Los niños olvidados

Los niños olvidados

El viernes recordamos a Aylan. Sí, es lamentable tener que esperar que el calendario nos marque las directrices de cuándo debemos reivindicar luchando contra la memoria, pero fue así. Se cumplió el primer aniversario de su muerte, una muerte que, en un mundo decente —si todos fuéramos decentes— jamás debería haberse producido.

Aylan era demasiado pequeño para convertirse en símbolo, pero en aquella playa se transformó para siempre en la imagen de la injusticia, de nuestra vergüenza, de aquellos que deben abandonar sus casas, sus países, en busca de un presente y un futuro que no les mate. De aquellos a los que cerramos las puertas y condenamos a morir.

Y es inevitable pensar en Omran, aturdido, con heridas y el rostro lleno de polvo, el símbolo del horror y la desesperación de la guerra en Siria.

Omran vio morir a su hermano. Nuur presenció cómo tiroteaban a su hermana.

Aylan, Omran, Nuur… Y tantos y tantos otros… Pronto dejaremos de pronunciar sus nombres. Olvidaremos sus caras. Sus sueños. Hasta que una fecha o un resquicio de humanidad nos los recuerde.

Aylan, Omran y Nuur son niños olvidados.

Pues, si no hacemos algo, 69 millones de niños morirán por causas evitables hasta el año 2030. Esto es, al menos, lo que se desprende del informe anual de UNICEF, ‘Estado Mundial de la Infancia’. Ahora mismo, sus vidas están en peligro.

¿Su “error”? Haber nacido en el país equivocado, en la comunidad equivocada, con el sexo equivocado.

Y es que, tal y como asegura la ONG, «el mundo sigue siendo un lugar muy injusto para millones de niños que se enfrentan a una vida de pobreza y de falta de oportunidades».

Por ejemplo, el año pasado más del 80% de las muertes infantiles ocurrieron en Asia meridional y África subsahariana; el número de niños que no asisten a la escuela no ha dejado de aumentar: unos 124 millones de niños no acceden a la educación primaria y secundaria; en 2030, 750 millones de niñas se habrán casado siendo aún niñas; para entonces, 167 millones de niños seguirán viviendo en la pobreza.

Ojalá no tengamos que conocer nunca sus nombres ni mucho menos recordarlos cuando lo marque el calendario o el trending topic de turno. Ojalá pongamos en marcha un gran pacto mundial por los niños y niñas —los que están, los que aún no han nacido—, porque, como decía Agatha Christie, «una de las cosas más afortunadas que te pueden suceder en la vida es tener una infancia feliz». Y todos nos la merecemos.

bluebird Comunicación
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