A Dios siempre se le representa de blanco impoluto. No es algo casual. En este mundo el color, la ausencia de él o todos a la vez es un importantísimo rasgo definitorio, algo reseñable, una seña de identidad inmaculada e intocable. Y el color de Dios es el blanco. No es algo casual.
Decía Galeano que el fútbol es la cosa más importante de todas las cosas que no tienen importancia, y creo que es lo más cierto y serio que jamás se ha dicho sobre esto. Ahora bien, mi abuelo era culé. Y de los buenos. Un artesanal escudo blaugrana de cerámica pintado a mano decoraba un pasillo de su casa que nunca he vuelto a cruzar desde que murió. Alguna vez oí que lo había pintado el mismo, pero creo que nunca lo sabré. El caso es que mi abuelo se perdió por poco París, por muy poco. Ahí se quedó todo. Para él el Barcelona sólo tuvo una Liga de Campeones. Tal vez se perdió las cosas más importantes de las cosas que no tuvieron importancia, todos esos deseos que mandamos corriendo a casa para mantenerlos a salvo. Quizá no tenga importancia, pero desde luego que tampoco justicia.
Y yo al Bayern le puedo escribir los versos más tristes esta y todas las noches europeas, porque a pesar de sus cinco copas de Europa, la Champions sigue siendo cruel con él. A pesar de la grandeza, del nombre, del escudo, de la historia, a pesar de que Neuer es más grande que el puesto que ocupa y domina, se comenta que ha jugado lesionado, que se retiró del Bernabéu en muletas y que se pierde lo que resta de temporada, a pesar de casi todo, la del Bayern y la Champions es la historia de amor más cruda y cruel jamás contada. Porque para ser la más importante de las cosas que no tienen importancia no veas algunas veces lo que duele. Pero es que es algo obvio: el Bayern viste de rojo y, sin embargo, Dios viste de blanco.
Por eso algunas veces me traiciono. Por eso algunas veces le prometo en silencio a mi abuelo que desearía ser por un instante del Madrid, para saber lo que es tener a Dios de tu lado. Para saber qué es lo que se siente bajo ese manto tan sagrado que envuelve y protege al Bernabéu. Saber qué significa gozar del privilegio de la calma. Saber que todo está bien. Debe ser maravilloso. Por eso a veces peco, me entrego y me enveneno, le prometo que sólo será durante un instante, pero es que qué maravilloso sería ser, aunque sólo fuese durante un minúsculo momento, del Real Madrid. Aunque al final siempre acabo suponiendo que, en realidad, eso no tiene nada de importante, que uno no elige a quién ama, y desde luego tampoco lo cambia. Tal vez eso sí sea lo que importa.
Por cierto, abuelo, te habría encantado un tal Leo Messi. Tal vez no sea importante, pero desde luego que tampoco es justo.
Fotografía: paimei01 ©