Te echaré de menos en septiembre

septiembre

Septiembre es ese mes que tiene los ojos de un niño adormilado arrastrando su mochila hasta el colegio más cercano, el primer redil, el primer lugar donde nos moldean a su antojo, la primera separación, el primer dolor. Decía Leopoldo María Panero que el colegio es “una institución penal en la que  se enseña a olvidar la infancia”. ¿Loco? ¿En serio?

Septiembre es ese mes que llega cargado de buenos propósitos. Nos apuntamos al gimnasio, compramos alimentos ecológicos que cocinamos al vapor, dejamos de fumar, vamos a la academia de inglés. Y nos morimos de aburrimiento, porque a lo mejor nuestras vidas son tan grises que el único color que se refleja en ellas es la del atardecer de una playa en verano.

Septiembre es ese mes de ridículos coleccionables que se niegan a desaparecer y de ridículos políticos que vuelven de sus vacaciones dispuestos a seguir jodiéndonos la vida. Al menos hasta que les dejemos. Se parecen un poco unos y otros (los coleccionables y los políticos, se entiende): Se repiten una y otra vez, huelen a rancio y, cuando nos paramos a mirarlos, nos preguntamos qué cojones hacen estorbando en nuestras casas.

Septiembre es ese mes en el que arrancará, aunque no os lo creáis, la campaña electoral continua que nos llevará hasta las municipales y las generales. Y en la que se hablará muchísimo de Cataluña. Y seguro que más políticos se siguen mojando con agua helada mientras siguen recortando y recortando derechos.

Septiembre es ese mes en el que las imágenes de las olas darán paso a las de ciudades, cada vez más llenas hasta que todos volvamos a coger ese ritmo que nos convierte en ovejas para quizás demasiadas cosas. Y así durante muchos meses hasta que vuelva a llegar el verano.

Septiembre es ese mes en el que Instagram se vaciará de fotos de pies. Y volverán las imágenes de comidas a redes sociales. Y del Metro, paisajes idílicos y playas vírgenes reconvertidas en raíles de trenes que nos recuerdan quiénes fuimos durante un mes. Un puto mes al año.

Septiembre es ese mes al que cantaron Los Piratas cuando el indie era de verdad y no había ni tanta tontería ni tanto pijerío en esos conciertos que hacían más llevadera la vuelta a esa cosa tan terrible que llamamos rutina y que nos mata por dentro, lentamente.

El ciclo de la vida.

La ilustración que acompaña a este artículo es de Facundo Mascaraque.

bluebird Comunicación
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