Después de más de tres años «en el aire» hay personas que ya son de casa, de esta casa. Por ejemplo, Aitor Flamingos, un músico excelente, que nos ha deleitado —y no sólo con sus canciones— en multitud de ocasiones. La última vez que pasó por aquí era febrero y estaba a punto de subirse a las tablas de Libertad 8. Todavía no se le había cruzado la poesía en el camino. No había conocido a Lucía Etxebarria en el Maravillas. Ni ésta había publicado ‘Batirse en vuelo’, su último poemario.
Juntos, ahora, recorren los escenarios en un tándem de palabras y melodías dispuesto siempre a la emoción.
«Los poemas de Lucía tienen la facilidad para inspirarme muchas emociones a la vez. Me gusta que un poema me produzca un sentimiento y el siguiente me lleve a veces a lo contrario. Huyo cada vez más de la evocación al amor romántico tanto en la música como en la poesía, donde he aterrizado hace dos días. Cada vez hay más autoras y autores que mueven cosas diferentes que todas tenemos dentro, más allá del ‘me muero porque me ha dejado, ya nada tiene sentido’. Tenemos un mundo interior infinito y bienvenidas sean la música y la literatura que lo exploran sin miedo», me dice Aitor. Y no puedo estar más de acuerdo. En esto del arte el miedo sólo sirve para romperlo. De un zarpazo.
Sin miedo, por supuesto, han unido sus caminos. Y Aitor le ha puesto música, por primera vez, a un recital de poesía: «La energía que se mueve es diferente, ya que la música en un recital es un vehículo para elevar o descender las palabras. Existe un proceso muy atractivo de sincronización con la poeta, generalmente llevado con improvisación y con muchos cruces de miradas y respiraciones. Lo más enriquecedor es precisamente ese intercambio entre lo que ha escrito otra persona, a quien le produce una serie de emociones y las tuyas propias que sacas a flote con música que de alguna manera estás agarrando de sitios desconocidos».
Habrá que esperar a que pase el verano para volver a verlos juntos sobre el escenario. Hasta entonces nos conformaremos con las palabras de Aitor y con estas que nos deja Lucía Etxebarria:
¿Cómo os encontrasteis y por qué decidisteis ponerle música a ‘Batirse en vuelo’?
Nos conocimos en el Maravillas Club, improvisamos una colaboración, me enamoré de Aitor y punto. Cuando digo que me enamoré, no hablo de sexo. Pero a veces conoces a alguien que te impacta mucho y sabes que va a ser importante en tu vida, aunque no hablemos de relaciones afectivo sexuales. Es el mejor músico que he visto en muchos años y, desde luego, el que tiene menos ego y mejor carácter
Recientemente, he asistido a dos sesiones de ‘Tenemos la Palabra’, un encuentro temático, una suerte de diálogos entre música y poesía, con la participación, por ejemplo, de Santiago Auserón y Erika Martínez o Mariano Peyrou y Tulsa. ¿Están ambas disciplinas condenadas a entenderse?
La música siempre ha sido poesía. La poesía nació unida a la música y la música estaba destinada al baile, que inicialmente poseía un carácter litúrgico y sagrado. La música, la canción más bien, servía para que se grabaran en la memoria de los miembros de cada comunidad los valores morales, las pautas y normas que organizaban la vida y la convivencia de los pueblos. Cuando el ser humano sintió la necesidad de expresarse y hacer oír sus sentimientos, utilizó movimientos del cuerpo acompañados de sonidos que progresivamente se fueron enriqueciendo con ritmo, melodía y finalmente con palabras. Haciendo un breve repaso por la historia de la literatura, sea cual sea la lengua a la que pertenezca, se aprecia que, antes de ser escrita, existe una importante tradición de literatura oral, cuentos, historias y leyendas que se han transmitido de generación en generación a través de los tiempos.
Lucía, ¿qué te inspira la música de Aitor?
Aitor es un genio. Punto. Lo digo muy en serio. Y espero que lo lea porque él no se da cuenta.

En ‘Batirse en vuelo’ podemos leer «no soy lo que los demás creen que soy». ¿Y quién eres, Lucía?
«Yo Soy el que Soy» es la respuesta que Dios le dio a Moisés, cuando Moisés le preguntó por su nombre . Mi poesía contiene muchas referencias místicas. Y esta es una.
¿Hasta cuándo va a haber que seguir escribiendo cosas como «cuántas veces me habrán llamado puta»?
Desgraciadamente, parece que nos queda mucho camino por recorrer.
La pérdida de la juventud, o esa juventud que creemos que se escapa, es un tema repetido una y otra vez en la historia de la literatura, de las artes. ¿Tanto miedo nos da la muerte?
No, nos da miedo la muerte. A mí no, al menos. Pero vivimos en una sociedad tan obsesionada con la juventud y la belleza que nos da miedo perderlas.
¿Escribes para permanecer después de la muerte o no es algo que te hayas planteado?
Nunca lo he pensado siquiera. Escribo para comunicarme, porque me gusta, porque no sé hacer otra cosa. Es mi forma de transmitir amor.
Las ilustraciones de ‘Batirse en vuelo’ son deliciosas. Háblanos de ellas.
Busqué durante mucho tiempo a una ilustradora. Fue dificilisimo encontrarla. Y un día el editor , tras un montón de propuestas, propuso a Giselle y cuando vi su portfolio, me enamoré. Luego, cuando la vi a ella, que es bellísima, por dentro y por fuera, me súper enamoré. Como ves, me enamoro a menudo, y para mí el concepto enamorarse no tiene que ver con el sexo, sino con los deslumbramientos de cualquier tipo.
Y, para terminar, Bill Murray acaba de sacar un disco. ¿Para cuándo un recital a tres?
No tiene nada mejor que hacer que quedar con nosotros, claro.