La irrupción de Podemos en el panorama político y la vida de Murray Magazine van, prácticamente, de la mano. Aquellas Elecciones Europeas de 2014 tuvieron lugar el día que esta revista vio la luz y la jornada en la que la formación morada entró al primer plano de la actualidad dando un golpe sobre la mesa que, a todas luces, era inesperado.
Sí, en aquel momento, comenzaba a germinar algo que parecía nuevo. Muchos ciudadanos, los mismos que años antes habían llenado las plazas de todo el país tras el 15M, frustrados por todo lo sucedido con la crisis y los sucesivos escándalos de corrupción, parecían haber encontrado en Pablo Iglesias y los suyos su hogar político. Sin duda alguna, todo era nuevo: formas, manera de hablar, discurso político, programa, etc.
Después de aquello pasaron a ser protagonistas de la actualidad en España, para bien y para mal. Siempre en el centro de la polémica, se mantuvo una sensación de unidad ante un enemigo común que, según parecía, trataba de desestabilizar algo tan novedoso y fresco en la vieja política española. Hasta que empezaron a volar los cuchillos, comenzaron a surgir las facciones y los cortes y heridas fueron siendo más evidentes, más grandes y más dolorosos para sus votantes.
Esos cuchillos, que han hecho daño en muchas direcciones, han conseguido que hoy, en febrero de 2017, menos de tres años después de aquel aterrizaje casi mágico, las imágenes de frescura hayan quedado en un espejismo. El desencanto con Podemos es tendencia entre muchos de sus seguidores y votantes. Y la sensación de que cada vez se parecen mucho a esos mismos partidos políticos tradicionales que antes criticaban está en el aire desde hace algún tiempo.
Todo lo sucedido hasta llegar hasta Vistalegre 2 nos ha recordado más a las peleas de familias propias del PSOE o del PP. Eso de pablistas contra errejonistas sonaba demasiado a aquello tan antiguo y cutre de felipistas y guerristas. O a eso tan casposo de hace unos años cuando se hablaba de marianistas y aguirristas.
Estas últimas semanas, si uno entraba a Twitter, podía observar cómo los miembros o simpatizantes de Podemos se dedicaban a tirarse basuras unos a los otros. Todo dependía de si apoyabas a Errejón o si eras del bando de Pablo Iglesias. Incluso era fácil adivinar teorías conspiratorias en torno a que el Grupo Prisa estaba detrás del número dos de Podemos para derribar a Iglesias de su trono.
Lo que está claro es que todo lo que ha sucedido estas semanas ha sonado demasiado a política antigua, luchas por el poder y casta. Sí, se puede decir que Podemos ha pasado a estar al lado de la casta viviendo las mismas peleas internas que PP y PSOE viven desde hace décadas. Y encima este enfrentamiento ha sido seriado en redes sociales por sus protagonistas, lo que añade un componente novedoso.
Y sí, hay gente desencantada. Muchas personas confiaron en que algo podría cambiar con su llegada a las instituciones. Pero, a la hora de la verdad, desde que Rajoy asumió como presidente del Gobierno, Podemos se ha centrado en sus disputas internas y se han acabado las iniciativas políticas y lo de ponérselo difícil a Rajoy. De hecho, el PSOE, en las circunstancias que están los socialistas, les ha adelantado nuevamente cuando Iglesias, Errejón y compañía lo tenían muy fácil para convertirse en la principal referencia opositora de este país.
Por eso no debe de extrañar a nadie que, en la primera jornada de Vistalegre 2, las bases hayan reclamado unidad: muchos han sido los que han visto avergonzados y apesadumbrados cómo aquellos que tenían que haber liderado el cambio político en España estaban actuando como si formaran parte del PP o el PSOE. Quizás ellos no lo reconozcan pero han sido lo que tanto han criticado y contra lo que tanto han luchado quizás durante demasiados meses.
Ahora toca esperar lo que sucede tras este congreso. ¿Saldrán reforzados? ¿Está deteriorada la imagen de Podemos? Sinceramente, la sensación de ser lo mismo que lo antiguo puede que esté calando y remontar podría ser muy difícil. O Podemos vuelve a tomar el pulso de la calle o puede acabar siendo algo residual, un UPyD o Ciudadanos cualquiera.