Las cuerdas de la guitarra están congeladas, y no suena una mierda, o creo que no suenan una mierda, o a lo mejor todo me parece una mierda hoy…
No tengo ganas de contestar al Whatsapp, Rosa es una pesada, y lo he puesto en silencio para no acordarme más, no quiero cometer una locura, y contestarle.
Tengo la seguridad de que no encontrará nadie mejor, es imposible, yo le hubiera dado mucho más, le llevaría al parque y le escribiría una poesía, para ella. Viajaríamos juntos por Marruecos, con mi guitarra de viaje, y dos pesadas mochilas. Mi todo, era ella, era mi todo, mi nada, todas las cosas a la vez… le prometí que la primera canción que escribiera iba a ir dedicada a ella, e incluso trataría de ella, ¿Cuántos hombres harían eso?
No sé qué puede haber pasado.
Es cruel, es injusto, no me merezco esto.
Suena el móvil, descuelgo, es Rosa:
—Dime
—Hola
—No puedo hacer más por ti, lo siento
—Escúchame, un segundo por favor
—Vale, dime
—Me has tratado muy bien,
pero de tanto pensar en mí,
te olvidaste de ti.
Colgué porque me entraron escalofríos, y por poco no se cae el teléfono al suelo… Rosa es escritora, y escribe realmente bien, a veces habla aún mejor, y a veces habla como si estuviera escribiendo a la vez. Es flipante. Te deja sin palabras.
Rosa lleva razón, y lo sé. Ahora sólo me queda sumergirme en mi dolor y rezar porque no me vuelva a olvidar de nuevo de mí, mi todo, y mi nada a la vez, la causa y solución de todos mis problemas, menos éste.