Cicatrices

Voy a contarte una historia. Una de esas historias que por cotidianas y humanas se cuelan en el subconsciente colectivo y no dejan dormir a las personas que de ellas se vuelven dueñas.

Es curioso sentir que cada hora, cada minuto, cada milésima de segundo, las piezas fragmentadas de este puzle que es la existencia de la vida misma, se mezclan, y conectan los caminos de mentes errantes y corazones libres hechos de pasos distintos.

Y así vive ella… Ella camina con consciencia plena de su existencia. Con cada mirada que lanza es más libre y vuela más alto. Sus manos palpan un aire limpio de rumores y habladurías porque ha dejado de importarle el humo viciado por lenguas de víboras y entrañas amargadas por la costumbre y la rutina.

Marta es así. Ella ya no se deja herir. Su alma sensible ha decidido amar sin complejos y sin límites. Sólo quiere vivir y soñar utopías posibles y bellas para un mundo imperfecto, cruel y áspero.

Ella lo sabe y no le importa. Sabe que la vida es como el filo de una navaja, hecha de óxido y acero, fría y perecedera… Sin olvidar que es de madera, cálida, natural y entrañable, con memoria y futuro.

Pensando y divagando aspira las últimas caladas a escondidas en la puerta del hospital donde hoy duerme y trabaja. Hoy tiene turno de noche, y la noche promete ser larga, amarga y humana a la vez. Limpiar culos, hacer camas, cambiar vías y compartir risas y lágrimas con personas anónimas es lo que tiene… que le dejan a una el alma encogida, las tripas revueltas y la mente confusa.

Pero ella no se queja. Es lo que ha elegido, a lo que le ha conducido la vida. Su vida marcada por decisiones propias y ajenas como tantas otras.

Marta lo sabe y lo acepta. No le tiembla el ánimo ni se le altera el pulso pensando en todo lo que ha perdido por el camino. Porque vive disfrutando su existencia renovada y enriquecida, haciendo suyos sus sueños, viviéndolos, sintiendo que su vida es suya, que le pertenece por derecho o por coraje.

Porque coraje es lo que emerge cada mañana de su ser para levantarse y vivir sin Manuela, su familia, su maestra, su alma afín. Ella que le dio la vida y la creó como persona y espíritu libre. Y en su recuerdo se reconforta con cada mirada, cada palabra, cada cama que cambia de cuerpos inmóviles y almas palpitantes, como lo fue ella un tiempo, cuando ya no era ni rastro de la mujer que fue… Y sin embargo vivía… Rodeada de sondas y monitores, pero vivía. Postrada en una habitación sin luz ni aire puro, cuerpo para estudios y experimentos de científicos, con el vademécum bajo el brazo como biblia.

Resistía cada amanecer con el anhelo caliente de su visita, de su niña hecha mujer de repente, que emergía entre luces de quirófano dos horas al día para empaparla con caricias y canciones, dos horas para volcar en ella la esperanza hecha contradicción de un presente incierto y la ilusión de un futuro compartido.

Sin ser consciente del tiempo que movía las manillas del reloj, pasaron semanas y meses. Hasta que el cansancio y el dolor hicieron un agujero en su esperanza para dejar paso a la desidia y el abandono. Hasta que un día se cansó de vivir. Abandonó su cuerpo a la sagrada ciencia y su alma al paganismo más cristiano y se fue… Así sin más… Se fue dejando huella en el esfuerzo colectivo de batas blancas anónimas, que inyectaban en su cuerpo antibióticos y sedantes, sin darse cuenta que las ganas de vivir de la paciente de la cama 66 se había colado en su memoria, cosiendo un lazo de cariño y esperanza en sus mentes racionales, sin que exista teoría alguna que diera un diagnóstico certero a aquel duelo ajeno, tan extrañamente propio.

Se fue llevándose la fe en la ciencia, en los hospitales, en la misa del alma. Y el corazón de la niña curtida en mujer durmió durante semanas y meses. La inocencia desgastada de tanto rezar y soñar en vano, abandonó su cuerpo para hacer de ella un ser  huraño y cruel, vacía de todo amor. Porque el amor que le crecía dentro murió el día que ella dejó de respirar. Su llama de amor alimentada de ilusiones y esperanzas de futuro se apagó para dejar a la rabia campar a sus anchas.

Marta recuerda, se encoge de dolor, respira y sonríe. Consuela su alma y cura sus heridas curando llagas ajenas con betadine y amor. Un amor herido y trasnochado, pero amor al fin y al cabo.

bluebird Comunicación
bluebird Comunicación
bluebird Comunicación
bluebird Comunicación

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.