Cuatro muertos

Esta vez sí, esta vez estoy siendo capaz de verte sin esas gafas asquerosas que me convierten en un estúpido iluso.

Si supieras todas las noches que me abrazaba a un cuerpo pensando que era el tuyo. Si supieras las horas de vigilia que te dedico. Noches en las que me imaginaba follándote a lo bestia y que tú te retorcías de gusto. Donde a veces te susurraba que eras un sueño, que te quería querer en plenitud, que todas mis amantes eran un boceto, un camino para llegar a ti. Con esa falsa sensación de que contigo había llegado a la meta, que se había acabado la búsqueda…

Muchas, muchísimas horas hablándote en un interminable diálogo interior en el que siempre te pongo esa voz que se te queda después de tus 4 vodkas, del paquete entero de Lucky y de las 6 rayas de coca que te enchufas para soportar la verdad de una mierda que no deja de perseguirnos…

Y ya ves, ahora, que estoy tumbado a tu lado, en tu cama, con tu cabeza durmiendo en mi pecho, te sigo hablando en silencio, sigo soñando con estar algún día en tu cama.

Porque no eres la a la que hablo, no eres a la que follo, ni siquiera eres la que imagino.

Así que ahora me distraigo mirando el póster en la pared en el que Samuel L. Jackson y John Travolta me apuntan con una pistola.

Dispara, gilipollas! Nunca me vas a encontrar tan desarmado!

Llega la mañana. Algo de luz se intuye tras las cortinas opacas que siempre te mantienen escondida.

La perra, a los pies de la cama, es la única que advierte mi presencia. Me mira como pidiendo su espacio, como diciendo «vete de una puta vez, quiero mi sitio… Para esto no te cedo mi lugar”…

Y de repente te giras, y me das la espalda y entonces, en silencio, empiezo a reprocharte tu frialdad, pero esta vez la que hay en mí tampoco se disculpa, ni se da la vuelta, ni me besa.

Sacas mi brazo de debajo de tu cabeza, haces que gruñes medio dormida, pero sé que en ese gesto hay mucha más conciencia de lo que pretendes que parezca.

Hace tanto frío que me pego a ti, e intento abrazarte, pero en tu dormir no tienen cabida mis cariños y vuelves a zafarte y entonces le hablo a tu pelo, es lo poco que estando tú de espaldas da la cara.

Me distraigo mirando los restos de carmín que has dejado en la almohada, pensando que ese carmín son los besos que no me das, los besos que a la de verdad ya no le salen.

Y entonces veo que tengo mucho más frío por dentro que por fuera.

Repaso la noche. Otra noche fantástica? No sé, porque tanta droga, tanta dopamina, te han convertido para mi vida en una foto llena de photoshop, retocada a mi puto antojo.

Y sí, claro. Claro que me gusta verte bailar, y que vayamos de la mano, claro que me gusta oírte gemir y que me pidas más de lo que ni siquiera has probado. No tienes ni idea de lo bien que follamos en mi mente, parecemos otros.

A veces despierto de mis ensoñaciones (mierda…) y veo que estás tan lejos que quizá no me oyes, e intento acercarme, pero tú y yo sin vodkas no somos mucho, no tenemos oídos y entonces veo que tu silencio me mata a gritos y que tus gritos no matan mi silencio.

Qué difícil es amarte en estas dos partes, la que reposa tumbada en tu cama y la que folla en la mía.

Porque en mi cama, en mi almohada, no hay restos de carmín. Me lo quedo yo todo.

Trato de buscar los motivos para tanto desdoblamiento y lo único que encuentro es que somos lo que somos a pesar de que no queramos serlo.

Dos cuerpos atados a tantas calamidades que sólo el vodka es capaz de desatarlos.

Voy otra vez. Voy a intentar fusionar tus dos .

Y haciendo que estoy dormido vuelvo a abrazarte desde atrás. Y te pongo la polla en el culo. Otras veces mi polla fue un ombligo umbilical con otros cuerpos. Pero mi polla y tu culo parecen dos desconocidos. Dos desconfiados. No lo tienen nada claro.

Caigo en la peor de las cuentas. No sólo te imagino a ti, es que yo tampoco soy quien imaginé ser.

Así que he decidido levantarme y dejar que esos dos que no somos sigan follando allá donde estén.

—Me voy, he de ir a casa a dar de comer a la gata.

—Estás bien para conducir? —preguntas.

—No te vayas, quédate un ratito mas —dice la otra .

—Sí, no te preocupes, ya se me ha pasado el pedo —digo yo.

—Vale, me quedo a follar contigo —dice el otro yo.

Y mientras la perra me mira, «a tomar por el culo, machote!».

Miro otra vez el póster. Samuel sigue apuntando…

Haber disparado, amigo. Dos balas. Cuatro muertos.

bluebird Comunicación
bluebird Comunicación
bluebird Comunicación
bluebird Comunicación

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.