Leemos que esta semana han comenzado los trabajos para derribar el estado de fútbol Vicente Calderón. Y nos entra la nostalgia. Muchos recuerdos se nos pintan de rojo y blanco, sin ni siquiera tener nada que ver con el fútbol.
Nos vemos jóvenes, invencibles, «cuando fuimos los mejores», que diría Loquillo. Regresamos a su césped y bailamos en un concierto de U2, de los Rolling Stones, de Muse, de Coldplay en aquel mágico año 2012. Cuando Bowie y Lou Reed pasaron por allí éramos sólo unos niños. Quizá su magia permanezca y acabe justo debajo de una descomunal montaña de escombros.
Las ciudades cambian y Madrid ya no es la que era. Alguien escribió una vez que el punk murió el día que abrieron un Starbucks en Camden Town. Hoy añadimos que perdimos la esencia cuando las ciudades empezaron a ser una gigantesca copia de otra copia de una copia, y así sucesivamente.
Cerró el Palentino, cerró el Café Comercial, cerró La Pepita… Como si la juventud nos echara el cierre en la cara y nos preparara para otros momentos en los que la madurez, como las ciudades, no son más que calcos. Vidas duplicadas, café de Starbucks, ropa de Inditex, clásicos de Anagrama.