Rebautizaba las cosas a su gusto.
Ponía nombres según sus antojos, esto quizás, debido a su incapacidad de ver la
realidad tal y como era.
Al odio le decía confusión, a la mentira versión, a la distancia espera y a la felicidad
Tal y como quería, lo hacía.
Pero del amor nunca hablaba. Nunca. Ni siquiera consigo misma.
Sabía que contra eso no podría.
¡Sabía cuánto no sabía!