Una de las cosas más bonitas de este deporte es que no existe el concepto de partido amistoso o intrascendente. Cada partido es una historia y los contendientes luchan a brazo partido por el triunfo o por tener, al menos, una actuación digna.
Como ya comentamos tras la quinta jornada, Nueva Zelanda llegaba como campeona del torneo a Sudáfrica. Pero eso daba igual. Los Springboks querían vengarse de las últimas derrotas que les han propinado los de Steve Hansen, y de paso cortar la racha de imbatibilidad de los All Blacks, que se extendía ya casi dos años.
Hubiera estado bien que se jugaran el título del torneo, para darle aún más caché al partido, pero el equipo de Heyneke Meyer se encargó de que fuera un gran partido. Y lo hizo mostrando una cara maravillosa, la de un equipo que sabe defender, que incluso es capaz de paralizar durante varios tramos de un partido el ataque de un equipo tan tremendo como es el neocelandés, y que además es capaz de lanzarse al ataque con alegría y poder hacer daño al rival más poderoso posible.
El dominio local fue claro durante la primera parte. El Ellis Park de Johannesburgo se frotaba los ojos ante lo que contemplaba. Su equipo fue capaz de hacer tres ensayos en esos primeros 40 minutos, por sólo uno de su rival. Descanso: 21-13. Y al poco de comenzar el segundo tiempo, golpe de castigo y 24-13. Alarma neocelandesa. Se fueron con todo arriba y lograron remontar con dos ensayos, pero Beauden Barrett falló la conversión del segundo y dejó el partido demasiado en riesgo, 24-25.
Patrick Lambie, el apertura suplente de Sudáfrica, intentó un drop, pero se le escapó un poco a la izquierda. Sin embargo, tuvo la oportunidad de redimirse. En el minuto 78, Nueva Zelanda cometió una infracción que Lambie no iba a desaprovechar. A 51 metros de los palos, pero en una posición muy centrada, lanzó una patada certera que provocó el júbilo máximo en el estadio. 27-25, dos minutos sufriendo en defensa y fin de partido.
Los sudafricanos se ganaron el tercer tiempo a pulso. Dieron toda una lección de aguante. Los All Blacks no perdonan los errores ni los despistes de sus contrarios, pero en defensa los locales no cometieron muchos, y eso les valió para poder mantener a raya a la mejor selección del mundo. Están enseñando un camino al mundo, y cuando falta ya menos de un año para el Mundial de Inglaterra.
Pero ahí no había acabado todo. Cuando ya era madrugada en España, el sorpresón estaba por caer. Por fin, en su tercer año en el torneo, Argentina ha logrado su primera victoria. Estaban cada vez más cerca, ya avisábamos que estaban a punto de conseguirlo, sólo hacía falta ver el cuándo y el dónde. Y ha sido en casa, contra una Australia que no se jugaba nada pero que no quería ser la primera derrotada por los Pumas, y que además empezó muy fuerte el partido. Dos ensayos convertidos y 0-14 tras 13 minutos de partido.
Pintaba muy mal, pero los de Daniel Hourcade tiraron de fe, no lo dieron por perdido y confiaron en sus armas para pelear hasta el final. Parecía que Australia renunciara a cerrar el partido, como si se conformara un poco con el resultado ya obtenido. Y dejaron que Argentina metiera el pie por dentro de la puerta y se colara en el choque. Con un ensayo y un golpe de castigo, al descanso ya llovía menos, 8-14.
El inicio del segundo tiempo abrió de par en par las opciones de remontada a los Pumas. Golpe de castigo y tarjeta amarilla. Superioridad numérica. Se ponían a tiro y empezaron a creérselo, sobre todo viendo que los Wallabies no amenazaban de manera real en ataque.
Justo cuando el jugador amonestado volvía al campo Argentina lograba el ensayo y conversión que necesitaba para ponerse por delante en el marcador: 18-17. Quedaba casi media hora de encuentro, pero se palpaba que era posible, que la oportunidad de oro estaba ahí, delante de los argentinos. Mucha tensión, y se acabó fraguando en otra tarjeta amarilla para los nerviosos australianos. Michael Hooper llevaba todo el partido buscándose algo así y lo encontró a siete minutos del final. El tiro a palos tras esa falta daba un pequeño margen a los argentinos, que se pusieron 21-17. A los de Robbie Deans sólo les valía ensayar. Pero los locales lograron resistir y apuntarse un triunfo que quedará marcado en la historia del rugby argentino.
Finaliza así un torneo que es el mejor del mundo. Nueva Zelanda es número uno del ranking mundial, Sudáfrica la número dos y Australia la tres. Y su invitado desde 2012 está llamando a la puerta cada vez más fuerte. No van a ganar este torneo el próximo año, seguro, pero están en el camino para ser realmente competitivos y dar quebraderos de cabeza a cualquiera. Ahora habrá que esperar hasta el próximo verano para ver de nuevo este torneo, pero habrá rugby por medio para entretenerse, eso sin duda. Y más teniendo en cuenta que el Mundial está ya casi a la vuelta de la esquina.
Fotografía: Sonya & Jason Hill ©