El Campechano ya no es Rey

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Sí amigos, sí. Juan Carlos I (¡te quiere el mundo entero!) ya no es Rey de España desde el pasado miércoles cuando abdicó el trono en (¡oh, sorpresa!) su hijo Felipe. El niño ya tiene dos números romanos detrás y es conocido en todas partes como El Preparao. Pero Juan Carlos, el que estaba en monedas y billetes desde hace tantos años ya no es el Rey de todos los españoles. Y ya nada parece campechano.

Se fue. Vino puesto por un dictador y ahora nos deja colocado a Felipe VI. ¡Así, sin decidir ni nada! Bueno, han decidido Rubalcaba y Rajoy por todos los españoles. Pero Juan Carlos ya no está en el trono, aunque suponemos, por el bien de su tránsito intestinal, que acudirá a otro trono habitualmente y mucho más relajado.

Durante varias semanas hemos soportado en televisión cientos de felaciones… perdón, de programas homenaje a la figura del Rey de España. Desde la aclamada Transición española a sus mejores momentos en Mallorca, las bodas de sus niñas, la del Preparao con Letizia, sus mejores momentos con Sofía (qué pelazo tiene), con los nietos… Su labor ejemplar en la construcción de esta España mía, esta España nuestra, y otros grandes momentos de su reinado. Y lo que nos queda.

Pero Juan Carlos ya no está. Y la Reina tampoco. La imaginamos ya en Londres, paseando tranquilamente sabiendo que no tendrá que ver a su marido todos los días. Quizás de la mano de alguien. A Cristina tampoco la vemos mucho últimamente, aunque nos gustaría verla sentada en el banquillo de los acusados por los delitos conjuntos con su marido. Iñaki. ¿Os acordáis? El yerno perfecto, la bestia negra de Marichalar, la estrella de balonmano… Y a Juan Carlos todo esto le duele.

Aunque no podemos olvidar otra faceta de Juan Carlos. Por un lado, la del cazador de elefantes de la mano de su ya no amada Corinna. O de osos borrachos. Gran historia aquella. Ni sus caídas. Ni sus miles de millones de euros amasados como fortuna personal a lo largo de tantos años de reinado campechano. Ni su inviolabilidad.

Porque seguirá siendo inviolable por la gracia de Dios. Perdón, por la gracia de PP y PSOE que lo van a aforar en unos días y aquí no ha pasado nada. Se cuenta por ahí que será el aforamiento más rápido de la historia. ¡Ni Usain Bolt se aforaría así! Lo protegerán para que a nadie se le ocurra denunciar a este señor, reclamar una paternidad o vete tú a saber lo que se le ocurriría a esos rojos republicanos sin escrúpulos. ¡Sí! Los mismos que quieren decidir el futuro de su país. Esos, esos…

Mientras tanto, nos imaginamos ahora mismo a Juan Carlos sentado en su nuevo trono. Leyendo el ABC (o El País que ya es casi lo mismo) recordando los buenos tiempos de reinado, sus cacerías diurnas y nocturnas, sus paseos en el Fortuna, los veranos maravillosos de fotos de familia en Mallorca, los consejos de Franco… tantas y tantas cosas vividas.

Pero estamos en el siglo XXI y tenía que dejar paso a una nueva generación. Porque eso de coronar a un señor por haber nacido en un palacio y, además, hombre (no de ser humano, hombre de tener pene) es muy del siglo XXI. Casi del siglo XXII nos atrevemos a decir. Y Juan Carlos ya no está. Ha cedido el trono. Ni siquiera está Sofía con su pelazo a su lado para aguantarle. Y pronto dejará de salir en las monedas…

Quizás, algunas noches, sueña con ser Darth Vader y dominar el universo junto a su Luke Skywalker particular, más preparado que nadie para sucederle, posando su mano sobre el hombro del padawan subidos en el tejado de Zarzuela. Mirando al frente, y con voz profunda susurrarle a su vástago: “Felipe… todo esto, antes, era campo”.

La ilustración que acompaña a este artículo es de Facundo Mascaraque.

 

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