No se le pueden poner puertas al campo (Estados Unidos)

La selección de Mike Krzyzewski parecía batible en este campeonato. No por muchos equipos, pero sí daba la sensación de que más de uno se les podía atragantar. Sin embargo, no  ha sido así. Sólo Turquía, en el segundo partido del torneo, ha podido llevar su resistencia hasta un rato después del descanso. Por lo general, el tercer cuarto era el momento elegido por los estadounidenses para cavar la tumba de sus rivales, que veían impotentes cómo su aventura terminaba de manera abrupta, con un rival que les pasaba por encima.

En la final no hizo falta llegar a la segunda parte. Tras un arranque excelente de Serbia (7-15 tras cuatro minutos), los de Coach K se convirtieron en un ciclón en el Palacio de Deportes y los de Sasha Djordjevic no pudieron ni oponer resistencia. Al menos, su rival no apretó hasta el ahogamiento y en el segundo tiempo se olvidaron un poco de defender, de modo que la diferencia nunca se fue más allá de los 40 puntos. El 129-92 es suficiente lección de contundencia, además de ser la anotación récord de Estados Unidos y del Mundial, superando por un punto a Brasil, que le endosó 128 puntos a Egipto.

Krzyzewski ha sabido inyectar compromiso, profesionalidad y hambre en sus jugadores. Aunque para ellos no sea lo mismo un Mundial que los Juegos Olímpicos, es obvio que perder algún partido habría sido considerado un sonoro fracaso. Pero no han permitido que eso sucediera, y en la manera de encarar la final se adivina la mano de su técnico.

No hay nada que objetar a esta selección, que no era tan brillante como otras recientes, ni mucho menos, pero ha cumplido con creces. La manera de celebrarlo, pues pegándose unos bailes en el podio como si ya estuvieran en una discoteca a las tantas de la madrugada.

Kyrie Irving ha sido nombrado MVP del torneo, sobre todo gracias a su magnífica final, donde metió 26 puntos con una serie impoluta de media docena de triples anotados sin fallo. Él y su compañero Kenneth Faried fueron incluidos en el quinteto ideal del torneo, junto al serbio Milos Teodosic, el francés Nico Batum y Pau Gasol.

Serbia, medalla de plata, ha hecho un torneo sensacional. Les costó en la primera fase, tanto que pasaron como cuartos de grupo a octavos de final, pero ahí se crecieron y empezaron a jugar de manera excelsa. Ganar a Grecia, Brasil y Francia para llegar hasta la final significa que aquí tenemos una selección que va a dar guerra durante unos cuantos años, sobre todo si va renovando un poco el juego interior.

Y qué decir de Francia, que no estaba en las quinielas y se ha llevado una medalla de bronce que les debe saber a gloria. Que eliminaran a Croacia en octavos de final ya tuvo su mérito, pero es que en cuartos le enseñaron al mundo cómo sacarle los colores a un equipazo que además jugaba como anfitrión. Dejar a esta España en 52 puntos (la anotación más baja en casi medio siglo) es hacer un trabajo extraordinario. Los de Vincent Collet han dejado partidos maravillosos, tanto ese de cuartos, como las semifinales ante Serbia o el partido por la medalla ante Lituania. Merecidísimo este éxito, llevado a cabo sin Tony Parker, Joakim Noah o Nando de Colo.

Decepciones, ya hemos hablado de España. Ahora llega el momento del análisis profundo para ver qué responsabilidades hay y cuáles son las consecuencias del fracaso ante los galos. Pepe Sáez parece que no tiene muchas intenciones de marcharse, aunque dejó vislumbrar en su rueda de prensa que no le quedan muchos mandatos más al frente de la Federación Española. Veremos qué pasa con Juanan Orenga, que seguirá en la estructura federativa de una manera u otra, pero quizá no como seleccionador del primer equipo.

Brasil y Grecia deben sentirse decepcionados también. Los de Rubén Magnano llegaban a España con un juego interior de un nivel tremendo. Y hasta cuartos cumplieron, perdiendo sólo contra España. Pero ahí dejaron que Serbia les comiera el coco y les sacara del partido con demasiada facilidad. Los cruces no permiten un mal partido de nadie, y por eso los brasileños tomaron el mismo camino que los españoles. Y los griegos también, y también ante los de Djordjevic. A los de Fotis Katsikaris les faltaban jugadores importantes, pero no es normal que un equipo que gana sus cinco partidos en la primera fase caiga en octavos contra el cuarto de otro grupo. Ha quedado demostrado que el grupo de la muerte era el de España.

También merece capítulo Argentina. Se acabó la mejor generación de su historia. Manu Ginóbili quería despedirse en este campeonato, pero una lesión se lo impidió. Y las figuras de la selección son todas muy veteranas. Luis Scola, Walter Herrmann, Pablo Prigioni, Andrés Nocioni… Es posible que ya no vuelvan más a estos campeonatos, y el relevo generacional será muy complicado. Esta selección ha sido de lo mejor en lo que llevamos de siglo, incluso a la altura de España. No en vano, fueron campeones olímpicos en Atenas 2004. Esta vez, octavos fue su techo. El juego interior brasileño fue demasiado.

La FIBA ha dicho que este ha sido el mejor Mundial de la historia, a nivel organizativo, pero si hablamos de la calidad baloncestística, no pasará a los anales. Muchos partidos han estado bien más por la igualdad en el marcador o por alguna remontada digna de mención, pero no porque hayamos tenido un montón de figuras a pleno rendimiento. Era el Mundial de España, pero a la federación internacional le falló el gran partido en la final, que tanto se habían esmerado en preparar.

La imagen que acompaña a este artículo es de PDPics ©

bluebird Comunicación
bluebird Comunicación
bluebird Comunicación
bluebird Comunicación

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.