«Y, sin embargo, en nuestro andar solos/nos complacemos con lo duradero y estábamos allí/en el espacio intermedio entre mundo y juguete, /en un lugar que desde el principio / fue fundado para un puro acontecer » (Rainer Maria Rilke).
PRESAGIO
Tengo un vago recuerdo casi como una lúgubre sombra
de un plácido reposo bajo el techo ensortijado por estrellas;
la hoguera moribunda se entreteje con la noche
a los pies de un bardo que acaricia su instrumento.
Tengo una sensación extraña, casi de presagio
de una conversación en los reinos de Morfeo
con un tuerto eremita que despectivo me contaba
que el poema es más certero que el mejor de entre los dioses.
Tengo la funesta impresión de un atronador vacío,
de un desierto que se escurre entre los bordes de la vida,
de un silencio que se engancha en tinieblas a la aurora
que en su brillo cegador, esconde mi alegría.
Tengo un secreto que se agolpa en la mañana
de un bardo atragantado por la sangre en su garganta,
de mil hombres que se arrojan al festín de la emboscada
y mi cuerpo, inerte, inmóvil; esperando al eremita.
REVELACIÓN
¿Anhelas la locura? Me susurra el tuerto infame;
y en un gesto, retira el negro parche de su rostro
donde me veo reflejado, como un monstruo
que ignora la importancia del poema.
“Todo ángel es terrible” y yo no puedo contenerme,
y grito y lloro al descubrir el rostro de la muerte
que se alza demoníaca en la intemperie
de la cuenca vacía del poema.
Todo ángel es confuso, ya no hay vida ya no hay muerte;
sólo tiemblas aterrado porque, al verme
te has percatado de lo ágil de tu suerte
que traiciona tu cordura en la mañana.
Ya no eres más que un recuerdo tenebroso
atrapado entre los pliegues de la ausencia de mi ojo;
donde el bardo sin cabeza te observa malicioso
y un dios vanidoso se atraganta con las ruinas del poema.