Ahora es, y nunca más será. En esta tierra húmeda y desabrida cierras los ojos para escuchar cómo se pierden, las voces, los sonidos de una mañana a contraluz.
Ahora es y nunca más será. Estrecho tu mano y acaricio, las vainas nervudas de tu palma. Huele a tierra mojada y huele a campo. Se oye el tractor y se oyen ladridos, estamos lejos y a la intemperie.
Se ha deshilachado la sierra blanca entre nubes y el sol la corteja a ratos. La gente pasa, corriendo, ignorando al tiempo y creyendo que un domingo es, ahora, y nunca más será.
Cíñete a la vereda y agáchate junto al camino, como yo. Entre las telarañas que colman las ramas secas me escondo, y te espero guiñando, al sol.
Ven a gritarle al domingo que el tiempo es la canción que asoma en nuestras comisuras.
Bajo el toldo blanco de la sierra
la ciudad parece el espejismo,
y el escondrijo entre los matorrales un sueño,
gemelo nacido de nuestros ojos.