La moción de censura de Unidos Podemos al Gobierno ha servido para ver cómo el Partido Popular aplaude otra épica intervención de ese gran orador que es su líder, Mariano Rajoy.
No nos cansamos de mirarlo.
Atentos.
En serio, ¿qué aplauden?
Lo de los aplausos en la bancada popular es digno de estudio. Y es que es imposible que olvidemos aquella ovación repugnante a Alberto Ruiz Gallardón tras defender su infame ley del aborto.
O la sonrisita de Montoro mientras le recordaban los muertos que la pobreza energética nos ha dejado.
Así son los psicópatas que nos gobiernan.
Y así somos los españoles, que nos quedamos con la gracieta, con el «cuanto peor, mejor», el revuelo de Celia Villalobos, la chaqueta de Pablo Iglesias, el trending topic… Y todo eso en vez de profundizar en las raíces de una moción de censura que, estaba claro, no iba a prosperar.
Los que nos seguís desde hace tiempo sabréis que Pablo Iglesias no es santo de nuestra devoción, pero hoy no podemos más que rendirnos a la evidencia de algo que dijo esta semana: «Mariano Rajoy pasará a la historia como presidente de la corrupción».
La cuestión es: ¿En qué convierte eso a los ciudadanos de este país que no han dejado de darle su confianza?
En cómplices. Somos cómplices del Partido Criminal. Esto, Popular.
Cómplices de que tipos tan despreciables como Rafa Hernando tenga un asiento en el Congreso de los Diputados. Cómplices al encogernos de hombros, porque esto tampoco va a servir para nada. Cómplices al criticarlo por ser un paripé. Cómplices del machismo rancio (valga la redundancia) que se nos ha escapado por los poros durante la intervención —brillante, por cierto— de Irene Montero.
¿Que tenemos lo que nos merecemos?
Por supuesto.
Y el problema no es la moción de censura. El problema es vivir en un país en el que se ha de plantear una moción de censura porque el partido del gobierno es también, y desde siempre, el partido de la corrupción.
Fotografía: Partido Popular de Cantabria ©