Equidad. Puedo decir que sí, que no, da igual. Que todo lo que existe se basa en este pilar, que romper los dogmas nos acerca a la verdad. Que el único orden es el caos y que nada se podría haberse conseguido sin la ciencia. Que A y A son dos gigantes de hombros fatigados.
Que tal, que cual. Que somos tristes hormiguitas. Que flotamos en un profundo valle de saladas lágrimas. Que hay más, o que disrupción es transcendencia. Que el cambio ocurre cuando uno y 1 no son dos. Que en el cambio, está la vida. Y que lo vivo es informe, heterogéneo. Lo vivo nunca se parece a nada. Nada que sea idéntico tiene identidad.
Pero éste es el camino del dolor, dónde esfuerzo no es igual a recompensa y por lo tanto es más difícil esforzarse.
Me encanta la idea de esta entrada porque inevitablemente acabo siempre rompiendo esquemas. Y lo que más me atrae es la reflexión final sobre que el esfuerzo no conlleva una recompensa siempre que te salgas de lo común.
Pero aún me quedo con ganas de ver a un Pelayo que desgarre más el alma.
Seis años después leo este mensaje junto al mío, dentro de la botella que lancé. Me emociona y me motiva para romperme el alma y la camisa.