Se acercan los Juegos Olímpicos y a la memoria le da por ponerse nostálgica. Si ayer revisábamos los peores momentos del evento deportivo más grande, y emocionante, del mundo, hoy ponemos la vista en esos instantes irrepetibles, que quedarán para siempre grabados a fuego en nuestras retinas. Incluso aunque no estuviéramos vivos cuando sucedieron. Es la magia del deporte, y de las hemerotecas.
1. Charlotte Cooper, la primera mujer medallista olímpica
París, 1900. Por primera vez en la historia de los Juegos Olímpicos, participan mujeres. Concretamente, 22 atletas, entre las que destaca la británica Charlotte Cooper, ganadora cinco veces de Wimbledon y primera campeona olímpica de la historia, tanto en tenis individual como en doble por parejas.
2. Jesse Owens, el atleta que cabreó a Hitler
Es, sin duda, uno de los momentos inolvidables de los Juegos Olímpicos. Un atleta negro, ganando medalla tras medalla delante de las narices de la cúpula nazi, el tal Adolf Hitler incluido. Eso es lo que consiguió el atleta estadounidense Jesse Owens en Berlín 1936: cuatro oros y cuatro récords mundiales. Menos mal que, cuenta la leyenda, el Führer quería demostrar con este evento la supremacía de la raza aria…
3. Un héroe descalzo
Se llamaba Abebe Bikila y fue el primer gran héroe del deporte africano. En la maratón de los Juegos Olímpicos de Roma, el 10 de septiembre de 1960, no sólo logró la medalla de oro, sino que batió un récord mundial, completando la carrera en dos horas, 15 minutos y 16 segundos. Y todo ello, descalzo. El atleta repitió la hazaña cuatro años después, en Tokyo 1964, pero esta vez sí se calzó unas zapatillas de deporte.
4. Black Power, un gesto necesario
El saludo Black Power de los Juegos Olímpicos de México 1968 ha pasado a la historia como un símbolo necesario de protesta a favor de los derechos civiles de los negros en EEUU. Tras haber finalizado la carrera de los 200 metros, los atletas Tommie Smith y John Carlos, medalla de oro y de bronce respectivamente, alzaron su puño envuelto en un guante negro mientras comenzaba a sonar el himno nacional estadounidense.
Como curiosidad (lamentable), cabe destacar que Avery Brundage, presidente del Comité Olímpico Internacional, lo consideró un gesto inadecuado y ordenó que Smith y Carlos fueran expulsados de la villa Olímpica, cosa que, finalmente, no sucedió. Sin embargo, el mismo Brundage no puso ninguna pega al saludo nazi durante los Juegos Olímpicos de Berlín.
5. Nadia Comaneci, la leyenda
Es, sin ninguna duda, la mujer más reconocida de unos Juegos Olímpicos, tras su hazaña de Montreal 1976. De allí volvió siendo una leyenda viva, tras ganar tres oros, una plata y un bronce y tras obtener siete dieces, un hecho inédito en la historia de la gimnasia. Tanto que hasta entonces los marcadores no estaban preparados para ofrecer un 10 al público.
6. La gesta de Carl Lewis
Nueve oros y una plata. La hazaña de Carl Lewis en los Juegos Olímpicos sólo puede definirse como tremenda. Y eso que se perdió la cita de Moscú en 1980 por el boicot de su país a este evento…
Apareció en Los Ángeles, en 1984, y obtuvo cuatro oros, en 100 metros, 200 metros, salto de longitud y 4×100. Cuatro años después, en Seúl, se colgó al cuello otros dos oros en salto de longitud y los 100 metros. De Barcelona 1992 tampoco se fue con las manos vacías, subiendo a lo más alto del podio en dos ocasiones, gracias al salto de longitud y al 4×100. Por último, en Atlanta 1996 consiguió su cuarta victoria en salto de longitud.
Sin duda, una hazaña increíble.
7. La Barcelona de Montserrat Caballé y Freddie Mercury
El oído es capaz de transportarnos a otros momentos y lugares. Por ejemplo, a esa infancia en la que, con los ojos muy abiertos, asistíamos a la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. El gran (¡gran!) Freddie escribió la letra y compuso la música junto a Mike Moran. En 1987 conoció a Montserrat Caballé y decidieron grabar juntos la canción, que terminó siendo el himno oficial del evento deportivo más importante que se ha celebrado hasta la fecha en nuestro país.
Lamentablemente, Freddie murió unos meses antes de su inauguración. En la ceremonia, Montserrat Caballé tuvo que conformarse con cantar ‘Amigos para siempre’ junto a José Carreras. Eso sí, aquellos juegos siempre sonarán como ‘Barcelona’.
8. El amor incondicional de un padre por su hijo
En los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 Derek Redmond era el gran favorito para subirse a lo más alto del podio tras competir en los 400 metros, pero se lesionó el tendón de Aquiles. Intentó vencer al dolor, pero no pudo ser. Su padre, Jim, saltó a la pista para comprobar cómo estaba, pero Derek le pidió que se quedara y, juntos, mientras el público les ovacionaba, completaron la vuelta.
Está claro. Si algún día somos padres, queremos ser así, como el padre de Derek Redmond.
9. Una anguila llamada Moussambani
Eric Moussambani nos robó a todos el corazón durante los Juegos Olímpicos de Sidney 2000, cuando nadó la pruebas de los 100 metros libres en un minuto, 52,72 segundos, tardando más del doble que sus competidores más rápidos.
Y es que “la anguila”, como fue apodado, consiguió participar en los Juegos Olímpicos sin alcanzar el mínimo requerido, gracias a un sistema diseñado para permitir la participación de atletas de países en vías de desarrollo. Así, cuando llegó a Sydney sólo llevaba ocho meses de entrenamiento y la piscina olímpica le pareció tan grande que pensaba que medía 100 metros.
10. El gran secreto de Geoffrey
Pero si hay un momento de los Juegos Olímpicos que jamás olvidaremos fue la hazaña épica de Geoffrey Barbar Butler. ¿De quién? De Geoffrey, hombre, el mayordomo de la familia Banks.