25 de diciembre, ¿fun, fun, fun?

diciembre

Todos los chistes están hechos y , por tanto, no procede comenzar este editorial ni con «las muñecas de Famosa se dirigen a votar» ni con «pero mira cómo votan los peces en el río». Pero, eso sí, nos pararemos un segundo a escuchar ‘Villancico para mi cuñado Fernando’ y maldeciremos que Albert Rivera no se llame como aquel rey de Castilla que unió España por la gracia de Dios.

Hoy es Navidad, qué felicidad,
vamos a cenar toda la familia
y, maldición, él ya llegó,
con su cucharita y su obsesión.

Cucharita… Ni hecho aposta, vamos.

En fin, que nos vamos por las ramas.

Al lío.

El tema es que si —como parece— Mariano, en funciones, Rajoy no es investido presidente el próximo 30 de agosto, estaremos llamados a votar por tercera vez en un año en unas elecciones generales que, esta vez, se celebrarán un 25 de diciembre.

Y la gravedad del asunto no es ir a votar el día de Navidad, ¡qué va! La gravedad del asunto es el tedio que parece haberse instalado entre una ciudadanía cada vez más desencantada con la clase política. Con los nuevos que resultaron no serlo tanto, con los viejos corruptos. Nada nuevo bajo el sol.

Quizá si, además de nuestro cansancio, esta jornada de reflexión que parece casi eterna hubiera servido para tomar conciencia de nuestro poder, la próxima Navidad podría ser histórica. Y es inevitable pensar, una vez más, en lo necesario que sigue siendo José Saramago. Y su lucidez:

A esta hora matutina, mientras se lavan, visten y toman el café con leche de todas las mañanas, las personas oyen la radio anunciando, excitadísima, que el presidente, el gobierno y el parlamento abandonaran la ciudad esta madrugada, que no hay policía en la ciudad y el ejército se ha retirado… (‘Ensayo sobre la lucidez’, José Saramago)

Pero Saramago ya no está y los medios de comunicación preferirán hablar de Venezuela, de hombres de estado muy serios, de responsabilidad, de la Unión Europea, dándole importancia a algo tan frívolo como que, esta Navidad, volveremos a casa para votar. Al menos, los de siempre, los que siempre lo hacen, porque quizá no tengan ni un sólo instante lúcido.

Por favor, Berlanga, vuelve. Sólo tú puedes hacer algo con todo esto.

bluebird Comunicación
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