Los Corruptos Fútbol Club

Corruptos Fútbol ClubEn la portería: Jaume Matas.
En los laterales: José Carlos Boza y Sonia Castedo.
La pareja de centrales: Rodrigo Rato y Ángel Acebes.
En el doble pivote: Carlos Fabra y Jordi Pujol.
Banda derecha para Alberto López Viejo y flanco izquierdo para Francisco Javier Guerrero.
En la mediapunta: Francisco Granados.
En la punta del ataque: Luis Bárcenas.

Casi nada. Aquí podríamos tener la alineación inicial del equipo español Los Corruptos Fútbol Club. Y todavía podríamos hacer el resto de la convocatoria, los descartados… y 19 equipos más de políticos españoles imputados o condenados (los menos) en casos de corrupción.

Decíamos que en España el deporte rey era el fútbol por el público que siempre ha movido y por las cantidades de dinero que se generan alrededor. Pero las cantidades que estamos conociendo en los distintos casos de corrupción que aparecen cada semana hace que ser corrupto sea, en estos momentos, deporte de éxito en nuestro país.

Y para mostrarlo tenemos equipos de todos los colores. Están los de Gürtel, los de los ERE, el caso Malaya, Palma Arena o la trama Pujol. Y esta semana ha ascendido meteóricamente a los primeros puestos del vergonzoso ranking de la corrupción española la Operación Púnica que, con Granados a la cabeza, promete darnos grandes alegrías en las próximas jornadas.

En eso se ha convertido España: el país de la corrupción. Una vergüenza tras otra que es rematada por la incompetencia de los que nos gobiernan sumada a las brutales políticas de recortes de derechos fundamentales a las que nos han sometido en los últimos años. Mientras cada vez más gente pasa hambre, muchos políticos han seguido enriqueciéndose de manera ilegal, ilícita e inmoral.

¿Cuánto dinero se habrá ido a manos de corruptos a lo largo de los últimos años? Desde luego es una cantidad inimaginable que duele mucho más al pensar en la cantidad de recortes a los que han sometido a la población estos impresentables en sanidad, educación, ciencia… Han recortado en todo menos en sus ansias de poder, dinero e infamia.

Así está retratada en estos momentos la clase política española. Son corruptos. Y punto. Evidentemente que las generalizaciones nunca son buenas y no todos lo son, pero entre los que roban y los que les protegen hemos entrado en una dinámica en la que la mancha de los partidos tradicionales será difícil de limpiar. Y esperemos que se note ampliamente en los próximos procesos electorales.

Ciudadanas y ciudadanos ya están hartos y cansados de que les tomen el pelo. De que los corruptos se rían una y otra vez de una sociedad ultrajada cuya confianza en la clase política está ya herida de muerte desde hace mucho tiempo. Sólo tiene que explotar por algún sitio.

Esta semana hemos visto anonadados cómo varios políticos han pedido perdón a los ciudadanos. Perdón. Y probablemente sus conciencias queden tranquilas. Entre esos políticos que se han disculpado están el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y Esperanza Aguirre. Recordad que sobre ellos también pesa la sombra de la sospecha en asuntos de corrupción con lo que este perdón suena a cualquier cosa menos a responsabilidad política real.

Mientras tanto seguirán apareciendo nuevos casos de corrupción porque la sensación general es que sólo ha asomado la punta del iceberg. Nos quedan muchas ocasiones para echarnos las manos a la cabeza. Y probablemente en este tiempo pocos de estos corruptos entrarán a la cárcel. Muchos más saldrán de ella en libertad condicional antes de tiempo o recibirán indultos desde las altas instancias.

Esto es España podrían decir algunos.

¿Hasta cuándo será esto España? ¿Cuándo se darán cuenta los impresentables que nos gobiernan que ya se ha acabado esa mafia que han instalado a lo largo de más de 30 años tras la afamada Transición? La gente está cada vez más cansada y puede que la Operación Púnica sea el principio del fin de todos estos sinvergüenzas que han hecho todo lo que han querido mientras que el resto de sus congéneres políticos se limitaban, simplemente, a mirar hacia otro lado.

La ilustración que acompaña a este artículo es de (M) ©

bluebird Comunicación
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