Toñi a sus 64 años se levantó a las 6 de la mañana como cada día.
En la cama Isidro, su marido, que no tardará mucho en hacerlo.
Toñi se preparó un café. Suele desayunarlo con un par de magdalenas, pero hoy no le quedaban. Pensó en la compra que tenía que hacer y se acordó de más cosas por comprar.
Al pasar por la puerta del cuarto de Alberto, su hijo menor, percibió el olor a porro que de allí salía. Se detuvo junto a la puerta y pudo oír que la radio estaba encendida.
Se aseó y se puso un mandilón, se echó un poco de colonia fresca y salió al descansillo del portal donde en un cuarto se guardan los artículos de limpieza.
Toñi lleva un par de años limpiando la escalera del portal.
Antes limpiaba una chica rumana, con la que todos los vecinos estaban contentos, pero desde que los dos hijos de Toñi se quedaron en paro, las cosas no iban bien económicamente y a Toñi no le quedó más remedio que en una reunión de vecinos pedir «quedarse» con la limpieza de la escalera.
A Toñi le hace gracia la rutina de la gente que vive en el edificio.
El del 4º, Germán, un vecino que no lleva mucho en el bloque, sale todos los días a las 7 y deja un olor a recién duchado que a Toñi le encanta.
Es un hombre de unos 45 años, atractivo, parece ser que está divorciado, porque Toñi le ha visto algunos fines de semana con un niño de unos 12 años por el barrio llamándole «papa».
Germán es un hombre muy discreto y muy correcto.
Cada mañana cuando se encuentra con Toñi fregando el suelo, le da los buenos días y si el suelo está aún mojado, alarga exageradamente sus pasos para que quede claro que respeta el trabajo de Toñi.
En el descansillo del tercero siempre hay bullicio. Viven dos parejas con niños pequeños y mientras limpia, a esas horas se empiezan oír los primeros chillidos de las madres que tratan de que los niños se levanten, desayunen y se vistan para ir al cole.
En el segundo solo hay una de las dos casas ocupada.
Son un matrimonio joven marroquí que tienen una hija de apenas un año. Rasida, que así se llama la mujer, pidió a los vecinos que le permitieran dejar el carrito del bebe en el cuarto de la luz para no tener que subirlo todos los días.
En el primero viven Rosa y Pepe, que son junto a Isidro y Toñi, los únicos vecinos que quedan de cuando a mediados de los ochenta dieron estas casas.
Rosa y Pepe tienen hijos pero ya no viven con ellos.
En la otra puerta del primero vive Óscar, el hijo de un matrimonio que vivió más de 20 años en el edificio, pero ahora ellos se fueron y le dejaron la casa al chico, que no para de hacer fiestas y de tener invitados a todas horas.
A Rosa, que se llevaba fenomenal con sus padres, no le parece bien la vida de Óscar. Así que como buena chismosa no deja pasar la ocasión de cuando se encuentra a sus padres chivatearles la vida tan «descontrolada» que lleva.
Los padres de Óscar siempre parecen escuchar con atención a Rosa, pero luego nunca le dicen nada.
A Toñi le parecen exageradas las quejas de Rosa. Toñi piensa que es joven y que en realidad no hace nada malo.
En el bajo vive Toñi y en la otra puerta viven dos chicas jóvenes con las que apenas tiene relación.
Se saludan correctamente y se tratan con total educación.
Sobre las 8 Toñi ha acabado de limpiar la escalera y tras guardar las cosas se mete en su casa, donde Isidro está ya despierto y tomándose un café.
Entre ellos apenas hay comunicación.
Hace años que no se besan, al menos no con amor.
El amor no le tiene reservada ninguna sorpresa a Toñi, simplemente vive acostumbrada a vivir así, como si el papel de su vida fuera el haber sido madre y esposa, y ahora, ya envejecida, agotada y con «su» papel realizado, su vida no tiene más aliciente que el de pasar los días.
Isidro se va a trabajar con un «hasta luego» y poco más.
Toñi recoge la taza del café de Isidro, limpia las migas de las galletas y pasa un paño húmedo por el hule. Si hay algún resto que no sale con la bayeta, Toñi usa sus uñas largas para arrancar cualquier resto de suciedad.
Mientras friega los cacharros de la cena (la de sus hijos, que suelen llegar de madrugada…) y los del desayuno, oye la puerta de Carlos, el hijo mayor.
Casi de inmediato se oye abrir y cerrar la puerta del servicio.
Carlos sale del servicio y va a la cocina, abre la nevera sin decir ni buenos días. Coge un brick con zumo y bebe directamente del cartón, eso es algo que a Toñi no le gusta, por lo que se lo recrimina, pero Carlos ni la contesta.
Toñi le pregunta a Carlos si va estar en casa esa mañana, puesto que tienen un cartelito en el portal que dice que hoy van a ir los del el contador del agua y ella tiene que bajar al mercado a comprar.
Carlos contesta que no sabe si puede quedarse, lleva dos años sin hacer nada, dos años de la cama al sofá y del sofá a la cama, pero siempre que se le pide algo tiene cosas que hacer.
Carlos se sienta frente a la tele y desayuna viendo las noticias, pero en la tele hoy no salen más que niños muertos en Palestina. Carlos piensa que no es una buena manera de empezar el día y cambia de canal hasta dar con uno que emite videos musicales.
Toñi le da una moneda de 2€ para que se la dé a modo de propina al de los contadores si este fuera mientras ella esté ausente.
Cuando sale a la calle, la mañana está en pleno auge, madres llevando a los niños al cole, ruido de obras, camiones descargando en la puerta del mercado. Los tenderos preparando los mostradores.
Se encuentra con Elena, una vecina del barrio a la que acaban de operar de una hernia, Toñi le pregunta cómo va todo y las dos mujeres hablan de sí mismas como si hablaran de otros.
Pasa por la administración de lotería y comprueba que una vez más la suerte le es esquiva, pero vuelve a echar sus 4 euritos.
Pide la vez en la frutería, y mientras espera su turno, ríe con las bromas del frutero que hace símiles con los melones y las sandías.
Compra acelgas, patatas, pimientos rojos y un par de berenjenas.
Luego va a la pollería y allí compra unos contramuslos y un esqueleto de gallina para hacer un caldo.
En la carnicería, Anselmo, su carnicero de toda la vida, le pregunta por sus hijos, por si han encontrado trabajo.
Toñi le dice que no, que están las cosas muy mal, lo que no dice es que son dos gandules que ni buscan.
El carnicero lo sabe, cree que Toñi es una buena mujer que no se merece que la anden chuleando, pero la corrección le impide decir más, como que vio a Alberto esposado y detenido a las puertas del centro comercial.
Con su carrito de la compra llega al portal y agradece mucho vivir en un bajo, piensa en las contestaciones que le darían sus hijos en el caso de que tuvieran que ayudarla a subir escaleras arriba con el carro.
Al entrar en casa ve que Carlos ya no está. Ni él ni los 2 euros.
Justo en ese momento llaman al timbre y aparece el señor de los contadores.
Toñi se pone a limpiar las acelgas y a pelar las patatas.
Al rato se levanta Alberto. Tiene unas ojeras horribles, pero Toñi hace tiempo que ni pregunta, no es que no le importe es que no se atreve, sabe de sobra que le va a contestar mal.
Alberto se encierra en su cuarto y pone música techno a todo volumen.
Cuando ya tiene listas las patatas y las acelgas, las echa en la olla exprés junto con un puñadito de arroz y unas judías blancas que echó a remojo la noche anterior.
A Toñi le gusta cómo suena la olla exprés cuando esta a pleno rendimiento.
Alberto sale del cuarto y va a la cocina a pedirle a su madre 10 euros prometiéndola que antes del viernes se los devuelve. Coge los 10 euros y se va.
Toñi sabe que es mentira, pero se los da y le pide que no le diga nada ni a su padre ni a su hermano.
Mientras se cocina el arroz con acelgas, Toñi da un repaso a la casa. Limpia los cristales del comedor mirando a trasluz para comprobar que no hay restregones.
A las 2:30 llega Isidro que entra diciendo un hola a la que deja las llaves en un cenicero del recibidor. Pasa por la cocina camino del cuarto sin mirar siquiera.
Isidro se pone ropa cómoda para estar en casa y se sienta delante del televisor.
Le pide a Toñi una cervecita, así, cervecita, en diminutivo, que es lo más cariñoso que sabe ser Isidro.
Al dar las 3 y que ninguno de los hijos estén en casa, Isidro le pide a Toñi que ponga la comida en la mesa, ella le dice q los chicos estarán al llegar, pero Isidro insiste y a poco la llama ilusa por esperarles.
Comen en silencio, la única voz es la de el presentador de las noticias que detalla cómo los israelíes bombardean Gaza ante la pasividad vergonzosa de la comunidad internacional.
Toñi no sabe muy bien cuál es el problema que hay para que hagan esas cosas, le parece mal, pero no tiene una opinión muy concreta.
Cuando Isidro acaba de comer, Toñi recoge la mesa y le pone una copita de Pacharán.
Los dos hijos llegan juntos, Toñi les pide que se sienten a la mesa pero los dos dicen haber comido fuera.
Los tres hombres de la casa se sientan en el sofá mientras Toñi termina de fregar los cacharros.
Alberto se acerca a la cocina, abre el cajón de los cubiertos, coge un cuchillo que calienta con un mechero y se pone a partir una pequeña postura de hachís. Toñi le recrimina que lo haga sobre la encimera y Alberto contesta mal. Isidro que está en el salón pega un grito y le pide a su hijo que deje de tocarle los huevos a su madre. Alberto mira con desprecio a su madre y se va a su cuarto quejándose.
Una vez recogida la cocina, Toñi, por fin se sienta a ver la tele. Los chicos están en sus cuartos, Isidro dormita en el sillón relax y es entonces cuando Toñi puede ponerse a ver Telecinco. A ver las vidas de los demás, a disfrutarlas, a criticarlas, pero no tarda mucho en dejarse vencer por el cansancio y se echa una cabezadita.
Justo en el mejor momento del descanso, Isidro se levanta para ir a trabajar de nuevo y al irse da un portazo que despierta a Toñi de la siestecita.
A eso de las 6, Toñi se arregla un poco para ir al centro a comprar unas telas que ha visto en la calle Esparteros. Ha quedado con Milagros una vecina del barrio a la que conoce desde hace 25 años, se puede decir que Milagros es una amiga, aunque la palabra amiga debería tener más complicidad de la que ellas tienen.
Junto a ellas va Yoli, una de las hijas de Milagros. A Toñi le hubiera gustado tener una hija. Una hija con la que contarse «sus» cosas, una hija que la ayudara en la casa, una hija para ir de vez en cuando al centro a comprar cosas.
Pasan la tarde por las tiendas de Sol, de Preciados, pasean por la plaza Mayor y meriendan en un Rodilla unas mediasnoches con jamón y queso antes de volver al barrio.
Cuando salen de la boca del metro de Nueva Numancia se encuentran a Alberto fumando porros con los amigos.
Alberto, como si fuera un buen hijo se acerca, le da dos besos y le pregunta si quiere que le lleve algo cuando en un rato pase por casa. Toñi sabe que lo único por lo que se ha acercado es porque Yoli es una chica muy guapa y Alberto ha ido a ganar unos puntos de cara a la joven y atractiva vecina.
Al llegar la casa está sola, no hay nadie. Toñi tenía pensado planchar, pero se le ha hecho tarde y ha de preparar la cena. No antes de extender en la cama la tela que ha comprado con ilusión de hacer unas fundas para cambiar los cojines del salón.
Pone la tele de fondo, el silencio la mata, no ha buscado canal ninguno, simplemente quiere oír algo que la impida oír su propia voz, sus propios pensamientos.
En la cocina bate un huevo, prepara un trozo de papel de plata con harina y empieza a rebozar las berenjenas mientras en otro fuego esta una cazuela hirviendo con unos huevos.
Cuando termina con las berenjenas las pone en un plato con una servilleta para quitar todo el aceite que puede.
Pela los huevos y con la yema hace una mezcla de atún y tomate con la que decora las claras.
Cerca de las 10 llega Carlos, se ducha y se va.
Isidro no tarda en llegar. Toñi le mira y sabe al instante que ha estado en el bar bebiendo. Tiene los ojos rojos y habla mal.
Cuando Toñi le dice que le va a poner la cena, Isidro no quiere, alega un día muy duro y se va a la cama.
Toñi se come un par de rodajas de berenjena y un huevo relleno.
Recoge la cocina, mete en un tupper las berenjenas que han sobrado y los huevos los mete directamente en el frigo en un plato tapado con papel de plata.
Toñi busca en la tele una película que le han dicho que echaban a la noche, pero no la encuentra. Se queda dormida en el sofá.
Cerca de las 12 oye la puerta y se despierta, es Alberto, que se mete en su habitación con un hasta mañana y poco más.
Toñi apaga la tele, se da cuenta de que no se ha tomado la pastilla de la tensión, así que va a la cocina y se la toma con un poquito de agua.
Ya en la habitación, a la que entra a oscuras para no molestar a Isidro, se da cuenta de que no ha sacado unos filetes del congelador, por lo que vuelve a la cocina.
Es la 1 de la mañana, apaga la radio de Isidro y se tumba en la cama, dándole un mini codazo a Isidro a ver si deja de roncar…
Mira el reloj, en apenas 5 horas ha de estar arriba para fregar la escalera.
Toñi se duerme. Hace mucho que no sueña. Muchísimo.