Eres mi vida. Te acuerdas? Eres mi vida. Jugaba a mentirte diciéndotelo una y otra vez, sabiendo que mentía.
Los dos. Lo sabíamos los dos, tú y yo, pero nos gustaba tanto jugar a mentirnos como jugar en la cama a follarnos los miedos.
Y, de repente, esa cama, nuestra cama, es una habitación aséptica que convierte el rojo en azul y las manos en hierba.
Y ya no eres mi vida, ni siquiera de mentira.
Eres mis arrugas, mis ojeras, mis pupilas dilatadas y este hueco que me sobra entre las piernas.
Y sabes que yo no miento.