¿Alguna vez has viajado en tren? Yo no. ¿Te lo puedes creer? Sesenta años y nunca he montado en uno. Siempre he pensado en hacerlo. Ya sabes, en hacer un viaje largo, de los de antes. En recorrer un continente entero o atravesar Siberia viendo la nieve amenazar el vagón, pero al final nunca lo hago. Al final me falta ese último empujón. Tuve la oportunidad cuando estudiaba en Salamanca, unos compañeros iban a recorrer Francia y me dijeron que me apuntara, estaba dispuesto, aunque fuese de un día para otro. No creas que no lo pensé, toda la noche sin dormir. Al final me animé. ¡Entré en la habitación de Gerardo y se lo dije! ¡Apuntadme! Me voy con vosotros. Salían al día siguiente a primera hora y allí estuve, el primero, con mi maleta de piel. Gerardo llevaba una plantilla que había fotocopiado de un libro en la que se iba tachando lo imprescindible para que no te dejases nada.
Un bolígrafo,decía alguno, y todos lo levantábamos antes de tacharlo. Una brújula, y la enseñábamos y se tachaba. Pasaportes, y todos levantaron el suyo menos yo. No me había acordado de que para ir a Francia había que tener pasaporte y antes estas cosas no se hacían en un día. Se tardaban semanas. Así que me quedé en Salamanca y dejé que el sueño se enfriara.
Veinte años después estuve a punto, lo tenía ya todo mirado, fue al poco de tener Internet en casa, en esa etapa inicial en que te da por mirarlo todo y curiosear sin parar, como si fueses a llegar al final de la web. Como si algún día el navegador fuese a mostrar una pantalla en la que se puede leer «Fin». Tenía el billete en pantalla y solo me faltaba pagar, metí los datos y todo. Pero nada. Dio un error. Al parecer no tenía la tarjeta autorizada, tuve que darla de alta al día siguiente en la sucursal.
El caso es que por unas cosas u otras nunca me fui. Ahora tengo tiempo y dinero, pero ya sabes… Algún día…. Tengo la tarjeta preparada y el pasaporte en regla.