Esta entrevista empezó cuando unos amigos de mi época universitaria me regalaron un par de entradas para el espectáculo ‘En tu mente’, de Luis Pardo, en la Sala Muntaner de Barcelona. No sabía quién era aquel tipo, pero una experiencia rara siempre atrae. Ilusionismo. Un concepto mágico que trae susurros de épocas pasadas y recuerdos de películas hollywoodienses de cierto éxito que más o menos todos conocemos. Lo que certifica que era un ignorante en este tema es que antes de ir al teatro pensase que Pardo intentaría hacerme pasar por reales hechos paranormales en los que yo jamás creeré. Él mismo en las primeras dos respuestas me aclara que no es así. Porque después de sus dos horas de mentalismo —la disciplina del ilusionismo a la que se dedica— me quedé tan inquieto que decidí pedirle una entrevista que tuvo lugar en el bar Sense Nom de la capital catalana.
Luis Pardo es uno de los ilusionistas con más renombre del momento que en 2004 recibió un premio, el Nacional de Mentalismo, que se da en muy contadas ocasiones. Uri Geller, el ilusionista israelí conocido por doblar cucharas, es un fan suyo.
Dices que en tu espectáculo haces psychomagia. ¿Qué significa este concepto?
La psychomagia es magia psicológica. Es decir, mentalismo. Lo que pasa es que desde hace unos cuantos años muchos tarotistas, videntes, brujos, etcétera, se están poniendo la etiqueta de mentalistas cuando no lo son. Un mentalista es alguien que hace magia psicológica y que se dedica al espectáculo. Llamé psychomagia a lo que yo hago para diferenciarme un poco de todo esto con lo que algunas personas me compararon.
¿En qué recae esa diferencia?
En que ellos venden que tienen poderes para sacarle dinero a la gente con problemas. En cambio, un mentalista se sube al escenario para entretener. Esa es la gran diferencia. Para mí lo otro es una estafa.
¿En qué momento de tu vida decidiste dedicarte al ilusionismo?
Fue progresivo. Cuando yo tenía seis años me regalaron el Magia Borrás.
Como a mí.
Se convirtió en mi juguete favorito. Y como vieron que me gustaba empezaron a regalarme más cosas relacionadas con el tema. Así me fui adentrando en el mundo de la magia, que es lo mismo que decir del ilusionismo. Cuando ya estaba metido en él descubrí el mentalismo, la especialidad de la magia que toca lo más oscuro, psicológico e inquietante. Y me decanté hacia aquí. Creo que hoy en día el mentalismo es la disciplina que conserva la verdadera esencia de la magia. Hace 50 años cuando un mago hacía aparecer una paloma el público creía que el mago creaba la paloma de la nada. Hoy en día no, el público sabe que la paloma está escondida en algún sitio. Y saben que el mago no parte a la mujer por la mitad y después la recompone. En cambio, en el mentalismo aún puedes dejar la duda en el aire. Cuando le pides a alguien que piense en la primera persona que le dio un beso en los labios y aciertas, no le encuentra una explicación lógica al asunto.
¿Cómo se adentra un mentalista en el mundo profesional?
Aquí en Barcelona hay una sociedad, igual que por todas partes hay sociedades como la Sociedad Española de Ilusionismo. Allí se dan clases, conoces a otros magos, lees libros sobre el tema, vas haciendo tus pinitos y poco a poco vas avanzando. Primero actúas en la sociedad, después en colegios o eventos benéficos que organiza la misma sociedad, más tarde un amigo te pide que vayas a la comunión de un niño a hacer un espectáculo… Vas trabajando cada vez más hasta que te dices «o me lanzo del todo en este mundillo o me dedico plenamente a mi otro trabajo, porque con todo no puedo». Aficionados a la magia hay muchos, pero hay pocos que trabajen profesionalmente en ella.
¿Y tu entorno cómo reacciona cuando la cosa va en serio?
Al principio no lo ven como una fuente de ingresos estable y me recomiendan que conserve también el otro trabajo. Pero no puedo, y como no puedo, hay que arriesgar.
¿Cuál era el otro trabajo?
Tenía una tienda de reparación de calzado y duplicación de llaves. Y he trabajado de camarero, en una imprenta y en muchos otros sitios.
¿En qué momento te empiezas a dedicar a la magia completamente?
La tienda la cerré a principios del 2000. No hay nada más gratificante que dedicarte a lo que te apasiona. Trabajo mucho, porque ni mucho menos trabajo sólo las dos horas en las que subo al escenario, sino que hay creación, estudio… Hay días que trabajo 14 ó 15 horas, aunque también hay otros que sólo le dedico cuatro o cinco. Pero la media es de más de ocho horas diarias.
¿En qué consiste este entrenamiento?
El mentalismo se entrena de muchas maneras. Y no solo entrenas el mentalismo o el efecto en sí. Yo tengo que escribir guiones, buscar músicas para los espectáculos, crear los vídeos que salen en los espectáculos, montar la estructura, buscar qué cosas quiero transmitir, cómo conseguir el efecto que quiero lograr, observar muchas horas a las personas… A veces, cuando me voy de viaje, me tiro horas en el aeropuerto observando a las personas para intentar saber de qué están hablando, qué están pensando. Todo eso son horas, horas y horas. Y en casa pues escribo, leo, ensayo, practico.
El mentalismo es una de las ramas más difíciles del ilusionismo, explicas en tu web.
El ilusionismo es todo. Dentro del ilusionismo está la cartomagia —magia con cartas—, la micromagia —magia con una bola de papel, un lápiz—, la magia de escenario —magia con pañuelos, palomas—, que es más visual, las grandes ilusiones —partir una mujer por la mitad, la guillotina—, la manipulación —hacer aparecer cosas— y después está el mentalismo, donde trabajas directamente con la mente. No es visual, sino que es mental. No estás viendo algo, sino que estás viviendo y sintiendo algo. Trabajas con la psicología, con la hipnosis y con la sugestión. De esta forma el efecto va directo al cerebro del espectador y no pasa por la vista, como sí sucede en los otros casos. Al no haber este elemento se hace muy difícil la tarea porque tienes que conseguir crear un efecto solo con la palabra.
¿Cómo está de salud el mentalismo en España? ¿Hay muchos mentalistas?
No, porque es una especialidad realmente complicada. Sí que hay unos cuantos que han intentado dedicarse al tema, pero cuesta mucho. El público de calle conoce como mucho dos o tres nombres. O hasta algunos te preguntarán «¿qué es esto?». Donde sí que hay muchos es en Israel, imagino que gracias a la fama de Uri Geller.
Teniendo en cuenta esto imagino que te fue difícil encontrar referentes en tus inicios.
Me basé en referentes extranjeros. Aquí había un mentalista como Anthony Blake, pero tiene un estilo completamente distinto al que yo aspiraba. Sobre todo me centré en mí mismo, en crear mi propio estilo y buscar cosas diferentes.
Has aparecido en programas de La Sexta, Cuatro, Telecinco o TV3. ¿Es lo mismo hacer ilusionismo en un teatro que en televisión?
No, cambio muchísimo mi forma de trabajar. Para empezar, la gente que viene al teatro está predispuesta porque ha escogido verme. Y tienes una hora y media o dos en las que vas ganándote al público poco a poco y al final haces lo más increíble. En televisión tú estás entrando en casa del espectador y él no ha elegido verte. Está viendo un programa y tú apareces. Tienes que conseguir algo en pocos minutos para que el espectador se ilusione.
También has aparecido en emisoras de radio. Y la radio aún debe ser más difícil para un ilusionista.
En la radio te puedes permitir hacer mentalismo en su esencia. No hay nada visual, todo es psicológico. En cambio, otras especialidades de la magia son imposibles en este medio de comunicación. No puedes hacer aparecer una paloma, por ejemplo.
¿Los teatros están abiertos a proyectar este tipo de espectáculos?
Todavía cuesta. Yo ya llevo años y todavía cuesta. Como es algo que no se hace mucho pues no saben si funciona. Y eso que yo llevo cuatro años siendo el espectáculo más visto de Catalunya en teatros medianos de doscientas personas. Se empiezan a dar cuenta y se van abriendo. Pero hasta hace ocho años la magia había desaparecido de los teatros. A principios de siglo fue la época dorada y después desapareció. Ahora sí que hay. El Mag Lari, el Mago Pop o yo mismo estamos en los teatros.
Pero no fue por falta de público que se dejó de hacer.
Hay público al que le gusta la magia, pero hay poco público que vaya al teatro en general. Por eso el teatro hasta hace poco estaba enfocado sobre todo hacia los musicales y las obras clásicas, que son los que mayoritariamente le gusta a la gente que acude habitualmente al teatro. Yo he conseguido captar a otro público que a lo mejor no está tan acostumbrado a ir al teatro.
¿Cuál ha sido la época dorada del mentalismo en España?
Los años 20 y 30. Había bastantes magos. No sólo mentalistas.
¿Y por qué se perdió todo eso?
Antes no había televisión en casa y la gente se iba al teatro. Resurgir hasta el nivel de épocas anteriores es imposible, pero en teatrillos seguirá existiendo siempre.
Los que no pertenecemos al mundillo quizá estamos demasiado influenciados por la imagen que las películas nos han vendido del ilusionismo. ¿Crees que reflejan bien lo que es?
Sólo hay una película que haya visto que refleja bien el mundo del ilusionismo: ‘El truco final’. Allí reflejan la realidad de que hay un trabajo detrás y de que todo tiene su secreto. En otras películas quizá es todo muy bonito y hay una historia de amor detrás pero nada de lo que hacen es real. Esas cosas no las puede hacer un ilusionista de verdad. Y no sólo sucede esto en las pelis, sino que los programas de televisión actuales no reflejan la realidad del ilusionismo porque usan mucha edición, efectos especiales, montaje y truco de cámara. Utilizan muchas cosas que después en directo son imposibles de hacer. Para mí un mago tiene que sorprender en directo, no en televisión. En televisión también vuela Superman y todos sabemos que no es un mago.
¿Entre los ilusionistas hay competencia u os ayudáis?
Hay de todo, como en todos los ámbitos.
¿Tú eres de los que quieren guardar sus secretos?
Yo no tengo problema en compartirlos, al contrario. Soy de los que creen que uno solo no puede conseguir ciertas cosas, y si intercambias tus conocimientos con otros ilusionistas, creces. Lo bonito es compartir, pero sólo entre nosotros. Entre el público, no. Y no por el hecho de que me pueda quitar el truco, que sé que no lo va hacer, sino porque va a perder toda la ilusión que te aporta no saber cómo lo he hecho.
¿Tienes algún ritual de concentración antes de los espectáculos?
Sí. Consiste en quedarme unos diez minutos solo en el camerino, olvidarme de todo y hacer un pequeño ejercicio de autohipnosis y autosugestión. Antes sí que me tiraba media hora en el camerino, pero ahora no me hace falta tanto tiempo.
Imagino que en tu trabajo influye más que en otros tener un mal día.
Sí, pero si estoy a 39 de fiebre o se me ha muerto un familiar no es culpa del espectador y tengo que trabajar igualmente y ofrecer un buen nivel. Ya lo lloraré después.
¿Es verdad que usamos solo el diez por ciento de la mente?
Sí y no. Usamos todo el cerebro, pero no usamos toda nuestra capacidad cerebral. Cada segundo que pasa percibimos 400.000 millones de datos de información a través de nuestros cinco sentidos, aunque sólo somos conscientes de unos 2.000. De todas formas, esa información ha llegado a tu mente y se ha quedado allí. Si accediéramos a toda esa información nos volveríamos locos. Por eso nuestra mente selecciona. Igual que no somos capaces de prestar atención a dos cosas a la vez. Si estoy hablando contigo, estoy hablando contigo. Si me dirijo a otra persona, ya no te estoy prestando toda la atención a ti. Hay mucho por descubrir de nuestro cerebro precisamente por eso. Si se entrena captarás más, aunque no al 100 por 100. Hay ejercicios de memorización, de retención o de visualización para trabajar más con la mente. De la misma manera que en el gimnasio entrenas los músculos. Dentro del mundo empresarial todo esto se puede usar mucho.
¿La droga sirve para inspirar a la mente en el mentalismo?
Yo por lo menos no la uso. Con hipnosis sí que he entrado en estados alterados de conciencia donde te dejas llevar y te vienen ideas. Vamos a ver, antiguamente sí que se han usado mucho las drogas y los psicotrópicos. Los chamanes hacían magia y tomaban drogas alucinógenas, y de ahí surgían mogollón de cosas.
¿Has trabajado en el extranjero?
Lo más lejos ha sido Colombia.
¿En Sudamérica se valora más la magia que aquí?
Sí, y no sólo en Sudamérica. También he ido a París y me han tratado genial. Siempre que eres extranjero te valoran más. Igual ocurre aquí cuando viene alguien de fuera. Es algo que pasa en todo el mundo menos en Estados Unidos, donde ellos mismos siempre son los mejores.
¿Y los magos extranjeros tienen España como un lugar al que venir?
No. Vienen a veces a festivales de magia, pero ya está. Los únicos extranjeros que yo conozco que han venido aquí son David Copperfield en su época dorada y Luis de Matos, aunque es portugués y trabaja mucho en España.

Creo que lo más delicado de tu espectáculo es el número de la ouija en el que alguien del público se intenta comunicar con una persona cercana fallecida. ¿No es arriesgado meterte en asuntos tan personales?
Es delicado hasta cierto punto y depende de cómo lo hagas. Cuando una persona está viendo una película y se emociona también le tocas puntos delicados. Lloras por cosas que tu mente asocia a lo que estás viendo o a lo que estás escuchando. En ese momento, siempre recordando que estamos haciendo espectáculo, tocas sensaciones más directas de las personas que te están viendo. Pero son sensaciones que hacen que te emociones. Creo que cualquier tipo de arte sino toca emociones no consigue nada. En la sesión espiritista estoy recreando lo que se hacía en el siglo pasado. De la misma manera. Pero las emociones que toco siempre son positivas. Así lo he enfocado. La persona que sube al escenario no se pone a llorar porque recuerde que su familiar ha muerto, sino porque recuerda momentos buenos y felices con esa persona. Algunos se van muy agradecidos. Sobre todo sabiendo que todo tiene su secreto. Aunque les da igual, porque en ese momento han vivido una experiencia única.
¿En el ilusionismo aún hay espacio para innovar?
Sí, claro, siempre hay cosas nuevas por hacer. Como conducir una moto a ciegas durante siete kilómetros como hice en Hospitalet del Llobregat en 2011. Y en la magia en general hay mucho por innovar, porque hay mucha magia en la que se usa tecnología, aunque no ocurre así en el mentalismo. Quizá en algunos momentos sí, pero yo estoy en contra de usar un iPad o un televisor, porque es muy fácil pensar que eso está trucado. Y si uso un móvil, por ejemplo, no será mío, sino que será de una persona anónima del público para que quede claro que no hay ningún trucaje. Pero, como ya he dicho, intento huir de todo eso. Prefiero que el público escriba en un papel, en una pizarra o en un sobre, que sea todo lo más cotidiano posible. Aun así, hay muchas maneras para seguir innovando.
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