Un fin de semana en la vida de un sillonbolista

Por motivos relacionados con el lugar de Internet donde está usted leyendo esto, el sábado no era un día para madrugar. Era mejor idea descansar a fondo para prepararse para un fin de semana maratoniano, repleto de vida social y con una agenda deportiva como para relamerse.

Y la manera de comenzar me trasladaba hasta un país enorme: el Principado de Mónaco. Allí estaba lista ya la calificación del gran premio más legendario quizá de la Fórmula 1. Hay adeptos y también críticos. Yo reconozco que el circuito me encanta, siempre pasan cosas. Y ver a estos bólidos en acción atravesando las calles de una ciudad pues le da un toque distinto, aunque todas las vueltas sean iguales. Eso sí, me quedo con este, no con el que hicieron en Valencia o el de Singapur (un día hablaré de ese país). Pero es verdad que ver un adelantamiento en carrera es muy, muy complicado.

El sábado no hay carrera, y por eso el aspecto de la gradas tampoco es gran cosa. Se ven muchos asientos vacíos, pero la expectación siempre es grande aquí. Por ver lo que pasa sobre el circuito, o por lo que ocurre a su alrededor. No olvidemos que estamos en Mónaco, se respira pijerío, hay gente que ve la carrera desde un barco, seguramente aliñando el fin de semana con unos Martinis con aceituna, o sombrillita, o con alguna cosa indiscutiblemente cool. Es el gran premio del glamour.

Pero para glamour, Mercedes. Después de un reinado de Red Bull de cuatro años, en 2014 la risa ha cambiado de barrio. Lo malo es que su superioridad es tan aplastante, que en las últimas carreras de la temporada la lucha será por ver quién acaba el Mundial tercero. Y en la calificación de Mónaco, después de ver por encima la Q1 y la Q2, la única emoción fue ver quién de los dos Mercedes, Rosberg o Hamilton, lograba la pole. Esta vez se la llevó el alemán, único rival que tiene el británico en la clasificación de pilotos. El título de constructores, pues imagino que en Mercedes ya están pensando qué estantería o vitrina decorar con él.

Ah, y Alonso fue quinto en la calificación.

De los Martinis de Montecarlo a la bebida isotónica y las barritas energéticas del Giro de Italia. Después de un inicio en Irlanda, sólo comprensible en clave económica, y de ir subiendo del sur al norte de la bota, con algunos contactos con los Apeninos, la ronda italiana ya ha llegado a la alta montaña. Y lo atestigua la llegada al Santuario de Oropa, un poco al norte de Turín.

Esta ascensión se convirtió en legendaria en 1999. Allí se vio una de las mayores hazañas de Marco Pantani. Pinchó al inicio de la subida, se quedó rezagado, pero después empezó a remontar y a sembrar de cadáveres el asfalto. De hecho, cuando Laurent Jalabert fue alcanzado por el escalador transalpino (era cabeza de carrera), no pudo ocultar su sorpresa. Cedió y Pantani se llevó la etapa sobrado. La noticia triste fue que descalificaran al ‘Pirata’ antes de la penúltima etapa de la carrera por un nivel anormalmente alto de hematocrito. Y ahí comenzó el hundimiento. Pero esa es otra historia.

Esta vez, en Oropa, había que ver un duelo colombiano. Con permiso de Cadel Evans, claro. El ciclismo ha llegado a un momento en que los corredores que pasan muy de largo la treintena pueden ganar una vuelta de tres semanas. Como Chris Horner, ganador de la Vuelta a España el año pasado con 41 años. De locos.

Nairo Quintana debía atacar. Llegado a su terreno y con 3:29 de déficit en la general, no había más remedio. Cuando se llegó al último puerto, ya estaba claro que los fugados llegarían a meta, y el del Movistar aprovechó un movimiento de Domenico Pozzovivo para agarrarse a él y dejar atrás a Rigoberto Urán, la maglia rosa. El líder flojeó por primera vez en el Giro. Y le costó algo cara la etapa, aunque mantuvo su liderato. Evans, a 32 segundos, Majka, a 1:35, Pozzovivo, a 2:11. Nairo se situaba sexto a 3:04. Necesita recortar más deprisa.

Ah, y la etapa se la llevó Enrico Battaglin, en un final sorprendente y divertido. En la fuga iban 20 corredores, ese grupo se fue despedazando, pero algunos resurgieron de sus cenizas para dar guerra hasta el final. Battaglin ya no estaba en las quinielas, pero apareció y batió a Cataldo y Pantano (ya hubiera sido casualidad que alguien con ese apellido ganara en esta cima) en un sufrido sprint. Bella resolución de etapa.

Desde el sudor alpino me desplacé hasta el barro de las islas británicas, concretamente hasta la capital de Gales, Cardiff, para degustar la final de la Champions… de rugby. El Toulon francés, gran favorito por el equipazo que han montado, se medía a los ingleses Saracens.

El partido tenía una particularidad muy especial. Significaba la retirada de uno de los más grandes del rugby: Johnny Wilkinson. El apertura inglés, retirado de su selección tras el Mundial de 2011, todavía ha tenido la capacidad de liderar a este grupo de estrellas para conquistar la Heineken Cup (que así se llama la Copa de Europa de Rugby). Y lo ha hecho el día antes de cumplir 35 años.

En el rival estaba su alumno aventajado, Owen Farrell, el que le ha sustituido como apertura en el XV de la Rosa. Él adelantó a los Saracens con un golpe de castigo. Partido muy duro, los jugadores teniendo muy en cuenta lo que había en juego. Y parecía que podía saltar la sorpresa. Hasta que en el minuto 29 Matt Giteau logró el ensayo para Toulon y la cosa tomó entonces el rumbo esperado. Wilkinson empezó por fin a patear a palos, ya fuera para la conversión de un ensayo o para ejecutar un golpe de castigo, y acabó siendo el máximo anotador del partido con 13 puntos. En la segunda parte los Saracens no tuvieron nada que hacer y Toulon se lleva su segunda Heineken consecutiva (23-6 marcador final).

Sorprendentemente, Wilkinson no se llevó el trofeo de mejor jugador del partido, y mira que la ocasión la pintaban calva. Pero, desde ya, es una leyenda de este duro y noble deporte. El premio en cuestión fue para su compañero Steffon Armitage.

El siguiente evento era la otra final de Champions, la de fútbol. Pero ahí me desplacé. Abandoné el sofá para asistir a un cumpleaños, así que lo vi con varias personas, entre risas y cervezas.

Seguro que sobre este evento ya ha leído y visto usted un montón de cosas, así que mejor no me pongo pesado. Al Atleti le ha faltado la mejor guinda posible a una temporada impresionante, mientras que el Madrid ha ahuyentado a un buen puñado de fantasmas conquistando la Décima.

Ah, y si me lo permiten, el partido fue de un nivel bastante bajo.

El sábado aún no había concluido. “Saber llegar a casa antes de que el sol me diga que es de día” cantaba Barricada, y yo lo cumplí porque tenía un par de cosas más que degustar. Primero, la Superfinal del fútbol argentino entre San Lorenzo de Almagro y River Plate, es decir, el ganador del Torneo Inicial y el del Torneo Final (antes llamados Apertura y Clausura) del fútbol argentino. Eso sí, lo debía ver solapado con el tercer partido de la final de la Conferencia Este de la NBA entre Miami Heat e Indiana Pacers. Y este segundo evento se llevó la palma.

River Plate ha pasado hace sólo un par de años un momento crítico de su historia, con su primer descenso de categoría (acuérdense del Tano Pasman, ¡¡¡Estamos en la B!!!). Ahora acaban de ganar dos títulos, el primero hace una semana, el Torneo Final, y otro ahora, ante San Lorenzo, con un solitario gol de Pezzella a balón parado en un partido sin brillo. Sonríen las ‘gallinas’, que es como se conoce a los jugadores y aficionados de este equipo.

En Florida, la parada final de mi viaje de sábado, Indiana desperdició una suculenta ventaja en la primera parte para caer rendido en la segunda ante un magnífico Dwyane Wade, un LeBron James que sigue reinando casi por donde pisa, y un Ray Allen que sigue tocando un fino rock and roll desde la línea de tres puntos (este verano cumple 39). Sus triples, de hecho, mandaron a la lona a los Pacers, que empiezan a estar en situación de emergencia. Pierden 2-1 y juegan fuera el cuarto partido.

Todavía no se puede dar por muerto al equipo de Frank Vogel, pero con la trayectoria que llevan en los últimos tres meses, no parece muy probable que puedan ganar tres partidos de cuatro a Miami Heat.

Concluía el sábado cuando en realidad ya era domingo y la Cibeles gritaba enloquecida a la llegada de sus ídolos.

El domingo vi que en Málaga jugaba el Real Madrid de baloncesto, ante Unicaja, pero ya no se jugaban nada. Si ambos pasan la primera eliminatoria de play-offs, se verán en semifinales de la ACB.

Así pues, me volví a Mónaco. Gradas repletas, expectación, los Martinis preparados y un dominio de Mercedes aplastante. Salió el ‘safety car’ dos veces, y eso siempre iguala las cosas, pero es que esos coches grises corren que se las pelan. Hamilton dio emoción porque le falló la vista al final y Ricciardo estuvo cerca de adelantarle, pero nada. Otro doblete de Mercedes, y Rosberg avisando a su compañero de que todavía tiene un rival al que batir de aquí a final de año.

Los compromisos sociales me evitaron ver el Giro esta vez. La etapa prometía un poco menos que la del día anterior, pero parece que pasaron cosas, y que Rigoberto Urán supo defender mejor su maglia rosa. Fabio Aru y Nairo Quintana le han arañado tiempo al líder, pero Evans y Majka lo perdieron, así que el líder respira hondo, y su compatriota de Movistar avisa seriamente. Quedan seis etapas, de las cuales una es cronoescalada y otras tres son finales en alto. Hay que procurar no perderse lo que queda. Quintana es quinto a 2:40 y promete dar espectáculo. Evans está a 1:03, Majka a 1:50 y Aru a 2:24.

Internet me ha impedido disfrutar como me hubiera gustado de la fase de ascenso a Segunda División, donde dos de mis equipos preferidos han logrado el objetivo marcado al inicio de la campaña: Racing de Santander y Albacete. A ver si los problemas económicos no les impiden disfrutar del éxito logrado sobre el terreno de juego.

Las series de televisión y las elecciones europeas me han mantenido despierto para deleitarme con la otra final de conferencia de la NBA, la del Oeste. Y el partido arrancaba con un notición. Serge Ibaka, que estaba descartado por lesión para lo que quedaba de play-offs, salió como titular. Y tuvo un inicio de partido fulgurante. Efervescente también, porque después sus efectos en el partido fueron disminuyendo, pero el bravo jugador hispanocongoleño acabó cojeando, con el trabajo más que cumplido, y también con 15 puntos, 7 rebotes y 4 tapones.

Ah, y también con una estruendosa ovación de su afición cuando se marchó al banquillo a tres minutos del final. Kevin Durant le tuvo que decir a Scott Brooks, su entrenador, que sentara ya a su compañero, porque el partido estaba sentenciado. Oklahoma City Thunder ha recortado distancias después de llevarse una paliza y media de San Antonio. El 2-1 parece todavía cómodo para los Spurs, pero el cuarto partido se vuelve a jugar en el Chesapeake Energy Arena y habrá que ver el estado de los Thunder, que con Ibaka sí tienen opciones.

Las cinco de la madrugada y el lunes es día de escuela, así que habrá que ir a la cama a soñar con otro fin de semana de sillonbol.

La foto es de Peter Font ©

bluebird Comunicación
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