La apisonadora negra pasó por La Plata y logró llevarse el partido con punto bonus ofensivo, que era lo que necesitaban para viajar en la última jornada a Sudáfrica sabiendo que no pueden perder el título. Es ya el tercer título consecutivo, todos los que se han jugado bajo esta denominación, que son los que ha disputado Argentina.
Este año sí han cedido un empate, en la primera jornada en Australia, pero después han vuelto a reinar como acostumbran en los últimos tiempos. Aún queda una última jornada, en la que visitarán a Sudáfrica. Aunque no esté en juego el título, el partido será muy interesante, un ensayo más de cara al Mundial de Inglaterra de 2015. Los sudafricanos les hicieron sufrir hace dos semanas en Wellington, así que habrá que estar atentos.
Desde el primer momento, se adivinó que el partido sería una pesadilla para los Pumas. Los de Steve Hansen pusieron la locomotora en marcha y eso no hay quien lo resista. Si no le consiguen aflojar el ritmo a los de negro, resultan imparables.
Contaron con dos golpes de castigo en los primeros minutos. Sorprendió que decidieran patear a palos. El objetivo de ensayar cuatro veces debía ser la prioridad, y en ambas ocasiones (sobre todo la primera), la jugada estaba cerca de la zona de marca argentina. Ensayar parecía claramente posible, pero esas faltas se tradujeron en seis puntos con dos patadas de Beauden Barrett.
Daba igual. Ya en el minuto 11 cruzaron la línea de ensayo. Israel Dagg se convirtió en un rayo, empezó a avanzar metros a una velocidad endiablada y acabó sirviendo el balón a Ben Smith para que rematara la faena. Con la transformación, 0-13 en 12 minutos.
Pero los de Daniel Hourcade no se vinieron abajo, sino que empezaron a desplegarse hacia arriba y empezaron a buscar grietas en la defensa. Primero encontraron un golpe. 3-13. Encontraron grieta, dos veces, una cortada por Dagg con obstrucción (pudo ser tarjeta amarilla) y en la otra perdieron el balón cuando ya estaban pisando la línea de cinco metros. Una lástima. Nicolás Sánchez falló un segundo golpe, estrelló el balón contra el palo y, cuando los Pumas se quisieron dar cuenta, otra vez jugada por banda derecha, y esta vez Ben Smith se la entregó a Dagg para que corriera como si fuera Usain Bolt y posara de nuevo el balón en la zona de marca rival. 3-20, minuto 25. El objetivo de los All Blacks ya estaba más cerca.
Argentina volvió a incomodar a sus visitantes. Partido duro, algo trabado, sin más opciones de ensayo hasta el descanso. Allí llegaban los neocelandeses con medio trabajo hecho. Hacían falta dos ensayos más. Por lo demás, seguir defendiendo igual y procurar aprovechar la rapidez de sus balas.
El segundo tiempo empezó con los All Blacks encerrando a los argentinos dentro de su línea de 22. Los Pumas pusieron en marcha su orgullo para resistir lo indecible, y lo conseguían. Los minutos empezaban a pasar y seguían faltando dos ensayos más. Argentina trababa las jugadas para evitar que su rival penetrara en su defensa, pero al final fue Julian Savea quien abrió ese duro candado. Había hueco, algunos defensores se le echaron encima, pero él se lo tomaba como el que lleva un llavero colgado y llegó a la zona de marca. Ya lo había conseguido minutos antes, pero estaba en fuera de juego y fue anulado. 3-27, minuto 56. Tiempo de sobra.
El balón cambió de campo, porque fue Argentina quien quiso saborear la misma sensación que los neocelandeses habían catado en tres ocasiones. Los All Blacks se vieron obligados a defender muy cerca de su zona de marca durante algunos minutos.
Cuando robaron el balón, Jerome Kaino rompió las líneas locales, avanzó un montón de metros, le frenaron, pero poco después el juego llegó a la izquierda, y allí Savea se volvió a llevar a todos los argentinos que le salieron al paso y cedió el balón al recién entrado TJ Perenara que logró el objetivo del cuarto ensayo. 11 minutos y serían campeones.
Una vez más, hay que reconocer el ímpetu y el orgullo de los argentinos sobre el campo. Resistieron todo lo posible las embestidas de este tren de mercancías que es Nueva Zelanda, y además lograron la recompensa a su esfuerzo con un ensayo en los momentos finales del partido. Horacio Agulla tuvo el honor de posar el balón en la zona de marca All Black, para dejar el marcador en 13-34. La próxima semana buscarán de nuevo su primera victoria en el torneo ante Australia en casa.
Los australianos visitaron a los Springboks, en un partido en que los dos tenían que buscar el triunfo con punto bonus para tener opciones matemáticas de ganar el torneo, a la espera que de los All Blacks, al menos, no lograran anotar cuatro o más ensayos.
Sudáfrica obró el milagro en el final de su partido. No estuvo el duelo nada mal. Los locales salieron muy convencidos al ataque. Intentaron avasallar a su rival y por momentos lo consiguieron. El dominio inicial se tradujo con el primer ensayo del partido, a los 12 minutos. Jugada típica de los Springboks. Disponían de un golpe de castigo muy cerca de la zona de marca y eligieron lanzar el balón a touche. Tras el saque, formaron un maul y lograron llegar hasta la línea de ensayo y allí posó el balón el flanker Marcell Coetzee. Olía a aplastamiento.
Sin embargo, la idea de tener que hacer cuatro ensayos enseñó resquicios en la defensa sudafricana. Y los australianos no se iban a rendir tan fácilmente. Poco a poco recuperaron el control y empezaron a acosar a los de Heyneke Meyer, que se vieron muy acosados y sin capacidad para contener a los Wallabies. Primero fue un golpe de castigo de Bernard Foley lo que abrió la cuenta para ellos. Un minuto después, ensayo de Adam Ashley-Cooper con la posterior conversión del propio Foley. 5-10.
Los locales no tenían el día pateando. Fallaron la conversión y algún golpe más a palos. Y les costaba volver a sentirse superiores, sólo lo conseguían en jugadas aisladas. Australia estaba muy seria, dando la sensación de que podían haber hecho algo más en el torneo, como poder haber ganado con más claridad en casa a sudafricanos y argentinos y no haber sido humillados, una vez más, en Nueva Zelanda.
La segunda parte mantenía la tensión. Dos equipos que querían ir a por el partido. Los Wallabies salieron más fuertes, pero seguramente Meyer hizo saber a sus jugadores que sin defender bien, no sólo no lograrían punto bonus, sino que perderían el partido. Los Springboks recuperaron una de sus señas principales de identidad y no dejaron que los visitantes aumentaran la pequeña renta que habían conseguido antes de pasar por los vestuarios. La recortaron con un golpe de Handre Pollard nada más comenzar (8-10).
Los minutos pasaban y lo del punto bonus empezaba a sonar a quimera. Sudáfrica retomó el control y se fue con todo al ataque. Si no era posible lograr cinco puntos, al menos había que lograr cuatro por la victoria. Patrick Lambie, que había salido por Pollard, conectó un drop que ponía por delante a su equipo (11-10). Sólo dos minutos después, por fin encontraron un hueco los Springboks, y Jean de Villiers lograba el ensayo. Lambie fallaba la transformación. 16-10 y ocho minutos por delante. Casi imposible, y cuidado con los errores, porque Australia aún estaba a tiro para remontar.
A los Wallabies parece que les entró el desánimo, ya no tenían prácticamente nada que hacer. Y de esa manera encajaron dos ensayos en dos minutos, el último de ellos después de que sonara la bocina de tiempo cumplido, y con el jolgorio tremendo en el Newlands Stadium de Ciudad del Cabo. Se les abría así una pequeña opción de poder terminar con la hegemonía neocelandesa en este torneo, pero la trituradora All Black cumplió los pronósticos.
Nueva Zelanda, con 21 puntos, ya es campeona, Sudáfrica tiene 15 y salvo resultados muy raros, será segunda, por delante de Australia que tiene 10. Argentina, matemáticamente, terminará última. Tienen 3 puntos.
Fotografía: Sonya & Jason Hill ©