Llevábamos buscándola tres horas cuando la neblina de la tarde comenzó a envolvernos. Poco a poco íbamos dejando de ver con claridad y nos convertíamos en figuras desdibujadas de un antiguo óleo que se va borrando. Lorenzo iba el primero. Era el más nervioso y movía sin parar sus manos intentando calentarlas. Al principio, íbamos gritando su nombre, pero ya habíamos dejado de hacerlo y solo andábamos sin tener claro hacia qué dirección ir. Emilio, a mi lado, me miraba como intentando decirme algo. La maleza cada vez era más alta y empecé a temer que acabáramos perdiéndonos nosotros también.
Cuando Lorenzo por fin se paró, nos sentamos en unas rocas y hablamos sobre qué hacer. ¿Cómo íbamos a explicarle lo sucedido a un sheriff de un pueblo perdido del estado de Washington con nuestro inglés de instituto? Tampoco sabíamos mucho de ella. La habíamos conocido la noche anterior en un bar de pueblo y apenas hablamos de nada personal. Nos dijo que el norte era bonito, que ella venía del medio oeste. Nos dio el nombre de un pueblo que no recordábamos, Saint no sé qué, en Estados Unidos debe haber mil pueblos que se llaman Saint algo.
«Tenemos que avisar a alguien», dijo Lorenzo, supongo que el haber dormido la noche anterior con ella hacía que tuviesen un vínculo especial.Yo tenía claro que eso era lo que había que hacer, pero Emilio sembró la duda. No estoy diciendo que fuese el responsable de mi decisión. Dijo que seguro que había llegado a algún pueblo, que estaría bien. Además sólo conocíamos su nombre de pila: Olivia. Nadie iniciaría una investigación por una chica de la que sólo teníamos un nombre de pila.Y si la encontraban y le había pasado algo, tres turistas españoles que apenas hablaban inglés serían los cabezas de turco perfectos. Seguro que estaba bien, sólo se había cansado ya de nosotros y había decidido terminar con esa excursión por Wenatchee. Cómo fiarnos de una chica que viajaba con lo puesto.
Mi «voto» decidía que hacer. Sin duda influyó que cuando me insinué la noche anterior se decidiera por Lorenzo. Ella no apostó por mí y yo no aposté por ella. Puede que tomara la decisión equivocada, aunque prefiero pensar que aquella rubia de Saint algo simplemente se aburrió de aquellos españoles a los que apenas entendía.