Carta de una bala a su escopeta

Querida escopeta:

Ha pasado ya algún tiempo desde que nos vimos por última vez, y tenía la necesidad de hacerte llegar todo lo que he sentido este tiempo atrás. Todos los miedos y temores que tenía cuando estaba en ti, desafortunadamente los he podido corroborar, porque he visto el horror, he visto el dolor, he visto la sangre, he visto la muerte. Yo he matado. Y la muerte es tan fría como las paredes de tu cañón, ese cañón que utilizas y enfilas para matar. Si supieras cuan dolorosa es la muerte, cuan amargo es el llanto, estoy segura que te quedarías en ese armario donde duermes cada noche.

Mi vida dentro de ti más que vida era calvario. Frío, oscuridad, soledad, amargura. Y salir para ver al fin la luz no fue la mejor opción. Luz que duró poco, duró nada. Si supieras lo que es atravesar el cuerpo de alguien, si sintieras su sangre correr por todo tu cuerpo, si vieras como se desmorona como un montoncito de azúcar, si oyeras el último aliento de alguien, no te pondrías en manos de esos a los que les das la libertad para manipularte. Esos que son tan valientes de matar escondidos detrás de tu culata, esos que son tan cobardes de no mirar al menos a la cara cuando matan, tan cobardes de no mirar a los ojos y decir: voy a matarte.

No sé cuánto tiempo llevo aquí. Pero poco a poco veo como este cuerpo desaparece, se descompone, se esparce como la mantequilla en el pan caliente. Nadie se ha dignado a traer al menos algunas flores. Sólo estamos él y yo, y es la más amarga de las intimidades.

Sólo quiero que sepas que eres cómplice de mis desgracias, aunque supongo que mi vida ya estaba predestinada a esto. Una bala no nace para otra cosa más que para matar. Para esto preferiría no haber nacido siquiera. Una bala es sinónimo de tristeza, del fin de la vida, de la oscuridad, del llanto… No me gusto. No me gusta como soy ni lo que hago. Me dan náuseas de pensar en mí misma y en mis semejantes.

En fin, no sé que más decirte. Espero que llegue el día que te des cuenta y aprendas de todo lo que te estoy contando, aunque mientras sigas confiando tu destino en esos seres con ánimo autodestructivo, no habrá nada que hacer.

Que seas muy feliz en tu miseria.

Tu bala.

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Soy 32 años joven y estudié Filología Inglesa. Soy de Puerto Real y a parte de escribir relatos, también soy traductor, principalmente de inglés a español, y profesor de español autónomo (vivo en Manchester). Para pagar las facturas y las cervezas que me tomo trabajo también como camarero en un restaurante. Me considero una persona que sabe muy, muy poquitas cosas, pero las que me se, me las se muy bien, y me gusta aplicar mucho un gran consejo de mi padre: Más vale un porsiacaso que un yomecreía. Me gusta la política pero no me gustan los políticos, me gusta el fútbol pero no me gustan los futbolistas, me gusta mucho más viajar que quedarme en casa, me gusta más hablar con los ancianos y los niños que con los adultos, y me gusta quedarme dormido en la playa.

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