sociedad de un país debe conocer los alcances de una ley que les afecta directamente, la sociedad de un país debe saber a dónde y cómo se destinan las partidas presupuestarias y eso solo se hace a través del periodismo y de un buen ejercicio de la profesión. Lo más mezquino son las amenazas personales cuando alguien hace un reportaje de investigación que pone pata arriba una gestión pública de unos gobernantes corruptos. Y en este problema somos todos responsables, tanto los que controlan desde el miedo y la insolencia como los profesionales de la comunicación que consienten para no poner en riesgo su condición laboral.

Hoy en día conviene recordar esto:

En Inglaterra, en 1644 el autor John Milton difundió un discurso conocido como la Areopagítica, sobre la libertad de impresión sin censuras. Un discurso para acabar con la censura previa de la monarquía que tenía el poder de las imprentas. Esto originó una rebelión y una Guerra Civil conocida como la War of words, que desencadenó en el triunfo de la libertad de expresión en Inglaterra. Esto ocurría hace 370 años, en un país al que solo estamos a dos horas de avión. En el nuestro hasta hace 40 años existía un Ministerio de Prensa donde el ministro era Manuel Fraga, el cual sometía todas las publicaciones por una censura previa y perseguía a los diarios contrarios al régimen franquista. Nos separa muy poco de las islas británicas geográficamente hablando, pero culturalmente la diferencia es abismal. Ni rompiendo los peajes llegaríamos.

PD: Ya lo dice Wyoming: “yo estuve en una universidad con Franco que era gratis. Lo que no puede ocurrir es que en una dictadura fascista la gente pueda ir a la universidad y en una democracia no”.

 

bluebird Comunicación
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