Y rodeó su casa
de alambradas y muros impasables
contra el tiempo rebelde
tanto que nadie lo rompiera
con maldiciones, puños, amenazas,
ni con amor tampoco.
(Sylvia Plath)
Él era pintor y discapacitado y tenía un perro. Yo tenía 10 años y me gustaban los animales y me fascinaba la cantidad de libros que tenía y el olor de los óleos, que impregnaba todo el piso de intelectual soltero que tenía. Me enseñó cosas sobre arte, sobre Cézanne y Matisse y Picasso. Los prerrafaelitas, los románticos, las técnicas, los trazos del pincel. También me regaló libros, los cuentos completos de los Grimm que me llevé conmigo cuando me mudé a España, El Principito, hasta Dale Carnegie y sus lecciones de vida. Me trató como a un adulto y yo me sentí halagada cuando me pedía que me sentara en su regazo, cuando acercaba mi barbilla para darme besos, cuando pasaban tantas cosas que ahora recuerdo con horror y asco. Tenía diez años y me sentía mujer, pero sólo era una niña y él, sólo un violador.
Este es ‘Retratos’, uno de los muchos testimonios que recoge la web Rape Map, un mapa de violaciones en todo el mundo donde las personas que las han sufrido pueden señalar el lugar exacto donde ocurrió y añadir su testimonio para luchar contra el estigma social que supone ser una persona violada.
En España, hay tres violaciones cada día. Una cada ocho horas.
En Europa, una de cada 20 mujeres ha sido violada.
En casi el 80% de los casos los violadores pertenecen al entorno cercano de la víctima.
El 80% de los casos no se denuncia a la policía.
En un descampado, mi ex me chantajeó con publicar fotos comprometidas para que tuviera sexo con él, después de insultarme y escupirme por haberle puesto los cuernos (cosa que descubrió después de acceder ilegalmente a mis cuentas de varias redes sociales). Dije que sí por miedo, me llevó a su casa y no paró de insultarme, me echó humo de tabaco en la cara y me meó encima sin mi consentimiento. Me hizo bastante daño pero no me dejó marcas de violencia. Luego me permitió ducharme, pero no peinarme, y me dejó en mi barrio. Poco después fui al hospital a denunciarlo, y, efectivamente, no encontraron signos de violencia que pudieran acreditar que todo esto pasó. Yo tenía 21 años.
Pasó en Toledo, el 26 de agosto de 2010. Seguro sigue pasando cada día en el interior de una mujer marcada para siempre por el machismo.
Por ella, por todas, este viernes, 25 de noviembre, volvemos a las calles para luchar en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Machista. Y volvemos porque, a la vista está, los datos que se manejan no son halagüeños.
Recientemente, Feminicidio.net presentó en Zaragoza los primeros datos del estudio ‘Feminicidios y otros asesinatos de mujeres, informe España 2015’. Unas cifras que asustan, hieren e indignan a partes iguales.
El informe recoge de 2010 a 2015 una media anual de 113,5 feminicidios y otros asesinatos de mujeres, un total de 681 casos registrados en su base de datos.
Demoledor. Como lo es indagar en los números que maneja ONU Mujeres:
Se estima que el 35 por ciento de las mujeres de todo el mundo ha sufrido violencia física y / o sexual.
Más de 700 millones de mujeres que viven actualmente se casaron siendo niñas.
200 millones de niñas y mujeres han sufrido algún tipo de mutilación genital femenina en 30 países. La mayoría antes de cumplir los cinco años.
Una de cada diez mujeres de la Unión Europea declara haber sufrido ciberacoso desde la edad de 15 años.
No. El feminismo no es una moda. El feminismo es necesario. El feminismo es justicia. Y seguirá siéndolo cuando acabe noviembre, finalicen los actos institucionales, se baje el telón y el machismo siga ninguneándonos. Violándonos. Matándonos.
¿El crimen? Ser mujeres.
Basta ya.
Fotografía: Adolfo Lujan ©