No, yo no vi jugar a Don Alfredo. Yo no disfruté de aquel Madrid mágico que dominó aquella vieja Europa en blanco y negro ganando las cinco primeras Copas de Europa. Yo no vi su pausa y sus movimientos de todocampista. No pude ver en directo aquel gol de tacón ni aquella delantera mágica que finalizaba aquel antiguo 2-3-5 en el que todos jugaban al ataque.
No, yo no vi jugar a Di Stefano. Pero crecí con su leyenda. Me lo contaba mi padre cuando decía que me encantaba Butragueño, Laudrup o más tarde Zidane. Él sí vio jugar a Di Stefano y siempre me contó que jamás había visto nada igual sobre un terreno de juego. Ni Pelé, ni Cruyff ni Maradona. Nadie como Don Alfredo.
Habría estado genial ver jugar aquel Real Madrid con Gento, Puskas y Kopa acompañando a Alfredo Di Stefano. En aquellos partidos de tantos y tantos goles, con un juego que, visto en blanco y negro, parece más lento. Pero según cuentan, Di Stefano corría, corría y corría. Y marcaba y maravillaba sin parar.
Porque aunque no haya visto jugar a Don Alfredo, pronto conocí su leyenda. Pronto conocí la importancia de sus goles y de lo que supuso su llegada al Real Madrid para la historia del fútbol. Esas cinco Copas de Europas tanto tiempo desprestigiadas por los que tampoco vieron jugar a Don Alfredo.
La Saeta Rubia lo llamaban. Hasta grabó películas y fue el gran futbolista: el alma de la historia del Real Madrid. Y luego entrenó y triunfó. Fue él quien dio la oportunidad a varios chavales allá por los años ochenta que también marcarían una época en el fútbol: la Quinta del Buitre. Y a esos sí que los vi jugar. Y marcar la diferencia. La misma que imprimió Di Stefano a toda su carrera.
Y también lo recuerdan en Valencia como uno de los grandes entrenadores de la historia de ese gran club. Y en Argentina, por supuesto. Aún cuesta entender como aquella España con Di Stefano no selló su magia con la victoria en un Mundial. Pero esto es fútbol como diría Don Alfredo.
Seco, muy argentino, socarrón, un sentido del humor propio… ese era el Don Alfredo que verían los más jóvenes en sus últimos años como Presidente de Honor del Real Madrid. A los que ahora habrá que contarles su leyenda, su magia, su fútbol, su vida… Quizás haya un dato que haga ver su categoría: llegó con 27 años al Real Madrid y ganó todo lo que se podía ganar marcando más de 300 goles. ¡Ahí es nada!
Nos ha dejado el hombre que cambió la historia del fútbol. El futbolista que modernizó esto de jugar a la pelota. Don Alfredo Di Stefano, descanse en paz.