El periodismo en los tiempos del ébola

Si echo la vista atrás una semana creo que lo que más he repetido ha sido “no puede ser”, “qué asco” o eso tan manido de “buitres”. Y es que si el Gobierno está haciendo una gestión nefasta de la crisis del ébola, el periodismo no se queda atrás. Tanto, que no sé ni por dónde empezar.

Ayer por la tarde veíamos en las portadas de los principales periódicos esa fotografía de Reuters en la que se ve a Teresa en la ¿intimidad? de su habitación en el Hospital Carlos III, otro día la casa de Teresa y Javier a través de la mirilla, “gracias” a un vecino. Y me da absolutamente igual lo que me enseñasen en las clases de Ética Periodística, sé que si fuera yo no me gustaría, sé que si fuera un ser querido tampoco me gustaría.

Hay imagénes que no aportan absolutamente nada a la información y, en este caso, debería bastarnos con los partes que periódicamente comparten los facultativos del centro en el que se está tratando a Teresa. El derecho a la intimidad prevalece siempre sobre el derecho a la información. Todo lo demás es morbo. Todo lo demás no es más que una manera de llenar páginas o minutos de la manera más barata posible y con el mínimo esfuerzo. Y no me extraña, las redacciones han sido desmanteladas a golpe de ERE. No hay ni periodistas ni tiempo suficiente para elaborar contenidos de calidad, ni en este ni en ningún otro tema.

Tan nefasta está siendo la gestión de la información por parte de los medios de comunicación que algunos hasta se han apuntado a esa moda tan del PPSOE del “y tú más”. Y, para muestra, me remito al artículo que Enric Hernández, el director de El Periódico, escribía para justificar la publicación de una fotografía de Teresa dentro del hospital. Lo primero, ¿es necesario justificarse cuando tienes la certeza de estar haciéndolo bien? Lo segundo, ¿por qué en esas justificaciones tienen cabida lo que hacen o dejan de hacer otros medios? El “pues anda que tú” ya no es patrimonio exclusivo de nuestros políticos, también lo es de nuestros periodista. Y, sinceramente, a veces, sólo a veces, siento mucha vergüenza de haber escogido esta profesión.

Pero los hay que siempre van más allá, los que no provocan rechazo, sino asco. Me niego a enlazar esa portada de ABC repleta de maldad (sí, los medios de comunicación, como nuestros políticos, también son malos), me niego a enlazar esa noticia, también de ABC, en la que se hablaba de que el cuerpo de Teresa sería incinerado. Pero no me puedo negar a preguntarme en qué momento llegamos a esto, en qué momento un redactor dejó de decir “no”. No entro en presidentes, directores o subdirectores, me refiero a periodistas, como yo, esos que se dejan la piel cada día en las redacciones. ¿En qué momento todo empezó a parecernos tan normal? ¿En qué momento dejamos de cuestionarnos las órdenes que vienen de arriba? ¿En qué momento nos olvidamos de la empatía en horas de trabajo? Y, sobre todo, ¿por qué? ¿Todo vale por ejercer la profesión en un “gran medio”? ¿Qué demonios es un “gran medio»?

Que no vale todo, que también me niego a que valga todo, que Teresa podría ser yo, joder, o tú, que somos humanos. Humanos. Humanidad. ¿Esto también se nos ha olvidado?

bluebird Comunicación
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