A veces preciso de lugares mansos
tiempo entre paréntesis
y en cursiva
no hallar manos en mis manos
ni en cintura
cadera
hombro
rostro de mí
que el sueño me lo diga,
lo que aún no sé ver,
que las palabras esperen
ordenadas
pacientes
aseándose unas a otras
como para construir su mejor discurso
maniobrado
estudiado
manipulado
salir a la puerta de la calle
y, entonces, empujarlas
hasta verlas rodar por el precipicio
que sea el vuelo vertical
el que les encuentre forma
que las unte de mantequilla
y melaza
unas pocas así se escurrirán
para dejar de ser usadas
quedarán
las pegajosas
las untuosas
las pequeñas
quedarán
pues ser livianas en peso trae ventaja
y cuando ya no sepa qué decir
y me valga sólo de vocablos ligeros
que precipiten eneros
al menos
te miraré y podré decirte
‘amor’.
(aunque estos últimos versos requieran de un ‘te quiero’)