“CON MI TUTÚ rosa y lo niña que soy
Te abro mi corazón jesús
Y te lo doy
Tómalo tuyo es que de mi madre no(…)
Y por mis pies corre la sangre
Un río de sangre por mis pies
La tuya y tu cuerpo jesús mío
Que me miras desde la pared
Con tu sagrado corazón lleno de esperanza
Y tus ojos de perrito famélico brillando con fuerza
En las alturas
Te gustan las niñas de tutú rosa y zapatillas rojas?
Eres un guarrete como ese nabokov(…)
Y este dedo que ves paseará entre las gasas
Y llegará al centro mismo mientras veo temblar tus ojos
Y a tu sagrado corazón estallar de erecto sobre ellas
Córrete jesús mío”(‘Circus Girl’, Maite Dono)
Esta semana hemos asistido atónitos a cómo un concejal del Partido Popular en Barcelona, Alberto Fernández, abandonaba un acto mientras la poeta Dolors Miquel recitaba ‘Mare Nostra’, un poema hermoso que dice «Madre nuestra que estás en el celo, sea santificado vuestro coño«.
Desde entonces, los ataques no hacen cesado. Tanto la escritora como la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, han sido acusadas de blasfemas y, claro, las denuncias (sí, en serio, denuncias) no se han hecho esperar. Blasfemia. España. Año 2016. Vergüenza ajena.
¿Te pueden denunciar por escribir o leer un poema? Sí, se puede en un país en el que te pueden encarcelar por lo que sucede dentro de una obra de ficción.
Sí, se puede en un país en el que un artista como Abel Azcona está imputado por la denuncia por “profanación” de Asociación Española de Abogados Cristianos por una exposición en la que formó la palabra ‘Pederastia’ con 242 hostias consagradas. Profanación. Hostias consagradas. España. Año 2016. Vergüenza ajena.
Y, por supuesto, sí, se puede en un país en el que te puedes enfrentar a un año de cárcel por un delito contra los sentimientos religiosos. Nos referimos, claro está, a Rita Maestre, quien nunca, jamás, debería haber pedido perdón por exigir algo tan lógico como que no haya una capilla en una universidad pública. Punto.
De todos modos, más miedo que el propio juicio da el juicio paralelo, o circo, que se está montando a su alrededor en los medios de comunicación. Leemos titulares como ‘Rita Maestre admite que se quedó en sujetador, aunque no lo considera ofensivo’ y no sabemos en qué puto siglo estamos. Se quedó en sujetador. España. Año 2016. Vergüenza ajena.
Parece que en cualquier momento va a salir Torquemada de debajo de la mesa para recordarnos que nuestros cuerpos sólo ofenden cuando los consideramos verdaderamente nuestros. Porque sí, porque Rita Maestre gritó «Sacad vuestros rosarios de nuestros ovarios» y nunca, jamás, tendría que haber pedido perdón por ello.
Hay que sacar los rosarios de nuestros ovarios, de nuestros cuerpos, en un país en el que ese juicio, y el paralelo, da a entender que nosotras, ¡malditas brujas!, y nuestros cuerpos son armas de destrucción masiva y que merecemos arder en el infierno, como ardieron nuestras abuelas.
¿Sabéis qué os decimos?
Sean santificados nuestros coños. Amén.
Fotografía: Chema Concellón ©
Es evidente que Rita Maestre no debió pedir nunca perdón por defender algo tan lógico como que no haya capillas religiosas en las universidades públicas. Le ha faltado, a mi juicio, coherencia. Algo que sí mostró la edil de IU en Jerez, Ana Fernández, cuando llamó fascista a Pemán, a pesar del linchamiento mediático que ha tenido. Ana nunca se desdijo y se arriesgo hasta el final. De todas formas los últimos acontecimientos en contra de la libertad de expresión en estas nuestras queridas Españas, dan miedo. Creo que algunos de los políticos que nos gobiernan tienen de libro de cabecera el libro ‘Martillo de herejes’, el ‘Malleus Maleficarum’, manual de la santísima inquisición. Miedo me dan.
Totalmente de acuerdo contigo, Juan, por no variar. A mí los que nos gobiernan ya no me dan miedo, me dan miedo quienes siguen, y siguen, y siguen, votándoles a pesar de todo.