Mientras me pintaba las uñas de los pies, recordé esa canción de Iván Ferreiro: Un corazón no es para siempre, a veces tienes que devolverlo. Te pedí el mío. «Ya me conoces, siempre lo pierdo todo. No tengo la factura».
Suspiré.
Esa noche preparé nigri de salmón, tu plato favorito, para cenar. Me puse ligueros y los zapatos de tacón inalcanzable que me compré en el Soho con la certeza de que sería imposible caminar con ellos por la calle —»Son perfectos para jugar», te dije entonces poniendo esa cara de niña mala que provocó que sacases la cartera para pagar. Con lo tacaño que eres…—. Te volví loco haciéndote el amor y te corriste en mi boca sin ni siquiera tener que mover un dedo.
Un contrato de compra es un contrato de compra. ¡Puto tíquet!