«Cuando todo parece ir de mal en peor, aparece una canción»

Domingo por la tarde. Casi por la noche. Parece ese momento de despedirse de un pequeño ciclo. Con tristeza si el anterior ha sido bueno. Con esperanza si no salió como esperábamos. Pero siempre de cierre. De bajar el telón. De adiós.

Sin embargo, hay valientes que se atreven a decir «eh, hola, estoy aquí» un domingo por la tarde. Casi por la noche. Que levantan el telón y lo inundan todo de música. Es el caso de Aitor Flamingos que este domingo, 19 de febrero, a partir de las 21.30 horas va a darlo todo en la mítica Libertad 8.

Domingo, el día de la semana que parece destinado a cerrar un ciclo es, precisamente el día que tú has elegido para comenzar un nuevo capítulo de tu carrera musical. ¿Qué vamos a encontrar en él? 

En julio del año pasado realicé mi último concierto presentando ‘Olor a tormenta‘, después de haber pasado por algunas ciudades, y quizá el nombre del disco fue premonitorio porque me encontré con situaciones fuera de guión un tanto dolorosas: la escena, promotores, plantones, malas condiciones… Decidí que lo coherente era parar y pensar. No funcionó. Tenía canciones en la recámara, pero me veía sin ganas de montarlas y defenderlas. Afortunadamente, se alineron los planetas y tres tíos tenían muchas ganas de montarlas con calma, porque les gustaban y querían hacer curro de local conmigo. Y la verdad, el primer día, hace un par de meses, fue maravilloso. Me dieron el empujón necesario y aquí estamos, de redención. Este domingo es una forma de decir a mis amigos y a la gente que sigue el proyecto que «solo no puedes, con amigos sí» y que hay Flamingos para rato.

Ha pasado poco más de un año desde ‘Olor a tormenta’, ¿nos cuentas si sigues un proceso a la hora de escribir, componer? Me parece flipante poder poner un disco en marcha en tan poco tiempo. 

Creo que lo dice mucha gente a la que admiro: Cuando todo parece ir de mal en peor, aparece una canción. Muchas veces es de una playlist de Tom Waits y otras se te ocurre a ti sin planearlo, en la barra de la Taberna Acuerdo o fregando los platos. Después, en mi caso, suele venir un periodo de obsesión en el que me grabo frases y acordes en el móvil y todo eso, hasta que todo tiene una forma de canción. Constituye un proceso terapéutico precioso  que nunca se acaba, incluso aunque la hayas grabado meses o años más tarde. Y como decía antes, tengo la suerte de poder disfrutar de la gestación de mis canciones con tres tipos muy grandes, que tienen tantas ganas como yo de vestirlas bonito.

Ellos son José Deza, al bajo, Edu Herrera, a los teclados, y Pablo Nadal, a la batería. ¿Qué te aporta cada uno de ellos? 

A José le conocí una semana antes de meterme en el estudio para grabar ‘Olor a tormenta’. Es todo lo que tiene que tener un músico. Después de verano me mandaba audios por whatsapp diciéndome lo que le gustaba el disco y las ganas que tenía de hacer cosas. Realmente fue, ahora que no nos escucha, la mecha de todo lo que estamos liando ahora.

Edu es la novedad. Me encantó desde el primer día que tocamos juntos y no paraba de aportar ideas y también de sacarme las tijeras para cortarme las malas hierbas. Le quiero cerca.

Y de Pablo, me jode decirlo, pero por más que me empeñe no entiendo la música sin él. Nos conocemos desde hace 15 años. Hemos pasado por casi todo y quiero pasar por lo que nos quede por pasar juntos.

Si no me equivoco es la tercera vez que pisas el escenario de Libertad 8. Tiene que ser impresionante subirse a las tablas de una sala tan mítica…  

Sí, sin duda tiene algo de religioso y mágico. Es de esos sitios que están condicionados por la energía que han dejado otros. Pisar el mismo escenario que Aute y tanta gente inigualable hace que respires hondo antes de tocar delante del público que se sienta allí. Máximo respeto, y un lujo que me sigan llamando, claro que sí.

En realidad, tiene que ser impresionante ser el protagonista de un directo. ¿Cómo los vives tú?

Creo que no hay un protagonista. La energía va y vuelve en tantas direcciones como asistentes y músicos haya. He de decir que, a veces, se rompe la magia, con conversaciones a gritos de gente maleducada, móviles a todo trapo… Otras muchas conseguimos conectarnos entre nosotros y con el público y esa es la magia que me tiene atrapado desde pequeñito. Me parece algo sagrado y altamente adictivo.

En ese disco que está por venir, ¿vas a volver a optar por el crowdfunding

Aún no he tomado la decisión. Estamos en ese punto bonito de reunirnos y tocar. Lo cierto es que me gustaría regalar el EP a los mecenas que confiaron ciegamente en ‘Olor a tormenta’. La pregunta es cómo. De momento estamos en modo creativo, como si no existiese el dinero.

¿Crees que el futuro de la música pasa por el músico reconvertido en artesano y participando en todas y cada una de las etapas de su producción? 

El negocio de la música ha sido confiado durante mucho tiempo a gente que sólo pensaba en números y beneficios. En muchos casos sigue siendo así, pero la realidad ha hecho a muchos pisar la realidad.

Siempre me fascinaron los discos bien hechos, no sólo en cuanto a su sonido, sino a sus vídeos, su portada, a su libreto… Creo que completan la obra. No entendería igual el ‘Dark side of the moon’, ‘La deriva’ o ‘La zona sucia’ sin ese caparazón. Creo que se nota perfectamente quién se preocupa por todas las partes de sus producciones. En ese sentido, creo que la caída en picado de la industria ha favorecido de algún modo la creatividad a la hora de producir y también a la hora de mostrarse.

Gracias por todo, Aitor. 

Gracias infinitas a vosotros, como siempre, y cómo a no al genio entre los genios, Bill Murray, que seguro que nos está leyendo y se pasará el domingo.

Seguro que sí. 

Fotografía: Raquel Velilla B. ©

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