Una habitación de hospital. Mª Ángeles está en cama con su suero, sus tubos y sus máquinas. Se está mirando en un espejo de mano, acicalándose. Entra Manuela con un brazo, una pierna escayolada y completamente destartalada. Mª Ángeles esconde el espejo.
Mª ÁNGELES: Manuela, ¿se puede saber dónde has estado toda la mañana? ¡Uy! ¿Pero que te ha pasado?
MANUELA: Que me he caído por las escaleras.
Mª ÁNGELES: ¿Que te has caído por las escaleras?
MANUELA: Qué sí, Mª Ángeles, que me he caído por las escaleras de emergencia cuando me estaba fumando el cigarro de buenos días.
Mª ÁNGELES: ¿Y cómo te has caído por las escaleras, Manuela?
MANUELA: ¡Pues cayéndome, como todo el mundo! ¡Déjame ya tranquila!
Mª ÁNGELES: (Sorprendida) ¡Manuela, tú te has tirado por las escaleras!
MANUELA: (Haciéndose la indignada) ¿Cómo me voy a tirar yo por las…
Mª ÁNGELES: ¡Sí, sí! ¡Tú te has tirado por las escaleras porque ya no sabes qué hacer para que el médico tenga que venir a verte!
MANUELA: Mira, no quería decirte nada porque no te lo vas a creer pero, yo no me he tirado por las escaleras. Creo que me ha empujado la enfermera.
Mª ÁNGELES: ¿Tú te piensas que yo soy tonta? Llegaste a este hospital por un granito en la espalda y desde que viste entrar al médico por la puerta has tenido ya tres accidentes.
MANUELA: Tú dirás lo que quieras, pero esa nos tiene envidia. Cada vez que el médico nos desabrocha la bata para meternos el fonendoscopio por entre los pechos, se le ponen los ojos como platos.
(Entra la enfermera)
ENFERMERA: Buenas días, señoras. (Viendo a Manuela) Pero bueno,¿qué le ha pasado, Manuela?
Mª ÁNGELES: Que se ha caído por las escaleras, ¿no lo sabía? Pero si acaba de decirme Manuela que ha sido usted la que le ha empuja…
MANUELA: ¡Pues sí! Me he caído por las escaleras, mire usted qué faena.
ENFERMERA: Vaya por Dios… ¡y yo que venía a darle el alta ahora mismo!
Mª ÁNGELES: ¡No me diga!
ENFERMERA: Claro, si acabo de llamar a su hijo para que viniera a recogerla.
MANUELA: Pues llámelo otra vez y dígale que no se moleste.
ENFERMERA: (Revisando sus papeles) Bueno, voy a anular su alta. Por cierto, el médico no tardará mucho en venir a verlas. Hasta luego.
(La enfermera se va. Manuela busca algo entre sus cosas)
MANUELA: Oye.
Mª ÁNGELES: ¿Qué?
MANUELA: ¿Has visto mi espejo?
Mª ÁNGELES: ¿Por qué voy a ver yo tu espejo?
MANUELA: ¡Porque te conozco!
Mª ÁNGELES: A ver si te crees que yo soy como tú, que me dices que no sabes dónde está mi barra de labios y luego, cuando llega el médico, siempre tienes los labios pintados.
MANUELA: ¡Te he dicho veinte veces que yo no tengo tu barra de labios!
Mª ÁNGELES: ¡Ni yo tengo tu espejo, así que estamos en paz!
MANUELA: Me tienes harta, Mª Ángeles. Estás rabiosa, y todo porque ayer el médico estuvo más tiempo conmigo que contigo.
Mª ÁNGELES: El médico estuvo más tiempo contigo pero a mí no me quitó el ojo de encima en toda la visita. Parecía como si me desnudara con la mirada.
MANUELA: El médico no te quitaba el ojo de encima porque tú no parabas de toser y toser y venga toser, ¡pero cuando se fue ya no tosiste en todo el día!
Mª ÁNGELES: ¡Anda y tírate otra vez por las escaleras a ver si me dejas tranquila de una vez!
MANUELA: ¡Eso es lo que tú quisieras, que te deje tranquila con el médico!
(Entra la enfermera con otra mujer. Va en silla de ruedas, lleva gotero y está muy demacrada)
ENFERMERA: Mª Ángeles, Manuela, mirad quién ha vuelto al hospital.
ANTONIA: Buenos días, Manuela. Buenos días, Mª Ángeles.
Mª ÁNGELES: (Enfadada) Pero bueno, ¿tú qué haces otra vez aquí, Antonia?
ANTONIA: Pues ya ves, que me ha dado otro infarto.
MANUELA: Pero si saliste del hospital ayer mismo por la tarde. ¿Tú no tendrías que estar guardando cama en tu casa?
Mª ÁNGELES: ¡Eso!
ANTONIA: ¡Que ya os lo he dicho, coñe! ¡Que me ha dado otro infarto!
ENFERMERA: El caso es que no tenemos habitaciones suficientes y he pensado que, cómo ya os conocéis las tres, no os importará que Antonia se quede con vosotras durante un tiempo, ¿verdad?
MANUELA: ¿Y si viene el médico, qué pasa? ¡No va a tener tiempo de mirarnos a todas!
ENFERMERA: El médico estará más tiempo en esta habitación, no os preocupéis. Póngase usted cómoda, Antonia.
(La enferme se va)
MANUELA: Y digo yo, Antonia, que mira que es mala suerte tener otro infarto el mismo día que vuelves a casa, ¿verdad?
ANTONIA: A vosotras lo que os pasa es que me tenéis envidia porque con tanto infarto estoy todo el día metida en el hospital y el médico se conoce hasta mi segundo apellido.
Mª ÁNGELES: El médico se conoce tu segundo apellido porque es el mismo que el primero, que tus padres eran primos hermanos.
MANUELA: ¡Por eso te dan a ti tantos infartos, que estás amorfa por dentro!
ANTONIA: A mí lo que me pasa es que estoy tan enamorada del médico que hasta el corazón se me apaga cuando lo tengo lejos. No puedo negar lo que siento por él y acepto cada infarto que me da por su culpa mientras la recompensa sea tenerlo siempre conmigo. Así que decid lo que queráis pero yo estoy muy mala. El médico tendrá que darme muchos cuidados y mientras antes os hagáis a la idea, mejor.
Mª ÁNGELES: ¡A tu corazón lo que le pasa es que eres una guarra!
ANTONIA: ¡Envidiosa!
MANUELA: ¡Guarra!
(Entra la enfermera con otra mujer que está dentro de una especie de cápsula de aislamiento portátil repleta de tubos y botones)
ENFERMERA: Pase por aquí, pase. Señoras, les presento a Juana. Tendrá que quedarse con vosotras por…
LAS TRES: ¡Eh, eh, eh!
MANUELA: ¿Pero qué cachondeo es este, por el amor de Dios?
ANTONIA: Tres enfermas en una habitación tiene su pase, ¿pero cuatro?
MANUELA: ¡No, no, no! ¡Pues hasta aquí podíamos llegar!
Mª ÁNGELES: ¡Y encima nos meten a “esto” que a saber qué es lo que tiene!
JUANA: ¡Oiga, sin faltar, que yo soy persona!
ANTONIA: En siete años que llevo sufriendo infartos en este hospital, jamás me habían tratado de una forma tan miserable.
(Todas hablan al mismo tiempo, subiendo el tono cada vez más)
ENFERMERA: ¡Silencio! ¡Ustedes calladitas y a tragar como fulanas!
(Las cuatro pacientes se quedan boquiabiertas sin poder decir nada)
ENFERMERA: (Arrepentida) Perdonen mis modales, señoras, pero está siendo una mañana muy estresante. Las urgencias están colapsadas y los médicos están que no dan abasto. Juana estaba en otra habitación pero nos hacen falta camas y estamos realojando a todos los enfermos.
Mª ÁNGELES: ¡Pero es que yo necesito estar mucho tiempo con el médico, no ve que me estoy muriendo! (Tose con fuerza)
MANUELA: ¡Mira guapa, que yo acabo de caerme por las escaleras y también necesito estar mucho tiempo con el médico!
ANTONIA: ¡Aquí la que ha tenido un infarto he sido yo! ¡Un infarto, enfermera!
ENFERMERA: ¡Tranquilas! El médico estará con cada una de vosotras el tiempo que necesitéis. Un poco de paciencia, por favor. Será solo hasta mañana. Voy a por sus medicinas, enseguida vuelvo.
(La enfermera se va)
JUANA: ¡Bueno! ¡Pues estamos frescas!
MANUELA: Usted cállese que ahora por su culpa estamos cuatro mujeres aquí metidas y el médico no tendrá tiempo ni de ponernos el termómetro a cada una.
JUANA: ¡Qué culpa tendré yo de que las urgencias estén como están! Además, ¿te crees que a mí me gusta compartir habitación con todas vosotras?
MANUELA: ¡Pues ya me contará a ver qué hacemos! (Va hacia la puerta a mirar si viene el médico)
ANTONIA: Bueno, ahora ya da igual. ¿Qué pasa Juana, otra bacteria?
JUANA: (Muy contenta) ¡Otra bacteria, Antonia!
Mª ÁNGELES: ¿Os conocéis?
ANTONIA: ¡Claro! Juana lleva en este hospital desde que era moza. Es toda una institución por aquí.
JUANA: He pasado ya por cinco fiebres botonosas del mediterráneo, nueve botulismos, cuatro gonorreas y hasta me contagié una vez de la peste. Pero es que este médico me lo cura todo.
Mª ÁNGELES: ¿Y qué es eso que huele tan mal?
JUANA: (Sonríe con timidez) Tenéis que perdonadme, pero soy yo.
Mª ÁNGELES: ¿Esa peste es suya?
JUANA: Sí señora. ¡No me lavo nunca! ¿De qué si no me iba a contagiar yo de tanta bacteria? No me hago ni el lavado del gato. Sólo consiento que me bañe el médico cuando me traen al hospital.
(Todas se sorprenden)
Mª ÁNGELES: ¿¡El médico le baña!?
ANTONIA: ¡No me lo creo!
JUANA: Pues créaselo, yo soy cliente habitual y el médico me tiene mucho cariño. Me tiro semanas sin lavarme hasta que me contagio de una bacteria. Es horroroso y no se lo deseo a nadie, pero cada vez que vengo al hospital y el médico me quita la ropa para meterme en la bañera… me pongo mala. Me entran unos calores…
ANTONIA: ¡¡No me lo creo!!
JUANA: Y no vean lo bien que me frota con la esponja.
ANTONIA: ¿¡El médico te frota con una esponja!?
JUANA: (Haciendo un gesto con las manos) ¡Así de veces! ¡Así!
MANUELA: (Desde la puerta) ¡El médico! ¡Qué viene el médico!
(Rápidamente todas se colocan en su sitio y se acicalan. Se ponen collares y tocados de colores, se bajan el escote, se pintan coloretes. Acaban realmente ridículas. Hay una gran pausa. Están quietas esperando al médico. Se miran entre ellas. El médico no aparece)
Mª ÁNGELES: ¿Viene el médico, o no viene?
MANUELA: Yo lo he visto aparecer por el pasillo.
ANTONIA: ¡Pues el pasillo no es tan largo!
JUANA: Se habrá entretenido con algún paciente. Paciencia.
(Todas se quedan quietas esperando un rato más)
MANUELA: ¡No aguanto más, voy a ver donde está!
(Manuela sale de la habitación. Nadie dice nada, solo esperan. Al cabo de un rato aparece de nuevo Manuela que entra muy nerviosa)
MANUELA: ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío!
Mª ÁNGELES: ¿Pero qué pasa, Manuela?
MANUELA: ¡Ay, Dios mío, Mª Ángeles! ¡Ay, Dios mío!
JUANA: ¡Mujer, que nos tienes en ascuas! ¿Qué pasa?
MANUELA: Acabo… ¡Acabo de encontrarme a la enfermera pelando la pava con el médico en el cuarto de las fregonas!
(Todas se sorprenden)
ANTONIA: ¿¡Pero qué dices!?
MANUELA: ¡Lo que has oído, Antonia! La muy zorra nos ha estado engañando todo este tiempo. Nos ha metido aquí a las cuatro para deshacerse de nosotras y tirarse al médico.
Mª ÁNGELES: ¿Y el médico qué hacía?
MANUELA: ¡Ese miserable le estaba metiendo la mano hasta por el corvejón!
Mª ÁNGELES: ¡Desde luego en este hospital no hay nada más que lagartas!
MANUELA: (Mirando por la puerta) ¡Ahí viene ese zorrón verbenero con el carrito de las medicinas!
Mª ÁNGELES: ¡Pues qué entre! ¡Y vosotras, disimulad! Se va a enterar esa pelandusca de tres al cuarto con quién se está jugando los cuartos.
(La enfermera entra con el carrito. Todas la observan con furia)
ENFERMERA: A ver, os traigo la medicación. Una pastilla para cada una y…
Mª ÁNGELES: ¡Cogedla, que no escape!
(Manuela y Antonia la agarran y la sientan en la silla de ruedas de Antonia. Todo comienza a ser muy violento desde este momento)
ENFERMERA: ¿Pero qué hacéis?
MANUELA: ¡Cállese y confiese! ¿Qué es lo que hacía con el médico en el cuarto de las fregonas?
ENFERMERA: ¿Pero qué dice?
JUANA: ¡No se haga la tonta, maldita perra, que estamos muy locas!
ANTONIA: Así que por eso nos has metido aquí a todas ¿verdad? Querías quedarte con el médico para ti sola, ¿eh? ¡Confiesa!
ENFERMERA: ¡Eso es mentira!
(Antonia coge el tubo de su gotero y lo lía por el cuello de la enfermera, que comienza a asfixiarse)
ANTONIA: Mira, so guarra. Aquí la amiga Manuela te ha visto magreándote con el médico en el cuarto de las fregonas, ¡así que no te pases de lista y confiesa de una maldita vez!
(Antonia, totalmente fuera de sí, zarandea a la enferma mientras sigue apretando el cuello de la enfermera con el tubo del gotero)
ANTONIA: ¡Vamos! ¡Vamos!
(Manuela, que estaba sujetando a la enfermera, se aleja lentamente de la silla y todas quedan en silencio. La enfermera ha dejado de moverse hace un rato)
JUANA: ¡Antonia, tranquilízate y suelta a la enfermera!
ANTONIA: ¿Pero qué coño dices? ¿Ya se te ha olvidado que esta cerda nos ha quitado a nuestro médico? ¿Para qué ha servido sufrir tanto, eh? ¿¡Para qué?
Mª ÁNGELES: ¡Antonia, por Dios, que has matado a la enfermera!
ANTONIA: ¿Qué? (Volviendo es sí. La enfermera cae al suelo) ¡No! Yo… yo no he matado a nadie, hemos sido todas, Mª Ángeles. ¡Hemos sido todas!
Mª ÁNGELES: No, Antonia. La has matado tú y se lo pienso decir al médico en cuanto venga a vernos, para que vea lo loca que estás. ¡Loca!
(Antonia coge un cojín de la cama y se lo pone a Mª Ángeles en la cara)
ANTONIA: (Llorando) ¡No! ¡Tú no le vas a decir nada a nadie! ¡Ha sido sin querer, yo no quería matarla!
MANUELA: (Intentando separarlas) ¡Antonia, por favor, para! ¡Vas a matarla a ella también! ¡Para!
ANTONIA: ¡Suéltame! ¡Hemos sido todas! ¡La hemos matado entre todas!
(Manuela agarra el porta-sueros de Antonia y le da un golpe en la cabeza con todas sus fuerzas. Antonia cae al suelo, fulminada, pero es demasiado tarde. Mª Ángeles yace en la cama, muerta. Manuela le quita el cojín de la cara y llorando le cierra los ojos que se habían quedado abiertos. La arropa, pero en ese momento encuentra entre las sabanas el espejo que había desaparecido)
MANUELA: (Riendo de pronto a carcajadas) ¡Te lo tenías bien merecido por mosquita muerta y por ladrona! Todo el día sin moverte de la cama, pero bien que me robabas el espejo, ¿eh? ¡Mentirosa! Seguro que ni estabas enferma ni nada.
(Juana, que hasta ese momento se había quedado en un rincón, paralizada de miedo, comienza a desplazarse hacia la puerta)
MANUELA: ¿Y tú dónde vas?
JUANA: Voy a mi habitación, Manuela. Solo quiero irme a mi habitación y descansar, de verdad. Si me preguntan diré que Antonia se volvió loca y que tú solo te defendiste…
MANUELA: ¡De aquí no se mueve ni Dios! ¿Qué quieres? ¿Contarle todo al médico, verdad? Que me encierren y quedarte sin competencia, ¿es eso?
JUANA: ¡No, por favor!
(Manuela se abalanza contra la cápsula de Juana y comienza una pelea cruel y escandalosa que acaba con las dos mujeres muertas y toda la habitación destrozada. Queda en manos del equipo teatral hacerla tan impresionante como quieran.)
FIN
La ilustración que acompaña a este artículo es de Facundo Mascaraque.
[…] personajes femeninos. Está ilustrada por Facundo Mascaraque y publicada en la revista digital Murray Magazine. Me gusta etiquetarla como una tragedia griega de temporada. ¡A ver si alguien se anima a […]