Ana Botella, la alcaldesa de los cero votos

Ana BotellaAna Botella se va. Y lo hace como llegó: sin ser sometida a la decisión ciudadana. Ana Botella se va. Y lo hace tras haber destrozado Madrid a lo largo de casi tres años. Ana Botella se va. Y deja como legado una de las labores más nefastas que se recuerdan en la historia reciente de España al frente de una institución pública.

Provocó la salida de Ana Botella del consistorio madrileño una algarabía masiva. Una sensación de felicidad en muchos ciudadanos y ciudadanas que sufren su gestión día a día. Pero Ana Botella se va sin permitir a los ciudadanos decidir que se vaya. Porque los ciudadanos iban a echarla y eso Ana Botella lo sabe desde hace mucho tiempo.

Se va convocando una rueda de prensa en la que no admite preguntas. Se va sin que su partido haya decidido no presentarla como candidata. Se va a más de ocho meses para unas elecciones municipales en las que habría sido fulminada del Ayuntamiento de Madrid.

Se va para evitar ser humillada mientras ha humillado a los madrileños día a día con su gestión. Se va sacando pecho. Y lo sacan por ella muchos miembros de su Partido Popular. El mismo partido que la aupó a la política y que se agazapó tras sus grandes errores. Un PP que aplaude su decisión porque así se evita tener que sacrificarla públicamente. Un PP que continúa riéndose de los ciudadanos y de sus votantes día tras día. Porque nadie eligió a Ana Botella. Nadie.

Porque Gallardón sabía lo que hacía cuando fue reelegido alcalde en las últimas municipales.  Porque el actual ministro de Justicia sabía que iba a dejar la ciudad más endeudada de España en manos de Ana Botella en esas elecciones. Y sabía que con Ana Botella nunca ganaría unas elecciones. Por eso él encabezó la lista. Y por eso, unos meses más tarde, ya tenía una flamante cartera y dejaba a Madrid en manos de la que iba a ser la peor alcaldesa de su historia.

Y llegaron los escándalos. Primero el terrible Madrid Arena al que ella respondió yéndose a un spa en Portugal. Una tragedia de magnitudes terribles en la que murieron cinco chicas que pudo ser aún peor. Pero ella estaba entre barros y aguas. Y no dio la cara. No la dio nunca.

Después vino aquel esperpento llamado Madrid 2020, en el que se vendió una ilusión ficticia que se transformó en una nueva decepción. Esperemos que la última. Todo ello aderezado con aquel “relaxing cup of café´con leche” que avergonzó a propios y a extraños.

Llegó más tarde la huelga de basura que avergonzó a toda una ciudad y la incapacidad de gestión de una alcaldesa desbordada. Pero esa huelga parece ser ya algo permanente: Madrid está sucia. No es la ciudad que fue y muchas de sus calles han perdido la luz que le caracterizaban. Pero Ana Botella nunca dio explicaciones.

Después vino BiciMad, una tropelía más que tiene un punto oscuro no aclarado por el Ayuntamiento en su concesión. Y este verano las ramas de los árboles causando muertos  y destrozos a lo largo de Madrid. Y ni una palabra de una alcaldesa que encima tiene la desvergüenza de decir triunfante que se va ella y que no piensa contestar ni una sola pregunta.

Ni a los periodistas. Ni a los ciudadanos.

Ana Botella nunca ha dado explicaciones absolutamente de nada.

Y se va sin darlas. A nadie. Ni a su partido que recibe feliz la noticia de que decide irse ella. Ni a sus votantes porque nunca tuvo. Nadie la votó. Se va con cero votos ya que nadie la eligió. Y nadie va a echarla. Por eso no está claro hasta que punto hay que celebrar su marcha.

La ilustración que acompaña a este artículo es de Facundo Mascaraque.

bluebird Comunicación
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