3 de febrero de 2017. Viernes por la mañana. Revisamos nuestros timelines de Twitter cuando algo llama poderosamente nuestra atención:
ÚLTIMA HORA: Un padre se suicida con su hija en el Hospital de La Paz
— El Confidencial (@elconfidencial) February 3, 2017
Enseguida nos saltan las alarmas. ¿Un padre se suicida con su hija? ¿Cómo es eso?
Indagamos un poco y, efectivamente, un tipo se ha suicidado, asesinando (A-SE-SI-NAN-DO) a la vez a su bebé de un año.
Un suceso terrorífico vuelve a mostrarnos la importancia del lenguaje y lo lejos que estamos todavía de llamar a las cosas por su nombre.
Es como cuando comentas con alguien un caso claro de micromachismo (algún día hablaremos de por qué no nos gusta este término) y te responden rápidamente —sin ni siquiera un instante para la reflexión— eso de «es que ahora veis machismo por todas partes».
Machismo, sí. Y el machismo mata. No suicida.
Y es el mismo machismo el que nos hace elegir titulares dudosos, incluso insultantes. Los que cambian mata por muere, mezclan suicidios y asesinatos, celos con patriarcado o denuncias falsas y órdenes de alejamiento. Y nos da igual que la violencia machista la ejerza la pareja de una etarra, porque seguirá siendo machismo e intento de asesinato a otra niña.
Pequeñas a las que todavía no les ha dado tiempo para el «algo habrá hecho». Personas a las que esperamos dejar un mundo más justo e igualitario, porque justamente de eso trata el feminismo.
Fotografía: Merche Lazaro ©