Donald Trump, peligro mundial

Donald Trump

Érase una vez un tipo machista, homófobo, xenófobo (y muchas más cosas, ninguna buena) que quería gobernar Estados Unidos y, para conseguirlo, utilizaba un discurso tan repulsivo como su color de piel, naranja risketo.

Sólo hay que ojear un libro de Historia para descubrir lo peligrosos que fueron los que eran como él, demagogos megalómanos que también pretendían dominar el mundo, librando sus propias cruzadas.

Sí, Donald Trump es una amenaza y no porque sea un bocazas, sino porque todo lo que rodea, lo que planea, lo que cuenta y, sobre todo, lo que pretende huele a mierda. Y es peligroso, porque, de momento, ha conseguido llegar lejos y tiene una legión de seguidores que lo apoyan. No da miedo un pirado, da miedo el triunfo de los pirados. Da miedo que sus mítines se llenen, que personas le apoyen, que estén de acuerdo con él.

«Tengo a la gente más leal. ¿Alguna vez habéis visto algo así?», dijo durante un mitin en Iowa, para después añadir que podría cometer un atentado en Nueva York sin perder apoyos. Luego recibió aplausos y vítores.

Así es.

Aplausos que se han repetido en todas y cada una de sus barbaridades. Como cuando anunció que estudiaría el cierre de las mezquitas, que prohibiría la entrada de musulmanes en Estados Unidos o que devolvería a los refugiados sirios a casa. Y, bueno, escribimos desde la Unión Europea. En este tema no estamos para dar lecciones de moral a nadie, porque, ya sabéis, no somos europeos, somos seres inhumanos. Pero este tipo ha rizado el rizo acusando a los ciudadanos sirios se ser unos cobardes por no haberse quedado «luchando para salvar Siria».

Es más, cree que no lo hacen porque son terroristas encubiertos que, utilizando la excusa de la guerra, pretenden entrar en Europa para formar un gigantesco ejército.

No sabemos si cree que los mexicanos están haciendo lo mismo con Estados Unidos, pero lo cierto es que pretende construir un muro en la frontera con un país que, según él, «nos envía a la gente que tiene muchos problemas, que trae drogas, crimen, que son violadores».

Quizá antes de acusar a nadie de ser un criminal, este ¿señor? debería mirarse en el espejo y preguntarse qué es él y dónde está el peligro.

La ilustración que acompaña a este artículo es de Facundo Mascaraque.

bluebird Comunicación
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