Nadia, Pozoblanco, El Español y el periodismo

Nadia, Pozoblanco, El Español y el periodismo

Hace unas semanas —al día siguiente de que saltara la noticia de que los tipejos acusados de violar a una chica de 18 años en un portal de Pamplona durante las fiestas de San Fermín también habrían abusado de una joven de 21 años en Córdoba en el mes de mayo— un hombre desde un coche llamó nuestra atención.

Para que esto que os vamos a contar tenga sentido, hay que aclarar que gran parte de los colaboradores de esta revista residen en Pozoblanco, incluidos los dos editores —Juanlu Dorado y Pilar Cámara– que ahora escriben este editorial.

Pues bien, el hombre llamó nuestra atención para preguntarnos por una mujer. Nos dio su nombre con el fin de que le ayudásemos a localizarla. No teníamos ni idea de quién era. Después nos enseñó una fotografía en su teléfono móvil. Y ahí sí. En ese momento nos dimos cuenta de que esa persona era un periodista que nos acababa de desvelar, sin quererlo, el nombre y la imagen de la mujer víctima de abusos.

No contento con eso, y mientras apretábamos el paso, nos hizo una última cuestión:

—«¿Y a XXXX tampoco la conocéis? ¡Es su madre!».

—«No, tampoco, lo siento».

Asqueroso.

Al llegar a la redacción, Twitter mediante, no fue difícil adivinar el nombre de ese periodista. Era carne de cañón de ciertos medios de comunicación. Sí, esos que ahora mismo tú también tienes en mente.

Estábamos perplejos. Era cierto que no las conocíamos, tan cierto como que si hubiéramos conocido a una o a otra no se lo hubiéramos dicho jamás. E igual de cierto que no todo vale por el clic.

El clic no justifica la publicación de las imágenes de los abusos. Ni las horas y horas y horas de carroña televisiva que sigue girando alrededor de este caso. Y no, no es necesario —sino todo lo contrario— que nos pongamos todos como locos a compartir el enlace para denunciar lo malos que son otros y lo íntegros que somos nosotros. Porque en esto, como en todo, quien esté libre de pecado que tire la primera piedra.

Que se la lance a Pedro Simón, por ejemplo, cuya principal culpa no es haber dado por buena la palabra de los padres de Nadia —la niña afectada por una enfermedad rara llamada tricotiodistrofia—, ahora acusados de estafa, sino haberse atrevido recientemente a dar lecciones de moral desde la tribuna que le brinda el periódico El Mundo.

Y, sin embargo, pese a todo, a pesar de tanta mierda, de tantos intereses detrás de la tinta, de tantas historias que, por el contrario, se quedan en el tintero por la guerra absurda del clicbait, seguimos creyendo no en el Periodismo, en las personas honestas que dignifican «el oficio más hermoso del mundo», tal y como lo denominó Gabriel García Márquez. Y también en las personas honestas que, sin tener nada que ver con la profesión, no juegan a darle alas al amarillismo, las personas honestas que saben cuándo cambiar de canal, leer otros periódicos, bucear más allá de los titulares. Perderse en la honestidad.

bluebird Comunicación
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