eran (favorecidas
por las circunstancias)
probablemente
tan repelentes
como eficientes
como prescindibles
en sus puestos,
pero me daban empleos
(parecidos, temporales, cargantes),
y cambiaba de uno a otro
a veces más que de gayumbos.
fábricas, almacenes,
de mañana,
de tarde,
de noche,
turno partido,
cuarto turno, quinto,
media jornada…
traga y digiere.
prorrateo con rateo.
degradación autorizada,
currículum de comemierda.
tenía 21 taquitos, coche,
disponibilidad total
y formación profesional.
el boletín
de los cojones firmado
para poder cobrar el día diez.
te llamaremos,
sí,
si sale otra cosa,
lo que sea.
contratado como peón llegué
una nueva primera vez
a una fea, sucia, vieja
y espaciosa nave industrial.
pregunté a un operario cualquiera
por un responsable cualquiera.
comprendí fácilmente
qué labor fácil, monótona
y triste se me ordenaba:
abastecer de plástico
a una máquina ruidosa sobre todo
que escupía piezas de plástico;
después airearlas y amontonarlas.
eso y punto 8 putas infernales horas.
tras tres horas haciéndolo
se me acercó a preguntarme
qué tal un tipo.
aburrido, dije.
te acostumbrarás, dijo.
vi su mano derecha
cuando señaló
piezas acumulándose.
el tipo acostumbrado
no contaba con 3 dedos.
se fue y moví todos los míos.
seguí pendiente de la máquina,
preguntándome por su costumbre.
el turno finalizó.
otro pringado
me dijo hasta mañana.
no le contesté
y alguien se quedó
el papelito rosa
del boletín firmado.