Es algo mastodóntico. El número 24 de Los Angeles Lakers ya es el tercer máximo anotador de la NBA de todos los tiempos. Más de 32.300 puntos. Hay auténticas leyendas del baloncesto estadounidense que están varios miles de puntos por debajo de él.
Kobe Bryant lleva ya 18 años forjando una carrera de auténtico ensueño. Cinco anillos de campeón, dos oros olímpicos, un MVP de la NBA y dos MVP de las Finales. Podríamos seguir, porque la lista es larga. Muy larga.
Para él, esa lista no es suficiente. Lo que ha conseguido en Minnesota, sobrepasar en anotación a Michael Jordan es una de las cosas que más orgulloso le tiene en su vida. Seguro. El 23 de los Chicago Bulls siempre ha sido el espejo donde mirarse. Es lógico medirles, porque su estilo de juego es muy parecido.
Kobe siempre ha tenido esa obsesión. Superar al que considera su maestro. Y en puntos ya lo ha conseguido. Pero en anillos y en el reconocimiento de los amantes de baloncesto no. Y es complicado que lo consiga en el tiempo que le queda de carrera, ahora que tiene 36 años.
Su imagen nunca ha sido tan buena como la de Michael. Sus problemas de vestuario con Phil Jackson y Shaquille O’Neal, o los problemas judiciales por un caso de agresión sexual le pusieron entre las estrellas poco deseables. Este verano le han vuelto a poner esa insignia, concretamente la ESPN. Kobe les criticó por ponerle en un puesto muy poco destacado dentro del ranking que hacen de los jugadores de la NBA, y ellos contestaron con un artículo donde hablaban de alguien egoísta, que incluso provocaba el rechazo de otras estrellas para ir a los Lakers a jugar con él.
Recientemente ha conseguido provocar cierto rechazo también en los propios aficionados angelinos. Su última renovación, firmada poco antes de volver a las pistas tras la lesión más grave de su carrera (rotura del tendón de Aquiles) por 48 millones de dólares en dos temporadas ha lastrado la reconstrucción a la que estaba abocado el equipo, más ahora que se ha marchado Pau Gasol.
En la comparación de títulos tampoco sale ganando Kobe repecto a Michael. Los seis anillos de los Bulls dirigidos por Jackson desde el banquillo (igual que los cinco de Kobe, por cierto) son la gran muralla que el de Philadelphia aún no ha podido superar. Y no le quedan muchas oportunidades para conseguirlo. La próxima temporada seguirá en los Lakers, pero podría ser la última de su carrera. Dependerá de su estado físico y de mantener su hambre intacta que alargue aún más su presencia en la élite. Por si fuera poco, en sus tres primeros títulos no era la gran estrella de su equipo, su importancia crecía pero siempre Shaq era la referencia.
Empatados en los Juegos Olímpicos, con dos oros cada uno, en las distinciones individuales principales Jordan está por encima. Las que gana Kobe son simplemente por el hecho de que el ex de los Bulls y de los Washington Wizards tuvo dos retiradas por el camino y jugó menos temporadas.
Esta es la comparación que ha forzado Kobe Bryant a lo largo de su carrera. Su manera de ejecutar el juego ha sido a veces tan similar a la de Michael, que era imposible no reseñar esa comparación. Desde antes de terminar su periplo exitoso de rojo, Jordan siempre ha sido el referente para buscar nuevos jugadores como él. Había sed de que surgiera otro jugador exterior con una capacidad sobrenatural para anotar, por eso otros como Allen Iverson, LeBron James o Dwyane Wade también han sido mirados bajo ese prisma. Pero es obvio que Kobe es el más esforzado imitador, el más cercano a Air Jordan. Pero una copia nunca puede ser mejor que el original.
Ahora bien, si olvidamos la comparación, hay que decir que Kobe ha conseguido hacerse con un nombre extraordinariamente importante en la historia del baloncesto. Seguro que hay algunos jugadores de hace varias décadas que no han llegado a tener el reconocimiento justo, pero ahora la televisión, sumada a Internet, abarca mucho. No hay nada noticiable de Kobe (o de LeBron, Kevin Durant o muchas otras estrellas) que pase inadvertido para el mundo. Tendremos imágenes de ello, al menos si se produce sobre una pista de baloncesto.
Kobe ha contado con ciertos elementos que lo han catapultado aún más. Llegar a la liga con 18 años elevaba la expectación, pero llegar a los Lakers multiplicaba ese impacto. Era un número 13 del draft, su juventud influía, todavía estaba algo verde, pero el todavía presidente de operaciones de la franquicia californiana, Jerry West (el logo de la NBA), tuvo claro que había que obtener a ese jovenzuelo, aunque hubiera que darle a Charlotte Hornets a Vlade Divac a cambio.
Estamos ante un jugador de esos capaces de ganar un partido casi sin ayuda de sus compañeros, un anotador compulsivo que se crecía ante un ambiente hostil y ante una defensa agresiva. Le hemos visto meter centenares de canastas inverosímiles, otras decisivas, rachas tremendas, partidos dominados, inteligencia a raudales.
Cuando Bryant lleve 20 años retirado, cualquier aficionado medianamente entendedor de la NBA tendrá en la cabeza a Kobe como uno de los 10 o al menos de los 20 mejores jugadores de la historia de este deporte. Y eso hay muy pocos deportistas que puedan decirlo. Eso es algo reservado para gente que se llama Ivan Lendl, Miguel Indurain, Zinedine Zidane o Talant Dujshebaev.
Dejo aquí un testimonio imprescindible de la carrera de Kobe Bryant. Tuve la fortuna de estar levantado aquella madrugada del 22 al 23 de enero de 2006. Era una época en que Lakers no tenía una gran plantilla y eso favorecía que el escolta fuera más egoísta. Toronto Raptors era mejor equipo y parecía que se llevaría el partido, pero esa noche nadie podía con Kobe. 81 puntos, la segunda mejor marca de toda la historia de la NBA. Una proeza sólo al alcance de un superjugador.
Fotografía: Keith Allison ©