Dupen, ladrón de guante blanco

Dupen, ladrón de guante blanco
Ilustración de Ángela Márzquez

Él siempre la miraba con los ojos muy, muy abiertos, como queriendo no perder detalle de cada uno de sus gestos, de su fisonomía, del modo que tenía de mover los labios mientras pronunciaba cualquiera del millón de palabras que en ella había. ¡Qué importancia podría tener aquello de lo que fuese de lo que ella hablaba comparado con el movimiento suave y continuo de aquella boca! Ahí descansaba el pensamiento de Dupen, en aquellos labios carnosos.

Así se encaminaba a su oficina cada día. Cada día. Cada día. Y en ese ‘cada día’ él se encontraba su punto fuerte, así como esa misma continuidad resultaba su máxima debilidad. Para él y para ella. Para ambos. Ella la buscaba tanto como la temía. Él la tenía integrada en su vida así como huía del gran ente de la rutina cada vez que una cara se giraba hacia el otro lado.

Meto la llave una mañana más Hoy son las 08:08, se me hizo algo tarde la giro. Abro. Desconecto la alarma. Persianas arriba, volteo el cartel de la puerta que ahora anuncia ‘Abierto’. Coloco los papeles, las llaves, el móvil, cada cosa en su lugar y comienzo por donde ayer me quedé siempre y cuando no venga ningún cliente. A lo largo de la mañana, como a ráfagas, algún pensamiento, algún recuerdo. Tengo que llamar a François, para ver a qué hora es el partido. Algún otro también. ¡Qué linda estaba ayer!. El resto de la jornada como es habitual, sólo pequeñas variaciones de más o menos intervalos de tranquilidad.

bluebird Comunicación
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