Un bailarín sobre un balón: Michael Laudrup

Probablemente mis ojos jamás hayan visto a otro futbolista tan elegante. Era rubio y espigado. Danés. Y acariciaba la pelota de una manera diferente a lo que hasta entonces había visto en aquel fútbol que todavía parecía tosco. Pero él tenía ojos por todas partes. Era único. Su nombre: Michael Laudrup.

Laudrup era diferente. Único. Especial. Quizás por eso Cruyff le ninguneó. ¿Sería envidia? Porque nadie entiende como aquel danés mágico dejó el Barcelona para jugar en el Madrid. Porque aquel señor era un espectáculo dentro del terreno de juego. Un señor. Un futbolista de guante blanco.

Regateaba como pocos dejando sentados a rivales con una calidad impresionante. Fintas, quiebros, movimientos inesperados en un futbolista que daba la sensación de ser lento. Pero su cabeza iba más rápido que cualquiera que tuviera a su lado. Y por muy rápido que fueran los otros, él los veía.

A veces los encontraba sin mirarles pero sabía donde estaban. Esos pases mirando al tendido. Si miraba hacia la derecha su mente estaba en la izquierda. Y allí llegaba el balón. Aquellos pases a Romario en su última temporada como azulgrana. Y después aquellos que encontraban a Zamorano en la Casa Blanca.

Años después Laudrup es recordado con cariño tanto en el Bernabéu como en el Camp Nou. Y eso no lo consigue cualquiera. Un caballero de la cancha que ganó títulos a ambos lados del puente aéreo y dejó detalles en cada partido que disputó en la Liga.

A los 18 años ya era una estrella en Dinamarca y poco después aterrizaría en la todopoderosa Juventus de los 80. De repente compartía vestuario con Platini y Rossi. Y ganó títulos pero las lesiones le marcaron su segundo año en Italia. Eso propiciaría su fichaje por el Barça.

Allí llegó de la mano de Cruyff en 1989 y vivió los mejores años de su vida deportiva. Se convirtió en una estrella mundial aunque nunca gozó de esa vitola dentro de su propio club. Pero era el que ponía los sueños en aquel Dream Team. Todo se complicó cuando llegó Romario aunque el danés no dejó de rendir a buen nivel nunca.

Tras muchos encontronazos con Cruyff, acabó volando hacia Madrid para jugar a las órdenes de Jorge Valdano en un proyecto ambicioso de Ramón Mendoza. Y se vengó de su anterior equipo con aquel histórico 5-0 en el que bailó a sus antiguos compañeros y danzó sobre la pelota en la cara de Cruyff.

Dos años duró su aventura blanca pero allí todavía recuerdan sus regates, sus pases y sus goles. Voló hasta Japón para jugar en el Vissel Kobe pero aún volvería a Europa para brillar una vez más: aterrizó en el Ajax de Amsterdam.

No se puede hablar de Laudrup si citar su trayectoria en la selección danesa. Siempre tendrá la marca de no haber estado en aquella histórica Eurocopa de 1992. Pero sí que jugó grandes torneos y brilló con Dinamarca.

De hecho su última aparición en los terrenos de juego fue en el Mundial de Francia 98 en el que fue una de sus grandes estrellas y estuvo entre los mejores del torneo. Se notó su madurez y llevó a su selección hasta los cuartos de final cayendo contra la Brasil de Ronaldo.

Michael Laudrup, un genio.

Fotografía: Paul Blank ©

bluebird Comunicación
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