Allá por 2005 el gobierno socialista de Zapatero prometió muchas panaceas. Entre ellas se encontraba la Televisión Digital Terrestre, la famosa TDT: un paraíso televisivo que supondría una nueva era para el medio audiovisual y un deleite sin límites para el espectador, que encontraría una variedad de contenidos y formatos gratis inimaginable.
Han pasado más de diez años, y la conclusión a la que se puede llegar es fácil: la TDT es una soberana mierda. Hay más canales, sí, pero eso sólo se ha traducido en mayor cantidad de heces televisivas que meterse en la cabeza. No sólo nada ha cambiado, sino que la banalidad que reinaba antes se ha multiplicado. «Pero ahora puedes ver muchas más películas o programas de investigación». Basura: las películas que se emiten se repiten en bucle (¿verdad, Paramount Channel?) y los reportajes de investigación (sic) son panfletos sensacionalistas que ya existían cuando la oferta de canales era menor. Por ejemplo, Mediaset tiene mucha variedad para ofrecernos carnaza, aparte de Telecinco: FDF, Divinity, Energy… Apenas se pueden contar con los dedos de las manos los programas decentes, aunque ahora haya tropecientas horas de emisión de contenidos. La calidad sigue igual de baja.
Por suerte existen honrosas excepciones. A la sempiterna opción de La 2 (que recuerda al poblado galo de Asterix y Obelix, por su resistencia ante los envites del Imperio) quienes vivan en Barcelona o su área metropolitana descubrirán que existe una televisión, la de la Ciudad Condal, que es una pequeña joya entre tanto ruido. Hablo de Barcelona Televisió, ahora conocida como Betevé.
Para tratarse de una televisión pública, producida por el Ayuntamiento de Barcelona —en convenio con una empresa audiovisual—, sorprende la naturaleza de unos contenidos no por ser buenos o apropiados, sino por darse en unos tiempos en los que las cadenas públicas también han terminado por caer en las redes del resultadismo: lo importante es hacer audiencia sin que importe demasiado el contenido. Podemos mentar el caso de Televisión Española y su cadena principal. Sobran los comentarios —para más inri ni siquiera su perversión ha logrado que mejoren en audiencia—, sólo se necesita un vistazo de vez en cuando durante un par de días para ver qué clase de bazofia emiten. Lo más grave es que usan nuestros impuestos para ello.
En Betevé podemos ver mucho cine —de autor, clásico, western—, siempre de calidad; podemos ver y escuchar conciertos de música —festivales de la ciudad, nuevos talentos en los estudios de la cadena— y documentales sobre grandes estrellas del rock; documentales, también, premiados en muchos festivales. Y la lista sigue, aumenta el abanico. Informativos locales y programas en los que se desgrana la cotidianidad de los barrios de la ciudad; se pueden saber cosas sobre el barrio de Gràcia y acto seguido ver una película de Billy Wilder. O informarte sobre la situación del metro y pasarte una hora viendo una pecera —el programa ‘Slow’ debería ser de culto— para terminar el día escuchando alguna actuación musical del anterior Primavera Sound o viendo un magazine cultural. Así de iconoclasta es la programación de la cadena, con un indisimulado carácter de acercamiento a la cultura que se proyecta en todas sus vertientes.
Una apuesta maravillosa que se desmarca por completo del panorama general de la TDT y que supone un refugio inmejorable para quienes amamos la cultura. Es una lástima que sólo la podamos disfrutar los barceloneses y vecinos cercanos, pero por suerte también somos coetáneos de esa maravilla llamada Internet y que permitirá a todos los que sintáis curiosidad por esta cadena disfrutar de ella en cualquier momento y lugar del mundo.