Pau y Marc, los reyes de los destellos de Nueva York

Un fin de semana de las estrellas acaba dejando un montón de imágenes llamativas, tanto de lo que pasa en la cancha como de lo que pasa fuera. Por las personalidades que acuden al pabellón, las fiestas que se organizan en torno al evento y por tener a los mejores jugadores del planeta dedicándose a actividades benéficas, con niños sobre todo, y haciendo disfrutar a los aficionados. Y la imagen esta vez ha sido con copyright español, denominación de origen de Sant Boi de Llobregat. Un momento mágico. Lo que ha costado llegar hasta aquí, y no me refiero sólo al baloncesto español, también al europeo en general.

Pero el disfrute en la cancha a veces hace pensar que no se ven estrellas, sólo destellos. No hay que desdeñar lo difícil que es que esta cita salga perfecta todos los años, y cada vez cuesta más. ¿Se agota la propuesta? Posiblemente no, sobre todo porque la NBA no se rinde, le da vueltas a las cosas y trata de mejorar. No acierta siempre, nadie lo hace, pero desde luego lo intenta.

En este 2015 hemos tenido un All Star con puntos fuertes y otros débiles. El cambio del partido de novatos y jugadores de segundo año para convertirlo en un Estados Unidos vs Resto del Mundo seguro que es un acierto total. Aunque no se vio demasiado pique en el partido y sigue siendo una pachanga total, es posible que el paso de los años lo reafirme como un duelo muy atractivo. De momento los foráneos ya se han apuntado el 1-0 en el casillero, con Nikola Mirotic demostrando que si le dejan tirar de lejos sin defenderle bien, las puede enchufar con los ojos cerrados.

Los concursos del sábado siguen la misma senda. El concurso de tiro con equipos formados por un jugador NBA, una leyenda de la liga y una jugadora de la WNBA es un buen calentamiento. El de habilidades ha sufrido cambios este año y no me ha gustado. Es verdad, al competir uno contra uno añades un componente de emoción que está muy bien, pero el recorrido a realizar se ha simplificado demasiado. Las habilidades son menos y con meter un triple a la primera se puede ganar aún teniendo una actuación irregular, como se ha visto con la victoria de Patrick Beverley, que iba mal en la semifinal y la final, pero como metió el último tiro a la primera, pues ganó. Este concurso, que es un homenaje a los bases, que hay muchos y de una gran calidad en la NBA, debe tener mayor dificultad, y que ellos demuestren lo hábiles que son.

El concurso de triples fue maravilloso. Estaban los grandes tiradores de la liga y resultó espectacular, con un Stephen Curry que debería participar todos los años por decreto. ¡Qué maravilla de tirador! Abundan hoy en día (ya hay voces que piden que la línea de tres se aleje más de la canasta) y la NBA tiene que procurar que la participación sea siempre de lujo. No puede fallar este concurso. Fue lo mejor del fin de semana sin ningún género de dudas.

El de los mates está de capa caída. Las grandes figuras no se involucran. Está fenomenal que nuevos jugadores se apunten y presenten su cartel a través de una de las cosas más estéticas y espectaculares que tiene el baloncesto, pero con sólo cuatro participantes y ninguno relevante (aunque justo la semana anterior al All Star Giannis Antetokounmpo fue elegido jugador de la semana en la Conferencia Este) queda escaso, y hay suficientes ideas como para que no se muera. Un ejemplo es Zach LaVine, que abusó del recurso de pasarse el balón entre las piernas, pero que demostró unas condiciones de vuelo más que notables. Victor Oladipo empezó con un mate fantástico, pero después se diluyó un poco, mientras que Antetokounmpo decepcionó mucho y Mason Plumlee dejó claro que no pintaba mucho en este concurso.

El domingo llegó el gran partido, pero ya no es tan grande como era antes. Está claro que no se trata de lesionarse, pero se está convirtiendo en una pachanga cada vez más parecida al partido de novatos y jugadores de segundo año. Tanto, que jugadores como Pau y Marc Gasol sobran. No por merecimientos, sino por la manera de afrontar el evento. Sin defensa de ningún tipo, sino un grupo de superestrellas lanzando triples sin descanso, anotando bandejas o mates sin apenas oposición y siendo un partido además tremendamente largo porque cada pausa conlleva muchos anuncios publicitarios y el descanso lleva concierto integrado.

De esta forma, el partido puede resultar muy agradable para los asistentes al pabellón, pero para los televidentes es un poco más aburrido, máxime si la franja horaria no es muy favorable. En este caso, ni siquiera la igualdad en el marcador motivó que viéramos un final entretenido. De haber sabido eso, hubiera sido mejor que el Oeste se hubiera empleado a fondo y hubiera ganado el partido de 40, porque lo podrían haber hecho sin problemas.

Es entendible que en la primera parte no se lo tomen demasiado en serio y que cada jugador tenga sus momentos de gloria en forma de meter varios triples seguidos sin oponente delante o que se fabriquen alley-hoops que dejen boquiabierto al público. Pero esos vuelos de balón de un jugador a otro que lo acaba machacando suelen ser más vistosos si tienen a algún defensor intentando frustrarlos.

Si los dos equipos se emplean un poco (más a fondo cuanto más cerca del final) el partido acaba quedando más bonito, seguiría teniendo momentos espectaculares, y además un espíritu de competitividad que motivaría a los aficionados y a los propios jugadores. Hay que recuperar un poco el pique entre las dos conferencias. El Oeste lleva tiempo recortando distancias, porque durante décadas el Este llevaba la voz cantante, pero desde los últimos tiempos de Michael Jordan en Chicago Bulls la cosa se ha dado la vuelta. A día de hoy, 37 victorias del Este y 27 del Oeste.

Para resumir este sentir, los muy aficionados a la NBA y, desde luego, al All Star Weekend, queríamos quedarnos a ver el partido por ver lo que pasaría también después del salto inicial. Pero si acaba siendo una pachanga que termina a las cinco de la madrugada, dan ganas de ver el salto inicial y apagar las luces para soñar con cosas más bonitas que un correcalles constante. Quién sabe si la idea del partido de ‘rookies’ y ‘sophomores’ no es un experimento para acabar enfrentando a estadounidenses frente al resto en el partido principal también.

Al menos, nos queda haber estado bien despiertos para ver algo realmente histórico, mucho es simbólico, no cabe duda, pero un día podremos recordar que esa madrugada del 15 al 16 de febrero de 2015 vimos algo que era impensable, estábamos ahí, en alpargatas, o con una camiseta de una gran estrella del baloncesto, o con una bata puesta, viendo a dos hermanos abrazarse en uno de los momentos más emotivos de sus vidas, y después disputar el primer balón de uno de los partidos que más seguimiento tiene en el mundo. Sólo por eso, ya mereció la pena trasnochar.

bluebird Comunicación
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