Este es el editorial que nunca hubiéramos querido escribir.
El pasado domingo por la tarde, antes de comenzar el recuento electoral y con las encuestas contradiciendo a nuestra conciencia, nos negábamos a lo que unos minutos después sería la triste, y cruel, realidad. Más del diez por ciento del voto en Andalucía ha recaído en Vox, más de 400.000 personas, 12 diputados.
Enhorabuena, ya somos como el resto de Europa. La derecha más extrema (porque de extrema derecha ya estábamos bien servidos) ha vuelto y parece que para quedarse.
Habría que preguntarse si realmente se fue alguna vez en este país que lleva más de 40 años blanqueando el régimen genocida del genocida Francisco Franco, cuyos acólitos, algunos incluso ministros, ya se sabe, mutaron en adalides de una falsa democracia.
De aquellos barros, estos lodos.
No es una cuestión de ideología, es una cuestión de derechos humanos.
De quienes los respetamos y de quienes los pisotean.
Es más, quizá ni siquiera sea esa la cuestión. A lo mejor los bandos están divididos en las buenas personas y en las malas personas.
No pensamos echarle la culpa —que también— a los medios de comunicación, a las fake news, a la abstención, a una izquierda de mierda… La culpa la tienen, ni más ni menos, aquellos que votan a favor —conscientemente, seguramente también a traición— de estas lindezas. Vamos a nombrar tres, que bien nos sirven como ejemplo:
- Eliminación del acceso gratuito a la sanidad para inmigrantes ilegales y copago para todos los residentes legales que no tengan un mínimo de diez años de permanencia en nuestro suelo.
- Suprimir en la sanidad pública las intervenciones quirúrgicas ajenas a la salud (cambio de género, aborto…).
- Creación de un Ministerio de Familia. Promulgación de una ley orgánica de protección de la familia natural que la reconozca como institución anterior al Estado.
Lo dicho, aquí no hay ideología. Aquí hay un acoso y derribo a los derechos fundamentales tan grande que nos provoca ganas de vomitar.
Nos preguntamos por qué estas personas que votan a Vox quieren derogar el aborto si nadie les obliga a abortar; por qué insisten en proteger la «familia natural» si nadie les obliga a formar otro tipo de familia; por qué repudian a aquellos que tienen que escapar de sus casas porque al otro lado caen las bombas… Por qué esa falta de humanidad… Por qué esa maldad…
Es imposible no pensar en que hemos leído ‘El cuento de la criada‘ con las entrañas encogidas. La distopía comienza justo así, con un Santiago Abascal transformando Estados Unidos en Gilead. ¿Ciencia ficción o la realidad, aquí y ahora?
Escribía el otro día en Twitter nuestro amigo Alonso Trenado algo que nos ha hecho reflexionar: «Voy a recordar que los alemanes, una parte mayoritaria del pueblo alemán, a la vez que metían a seres humanos en campos de concentración, seguían pensando que los malos/equivocados eran los otros».
Somos mujeres. Somos homosexuales. Somos migrantes. Y no tenemos miedo. Como decía Nacho Vegas, «siempre hay dos bandos y ahora tienes que elegir, no digas eso de que entre el blanco y el negro hay más de un gris». Es la vida lo que está en juego. La vida, joder, la vida.
Las imagen es de mintegi ©